Leo y escucho el reclamo airado de que tomó solamente ocho minutos aprobar la reforma judicial. Lo primero que pensé es, ¿cuánto tiempo hubiera sido adecuado para esa aprobación? ¿Doce minutos, ocho horas, ocho días?
También escuche, después de rechazar que se hiciera una reforma judicial, que si debía hacerse pero no en ese momento ni de ese modo. ¿? ¿.
Durante más de seis meses se planteo el propósito de reformar el poder judicial, hubo discusiones profundas y superficiales sobre el mismo. Yo mismo conduje dos conversatorios en el programa Por La república sobre el tema.
Se discutió en radio y televisión; hubo foros nacionales y la derecha se vanaglorió de haberla podido frenar en la cámara de diputados porque MORENA carecía de una mayoría calificada.
Entonces el presidente, la candidata y MORENA convirtieron en llamado de batalla electoral el Plan C, que consistía justamente en lograr la mayoría calificada para aprobar 20 reformas constitucionales, entre las que destacaba la reforma al poder judicial. Y lo lograron.
Posterior a la aprobación legislativa federal, vino la de los Estados, donde se mostró una fuerte organización y manejo político, por lo que tomó solamente unos días que las legislaturas estatales la aprobaran. Pero el reclamo lastimero fue que se aprobara en solamente ocho minutos, que es lo que tomó la sesión que daba por válido el procedimiento de la reforma.
La política de la negociaciones
Una vez más como ya ha estado sucediendo en el debate político –exageré porque eso no es debate- se empantanan con argumentos fútiles, triviales y hasta ridículos.
Esta quedando clara la verdadera cara de la política y su nivel en México}. Se caracteriza por falta de seriedad, lealtad, compromiso, fidelidad ideológica. Lo único que cuenta es satisfacer egos, egoísmos y por supuesto preservar los intereses personales, algunos muy mezquinos, algunos muy ambiciosos, y las instituciones han caído bajo el mando de personajes deleznables, o como ahora se les dice, impresentables.
En un sistema caracterizado por el “chauplineo” de los políticos, algunos, entre ellos miembros del gobierno entrante, han recorrido tres partidos políticos. No podemos olvidar a Porfirio Muñoz Ledo que presidió tres partidos políticos y López Obrador ante una pregunta respondió, “¿de cuál partido era yo presidente en ese entonces?, no quiero acordarme”. Hay que darle el crédito que sus partidos eran el mismo, con otras siglas.
Entonces vociferan contra el senador que cambia de preferencia y vota por la reforma, según él porque así lo dictaba su conciencia: “TRAIDOR” le gritaron, como si toda la reforma dependiera de un solo voto, y como de exageraciones se trata lo expulsan del partido, condenándose a perder todas las votaciones futuras y perder la posibilidad de poder negociar, porque la política es negociación. ¿Quién es el traidor entonces?
Un legado ganado desde el poder
El remate es que PAN y PRI que saben mucho de compra de votos y voluntades, como cuando vendieron el apoyo a la reforma energética a cambio de dinero y gubernaturas, acusaron que MORENA y el gobierno intentaban comprar sus votos, pero el denunciante no mencionó ningún caso.
Finalmente un senador desapareció porque fue a ayudar a su papá a sacar la licencia, aunque dijeron que fue a ayudarlo a salir de la cárcel., Ambos casos facilitaron la mayoría calificada.
Supongamos que las acusaciones sean ciertas; que el gobierno apretó dónde duele, en lo sórdido de la vida que los poderosos le ocultan a la sociedad y que amenazó, presentó acusaciones, detuvo gente, que ofreció las perlas de la virgen. De ser cierto, demostraría que las formas de la política mexicana no cambian, y que como el fin justifica los medios (NUNCA lo dijo Maquiavelo), pues pasó lo que por cuestión política tenía que pasar: ganó el partido en el poder. Ni hablar, así es la política.
La derecha y corifeos que la acompañan, incluidos los que añoran los apapachos y el chayote, sostienen que la reforma es un regalo para el Presidente que se va a su rancho. El Presidente intentó cerrar su sexenio iniciando el cambio de régimen, pero no pudo, y en una jugada cantada, anunció que convocaría al pueblo a que le diera mayoría para ese propósito, y anunció que la Legislatura entrante cumpliría con esa tarea, y ganó. Así también es la política.
López Obrador resultó ser un político de colmillo retorcido. A una periodista le dijo que decía cosas para que tuvieran nota y para que se entretuvieran atacándolo, mientras en el nivel de la política real, el daba pasos firmes para dejar un legado de nuevo régimen, que lo haría pacíficamente y gradualmente. Jugó a que su sucesora compartiera ideas y propósitos. El mismo grupo se queda en el poder.
Ya veremos si Claudia Sheinbaum quiere o puede con el paquete.