ARIZONA – Abro los ojos y antes de levantarme de la cama me descubro revisando las estadísticas del coronavirus en Arizona. Las primeras semanas me alarmaba al ver como los casos aumentaban por docenas; ahora son por cientos. Pareciera ilógico. Tenemos más de dos meses encerrados, ya debería aplanarse la curva ¿no?
Esta semana superamos los 12 mil casos en el estado. Suenan como muchos, pero no los suficientes para mantener en pie la orden de “quédate en casa” del gobernador Doug Ducey. Es por eso que a partir de ya, Arizona está básicamente “de vuelta a los negocios”.
Abren comercios
El viernes pasado abrieron los salones de belleza, después las tiendas y algunos centros comerciales; poco más tarde, las albercas, las iglesias y los gimnasios, y el 15 de mayo se suman los casinos y algunos centros recreativos. Solo permanecen cerrados los bares, los cines y otros lugares de entretenimiento.
Las autoridades estatales están tan confiadas en que pueden hacerle frente a la pandemia, que el gobernador invitó a los equipos deportivos profesionales para que escojan a Arizona como sede de sus eventos y campeonatos. Hasta el momento, los partidos tendrían que ser sin público, pero no descarta la posibilidad de que en un futuro no tan lejano, se puedan abrir las puertas de los estadios a la afición. Esta es una de las propuestas de Ducey para reactivar la economía local.
¿Habrá recaída?
Pero muchos residentes no están tan seguros de estar listos para regresar a la antigua normalidad. Desconfían del gobierno, de los datos oficiales, de sus vecinos y de los otros que no respetan las recomendaciones de seguridad pública; a veces dudan de ellos mismos y su capacidad de minimizar el peligro. Temen que la recaída sea más dura. Lo curioso es que los mismos que se oponen a dejar el aislamiento, son los que consideraron que esto era una exageración cuando la pandemia recién empezaba. Quizá soy de uno de ellos.
Me cuesta mucho creer que sea este el momento más conveniente para reabrir el Estado, cuando he sido testigo de cómo durante la pandemia lo que más escasea es el sentido común. He entrevistado a sobrevivientes del coronavirus y también a deudos; he escuchado de empresarios y de religiosos; también les he prestado oído a los extremistas. Todos distintos; todos con un miedo escondido, al virus o a la pobreza, a la enfermedad o la negligencia. Sus posturas cambian según su conveniencia o necesidad. Están cansados del encierro y la incertidumbre, pero más que nada, de la indiferencia ajena.
La reapertura tendrá un costo que Arizona parece estar dispuesto a pagar: los más vulnerables. Siempre ha sido así, los más necesitados con las bajas que poco le importan al privilegio. Es un sacrificio humano para Midas; es la realidad que ha existido desde antes de la pandemia.