A 80 años de la liberación de Auschwitz, por Samuel Schmidt

Hace 80 años, el 27 de enero de 1945, se liberó el campo de exterminio de Auschwitz, la joya de la corona de la política industrial de exterminio de los nazis, esas bestias que diseñaron la “solución final” para el problema judío. Problema que ellos definieron, crearon, alimentaron, y legaron a la humanidad, no solamente para que pase a la historia como la mayor afrenta a la dignidad y existencia humana, sino como alimento para los que creen que odiar es legítimo y una propiedad valiosa.
Está demás recordar que el exterminio Nazi se centró en todos aquellos que eran diferentes a la “raza aria”, porque hoy, muchos de los que hubieran sido asesinados y cremados por los nazis para eliminar su recuerdo sobre la tierra, esgrimen los mismos valores. Pienso en “Black lives matter”, en los neonazis hispanos, que odian profundamente a los judíos y que estaban en la primera línea de la lista de eliminación Nazi.
El 7 de octubre de 2023, los terroristas palestinos inspirados por el odio Nazi llevaron a cabo un pogromo similar a los de los cosacos rusos, las camisas pardas o las juventudes nazis que aprendían que debían llevar en su corazón el odio para transmitirlo al futuro. En muchas casas palestinas se encuentran banderas nazis y el libro de Hitler.
Los Nazis no crearon el exterminio de los pueblos, lo estudiaron y aprendieron en Estados Unidos y los genocidios no se han acabado con su derrota. Stalin y Mao lo realizaron y hoy el gobierno chino lo lleva a cabo, al igual que hicieron en Camboya, en Sudán, Turquía contra los armenios, chechenios, etc. Y no falta hoy quien establezca propósitos de eliminación del otro, del que creen en otro dios, o el que cree en el mismo dios pero de manera diferente. La brillantez de Kinky Friedman fue desear “ojalá que te bendiga el dios de tu preferencia”, aunque muchos prefieren ignorar esa máxima.
Hoy se recuerda a Hannah Arendt, cuya inteligencia encontró como los individuos se sometían ante la instrucción de matar, de destruir, justificando esos bajos instintos en una disciplina absurda. “La banalidad del mal” se refiere justamente a la derrota de la moralidad individual y asesinar para ganar puntos ante la jerarquía; principio que hoy está más vivo que nunca, ya sean los terroristas, los sicarios, o los soldados que masacran a aquellos que asumen ser distintos pero que lo hacen “siguiendo órdenes”.
Ante este recordatorio hoy, adquiere una importancia creciente el “nunca jamás” en contra de nadie, sino el rechazo absoluto ante saludos públicos y símbolos que rememoran esa tragedia para la humanidad.
El hecho que Elon Musk, el oligarca al servicio del presidente de una potencia mundial, justo ante el aniversario de la liberación de los campos de la muerte, se alinee ante los alemanes de ultraderecha y les diga que entierren el pasado ignominioso que los ha marcado para la historia, para rescatar su grandeza, nos muestra que el odio no ha sido derrotado y que el mundo no puede, no debe, permitir las guerras de exterminio, ni las ideologías que llaman a la aniquilación del otro.
Hoy es tiempo de horrorizarnos por el pasado y por las propuestas del futuro en contra de la humanidad y que elevemos con más fuerza el grito de “NUNCA JAMÁS”.