Así se protege a la democracia

El juicio político al presidente Trump es inevitable. No puede ser pasado por alto incluso cuando ya no esté en la Casa Blanca. Lo ocurrido el miércoles 6 de enero, que terminó con el asalto al Capitolio de sus seguidores, es el resultado de una acción deliberada contra la democracia.

No importa que en pocos días haya otro presidente. El propósito del juicio parlamentario es quitarlo de la política de una vez por todas. Algunos republicanos ven una oportunidad para expulsarlo del mundo partidario.

No importa que haya que hacerlo después de los 100 días del nuevo gobierno de Joe Biden, si es necesario para que no sea una distracción. Hay cuestiones muy urgentes cómo lidiar con el coronavirus.

No importa si faltan suficientes republicanos en el Senado para ganar ese juicio. El partido está en una crisis existencial sobre su futuro. Eso no debe impedir el proceso contra una subversión violenta del proceso demócratico.

El presidente hizo un llamado a su gente con antelación prometiendo un mitin que “será salvaje”. Ese día el Congreso toma la última acción que confirma su derrota ante Biden. Desde el escenario Trump acusó al vicepresidente Mike Pence de “desilusiona” y alentó a la multitud a ir al Congreso a demandar que se anule la elección y “a mostrar fuerza y ustedes tiene que ser fuertes”.

En la multitud había gente pacífica pero estaba lejos.

Los que entraron gritando “colguemos a Pence” tenían intenciones siniestras. La caza del vicepresidente era uno de los objetivos para los Proud Boys, las milicias de donde sean, los supremacistas blancos y los conspiracionistas de todo tipo.

Llevaban bombas caseras, armas, esposas -como para tomar rehenes-, sogas y todos los elementos para una toma violenta. Hubo cinco muertos.

La Policía del Capitolio esperaba una protesta como expresión política en vez de defender al Congreso de un asalto. Hay quienes llevaban una misión. Otros estaban en una fiesta de disfraces, desde la fatiga de militar hasta el vestido de ciervo. La mayoría pareció hacer turismo tomándose fotos, asombrados de estar allí. Pudieron haber causado mayor daño.

El presidente con deliberación quiso interrumpir violentamente el proceso democrático al resistirse a salir del poder, alentando a una turba que impida la función del Congreso de ratificar un resultado electoral. Es una traición a la Constitución que juró defender.

Es ingenuo pedir que como acto de conciliación del nuevo gobierno, de unidad nacional, no se le haga responsable a Trump de lo ocurrido. Ignorar lo ocurrido es un acto de debilidad. La democracia atacada de esta forma no puede darse el lujo de no defenderse.

Es ridículo comparar los daños causados por las violentas y destructivas protestas contra el racismo con un asalto contra el Congreso con el fin de destruir una elección.

Trump, y sus seguidores, creyeron que la ley no era para él. Siguió los pasos de padrino de trampas, el abogado Roy Cohn, quien decía “no me interesa la ley, dime quién es el juez.” Así sacó provecho para si mismo, desde las bancarrotas hasta la presidencia, siempre enriqueciendose a costa de otros.

Los que conocen bien a Trump siempre dijeron que no iba a irse. El narcisismo de no aceptar una derrota lo llevó a un acto de locura populista contra el Congreso.

El juicio de político es para atribuir responsabilidades políticas de las acciones de la turba que asaltó el Congreso, dejando cinco muertos. Así también se protege la democracia.

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