Amnistía Internacional reconoce activismo de ex detenido político

Néstor Fantini fue secuestrado, torturado y encarcelado durante cuatro años por los militares en Argentina en la década de los 70 a causa de su activismo político.

Peor aún, sus ojos vieron cómo asesinaban a uno de sus compañeros. En total perdió a 30 de ellos en una de las prisiones en las que estuvo.

Cuarenta años después, Amnistía Internacional (AI), el organismo que le salvó la vida y luchó por su liberación al declararlo un prisionero de conciencia, reconoce su activismo en una documental que se acaba de publicar en Londres. (VIDEO: https://youtu.be/oQQ8GJ9PmX4)

“La realidad es que siempre he dado pláticas para Amnistía Internacional sobre esa época en Argentina”, dice Néstor Fantini quien en 1980 —meses después de haber salido libre— emigró a Canadá.

Se fue con 150 dólares en la cartera, un dinero que le dio su madre, “y una valija amarilla que tiré hace muy poco tiempo”, recuerda.

Néstor cuenta que vivió en Toronto, Canadá, hasta 1987. Terminó por casarse con Mev Porter, quien era la encargada del grupo de AI que encabezó una campaña por su liberación.

“Salí libre el 14 de julio de 1979 sin esperarlo, justo el día en que mi madre llevó a Mev a visitarme en la prisión”, dice. Y cuenta que lo primero que quiso comer fue una milanesa.

Aunque en términos de su liberación se sentía confundido, le dio cierta tranquilidad que su vida estaba a salvo porque Amnistía Internacional lo estaba protegiendo. Tenía visas de salida para Canadá, Suecia o Francia.

“Opté por Canadá porque en el colegio había aprendido inglés y porque Mev era canadiense-estadounidense”, dice.

Néstor tuvo con Mev a su único hijo Jonathan, graduado de Harvard y quien trabajó en el Congreso y en la Casa Blanca en el periodo de Obama.

Desde su casa en Northridge, Néstor platica con La Opinión.

El inicio del activismo

Cuenta que cuando se involucró en el activismo en Argentina, estudiaba ingeniería en la Universidad Nacional de Córdoba y trabajaba en la fábrica de autos IKA-Renault.

“Yo estudié en las mejores escuelas del país donde nos hablaban de la importancia de los derechos humanos y de la democracia. Pero eso que veíamos en las aulas, no coincidía con la realidad de las dictaduras militares en las que crecí”, platica.

Definitivamente lo que marcó su vida fue un viaje que hizo al norte de su país donde, según indica, pudo ver la aguda pobreza en la que vivían los indígenas.

“También me impactó fuertemente “El Cordobazo”, un movimiento de mayo de 1969 en el que los trabajadores de las fábricas automotrices pedían elecciones y se manifestaban contra la dictadura”,  dice.

En medio de ese periodo de convulsión política de mediados de la década del 70, con censura, secuestros, desapariciones y asesinatos de maestros, sindicalistas y líderes progresistas que la Junta Militar consideraba terroristas y subversivos, Nestor surgió como líder estudiantil.

“Había hasta quemazones de libros, Para ellos los libros y las ideas de Freud y su psicoanálisis, las de Einstein con sus teorías de la relatividad; y los cuadros de Picasso con el cubismo promovían valores que cuestionaban el status quo de las ciencias, las artes y la política”, explica. “Por ende, [también] los cimientos de la sociedad occidental y cristiana de la que ellos [Junta Militar] se sentían los defensores históricos. Todo lo otro, eran valores e ideología subversiva”, agrega.

Su paso en centros clandestinos

Néstor fue arrestado el 5 de septiembre de 1975 cuando tenía 21 años y poco antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976. “Hace rato que me andaban buscando”, dice.

“Me llevaron al D2, uno de los centros clandestinos que estaba junto a la Catedral de Córdoba. Teníamos una idea del tiempo por las campanadas de la Iglesia. Me torturaron. Me daban electroshocks, me ponían la pistola en la boca», recuerda.

Néstor pasó por cuatro prisiones políticas de los militares. Uno de los momentos más duros, fue en diciembre de 1976 cuando a él y a algunos de sus compañeros en la UP1 de Córdoba, considerado un centro clandestino, los obligaron a arrodillarse y a rezar.

“Esto es lo último que van a hacer, nos dijeron y nos subieron a un avión entre insultos y golpes. Pensaba que nos iban a matar, pero solo nos llevaban a la Prisión de Sierra Chica, al sur de la provincia de Buenos Aires, ese fue la tercera prisión política  donde estuve”, narra.

En marzo pasado, Nestor volvió con su hijo Jonathan y su hermana Sandra que vive en Brasil al D2,  que ahora es un museo a la memoria. “Los tres lloramos mucho”, dice.

“Fuimos a ver hasta la casa en la que vivía el ya fallecido ex general Luciano Benjamín Menéndez, conocido como La Hiena, por su crueldad”, rememora.

Durante un viaje que hizo a Argentina para despedir a su padre quien estaba en sus últimos días, el 28 de julio de 2010 le tocó coincidir con el juicio a varios militares que participaron en la época del terrorismo de estado.

“La felicidad que me dio asistir al juicio y gritarle ¡asesino! a Menéndez, fue empañada por la muerte de mi padre”, afirma.

Al recordar esa época de su vida, Néstor, quien se convirtió en sociólogo en Estados Unidos y fue catedrático durante 28 años, dice que evidentemente él no es la misma persona de hace 40 años.

“Ahora me doy cuenta que era una locura confrontar a los militares, pero si volviera a nacer, no cambiaría nada de lo que hice por lograr los sueños de nuestra generación”, dice.

Sin embargo, Néstor revela que aunque sigue siendo muy liberal, se ha vuelto más pragmático.

“Apoyo a Bernie [Sanders] y a Elizabeth Warren por sus deseos de justicia y cambio social, pero me gusta jugar con la matemática electoral y pienso que Biden tiene más posibilidades de reconquistar la Casa Blanca”, expone.

Néstor, de 66 años de edad, regresó a dar clases después de jubilarse.

“Doy clases de Introducción a la Criminología y otra sobre los Grandes Problemas Sociales en el Colegio Rio Hondo de Whittier. También doy clases online en el American International College”, platica.

Este artículo fue originalmente publicado en La Opinión de Los Ángeles.

Araceli Martínez Ortega tiene más de 20 años de experiencia como periodista en California. Trabaja para La Opinión desde 2006, fue corresponsal de este diario en el capitolio estatal de Sacramento; y desde 2013, está en Los Ángeles, cubriendo temas de la política local y estatal, además de asuntos comunitarios. Antes de unirse a La Opinión, trabajó para Univision San Francisco, y ha sido colaboradora constante de Radio Bilingüe.

En México, trabajó para el diario El Universal, y diferentes medios impresos y de radio en Sonora, México como el diario El Imparcial, Radio S.A. y Radio Mujer, entre otros. Ha recibido una variedad de reconocimientos. Los más recientes son los dos premios que se llevó este año, otorgados Ethnic Media Services.

2 comentarios

  1. Ejemplo de militante por las libertades civiles, que muy joven se enfrentó a la dictadura militar, una cruel máquina de matar y torturar que se llevó a miles de intelectuales, técnicos, científicos, estudiantes y obreros argentinos disidentes. Néstor puede hoy dar testimonio de sus luchas y, como muchos de nosotros aquí en Argentina, sueña con un país libre y justo para todos. Mi reconocimiento a su valentía y su persistencia.

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