Argentina en la miseria

Bloomberg acaba de revelar su Índice de Miseria de 2019. En el ranking, Venezuela aparece como el país con la inflación más alta del mundo. Nada sorprendente considerando que está al borde de una guerra civil. Lo que no parece tener explicación es que Argentina, un país en donde hay cierta estabilidad política, tenga la segunda inflación más alta del mundo. Nada menos que un 51.4%.

El caso argentino es realmente un rompecabezas sin solución aparente. Con tantos recursos naturales y un gobierno que en los últimos tres años ha tenido el suficiente espacio político para implementar su agenda económica, no se entiende cómo el país de las pampas y el tango esté al borde del colapso económico. Porque así es exactamente cómo el Financial Times y Forbes han caracterizado la crisis económica que se confronta.

Neoliberalismo

Desde que asumió el presidente Mauricio Macri en 2015, Argentina ha seguido un plan económico que, sin lugar a dudas, es definido como puro neoliberalismo.  El esfuerzo se concentra en reducir el papel del estado en la actividad económica, promover la iniciativa privada, remover regulaciones e invitar al capital extranjero a que invierta en el país.

Pero nada le salió bien al señor Macri. El incremento astronómico de las tarifas de los servicios públicos, la remoción de las retenciones que se habían impuesto al sector agroexportador que ayudaban a subsidiar programas sociales, la liberalización del sector financiero y un dólar que se disparó a más de 40 pesos, la adquisición de una deuda de $50 mil millones con el Fondo Monetario Internacional, generó desempleo, un incremento de la pobreza que afecta a un tercio de la población, una recesión devastadora y un Riesgo País que llegó a los 835 puntos y anticipa la amenaza que confronta la nación.

Elecciones en el horizonte

Para el señor Macri, que en las encuestas aparece con números negativos imposibles de remontar, es una cuestión existencial porque en solamente seis meses, el pueblo argentino debe decidir si lo reelige por otros 4 años o busca una alternativa entre una oposición que, hasta ahora, aparece dividida.

¿Un Macri keynessiano?

Por más ideológico que Macri y su equipo de neoliberales sean, no son suicidas. Por eso cuando menos se esperaba, decidieron hacer un giro de 180 grados y, temporalmente, implementar políticas económicas que, no importa cómo se las mire, son claramente un esfuerzo keynesiano de intervencionismo estatal en la economía que contradice todo lo que estos señores han venido pregonando e implementando en los últimos tres años.

Las medidas incluyen un control de precios sobre 64 productos de la canasta familiar, suspensión de futuros aumentos de tarifas por seis meses, préstamos a jubilados. O sea toda una serie de medidas que buscan reactivar el mercado interno y reducir los efectos de la recesión.

Claro, todo esto no porque Macri y sus asesores de la noche a la mañana se hicieron kirchneristas sino porque tienen exactamente seis meses para cambiar el sentimiento de la agente. Para ser más preciso, hasta el 27 de octubre que es la primera ronda de las elecciones presidenciales. Pero convencer a la gente que el desempleo y el hambre es parte de un progreso futuro es una tarea de cíclopes. Especialmente si se considera que, de acuerdo a las encuestas del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), seis de cada diez argentinos piensan que la situación económica dentro de un año continuaría igual o peor y el mismo porcentaje está dispuesto a votar a candidatos de la oposición.

Fin de una era

Con el precipicio en el horizonte económico y social, es como que en Argentina se está acabando una era: la del experimento neoliberal. La esperanza de muchos es que el peronismo logre unificar a la socialdemocracia de la señora Cristina Kirchner con sectores históricos centristas para conseguir ese número mágico que derrote ese neoliberalismo esperanzador de globos y fiesta que prometió pobreza cero pero que, sin embargo, ha llevado a Argentina al segundo puesto en el ranking mundial de la Miseria.

Martín Ocampo

Escritor y periodista de Paysandú, Uruguay, quien actualmente reside en Nueva York, EE.UU., en donde ha trabajado en diversos medios. Su corazón es charrúa y su pluma es latina.

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