Siempre conviene tener cuidado con las comparaciones, con las analogías. Más allá del pensamiento que razona en función de lo inductivo –de lo específico a lo general- o bien deductivamente –de lo general a lo particular- la analogía, es un método auxiliar que también tenemos disponible. Precavidamente, sin embargo, tenemos que formular e inferir sus contenidos. Hay diferencias cuando establecemos comparaciones, cuando elaboramos analogías, pero se estima que son válidas, so pena de caer en procesos conceptuales fundamentados en falacias lógicas.
Javier Milei: la analogía del desastre
Sale a colación el tema de la analogía porque es de aceptar que tanto personas, como empresas, y sociedades, constituyen organismos vivos. Se desarrollan a partir de generar aspectos reales de aquello que era potencial o inmanente en ellos. Lo que de manera específica se desea resaltar aquí es que tanto una persona como una organización o la sociedad de un país, son entidades que tienen vida propia.
Su desempeño es afectado por condicionantes del medio, por aspectos internos, por respuestas a estímulos. De manera similar o análoga, una persona o una empresa, o una sociedad, sometida a tensiones, en circunstancias de angustia, corre el peligro de tomar decisiones intempestivas, auténticos “golpes de timón”, de consecuencias impredecibles.
En general, este es el conjunto de riesgos que se pueden observar actualmente en Argentina.
Se adelanta –aunque últimamente por estrecho margen- el candidato Javier Milei, quien se identifica como perteneciente al extremo libertario.
Para analistas que incluyen a Micaela Cuesta, que le ha dedicado un estudio bastante detallado, es sin duda un personaje extraordinario, con el riesgo de ser un protagonista sacado “de los mismísimos bolsillos de Frankestein”, en recuerdo de la novela de título homónimo de Mary Shelley (1797-1851) de 1818.
No se trata en todo caso de deslegitimar con base en etiquetas y sobrenombres, es de analizar contextos, planteamientos y perspectivas.
Es evidente que a Milei y con ello al movimiento libertario, se le podrían dedicar cuantiosos folios, respecto a motivaciones, contexto en el que opera, expectativas políticas que plantea y repercusiones sociales que se pueden identificar para Argentina.
A fin de colocarlo de manera más bien concisa, el candidato puntero para las próximas elecciones en el referido país sudamericano, propone –entre otros elementos- prescindir del Ministerio de Educación, desaparecer el Ministerio de Salud, dolarizar de tajo la economía del país, eliminar nada menos que el Banco Central de la nación argentina, autorizar generalizadamente el mercado de órganos humanos.
El candidato puntero se jacta en medio de discursos aderezados con insultos de extremo peyorativo, de todo un inventario de medidas sin remilgos ni matices. Su aceptación es parte del grito de angustia de una sociedad que se encuentra –y con toda explicación- al borde del desquicio.
Para justificar esto último hay que tomar en cuenta que Argentina espera cerrar este año de 2023, con un 40% de su población en condiciones de pobreza, con cerca de 9% de sus habitantes subsistiendo en pobreza extrema o indigencia, con una contracción en el producto interno bruto, de -3.3%, con una deuda que estaría ascendiendo –los números varían mucho según los analistas que se consideren- a cerca de 247,000 millones de dólares; con una inflación anualizada –esto es gravísimo- de al menos 110%.
El peligro de los fáciles radicalismos
El problema es que, en condiciones de agobio, una sociedad puede dar auténticos saltos al vacío. Ejemplos de esto se tienen en América Latina. Baste recordar el caso de Abdalá Bucaram –en agosto de 1996- en Ecuador, o la elección de Hugo Chávez, en diciembre de 1998 en Venezuela.
En la misma Argentina, a fines de los años ochenta, Carlos Menem tomó el poder del Ejecutivo 6 meses antes de finalizar el período constitucional del presidente de ese entonces Raúl Alfonsín. Fue precisamente la dolarización –en la modalidad de caja de convertibilidad monetaria- es decir la paridad demasiado prolongada del tipo de cambio 1:1 la que generó buena parte de los problemas que aún no se han podido resolver y que son recurrentes en la administración económica del país.
Por supuesto que Milei tiene razón en aspectos que todo análisis serio identificaría. Esos serían los temas de lucha contra la corrupción y de abordar el problema de la inseguridad. Cierto. Esos flagelos deben ser enfrentados, pero las medidas extremas son serias amenazas en cuanto a repercusiones y el potencial desemboque en incentivos perversos además de situaciones no deseadas.
Es de admirar. Se requiere de una personalidad “especial” para proponer eliminar el banco central. Precisamente los bancos centrales y su autonomía técnica en la toma de decisión, fueron elementos que permitieron a América Latina en general y a Argentina en particular, sobreponerse a las recurrentes pesadillas dantescas que significaron niveles galopantes de inflación. Eso fue en los años ochenta. Algo debemos aprender.
Es explicable la frustración y la angustia de la sociedad argentina. Un país que ha probado casi todas las variantes de presidentes. Ahora el peligro se concentra en las imprevisibles consecuencias que pueden traer los radicalismos “fáciles” de un candidato como Milei. No se duda de las intenciones a favor del país, pero los mecanismos pueden hundir aún más a una sociedad que padece el sufrimiento de múltiples oportunidades perdidas.