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De todo lo que se ha dicho y escrito sobre el atentado contra la congresista Gabrielle Giffords, en Arizona, dos comentarios me han llamado la atención:
El sentido texto que el conductor de NPR y amigo personal de la congresista, Scott Simon, ha publicado y donde habla del carácter noble, fuerte y comprometido de Giffords, y de las cualidades que la hacen entre otras cosas una persona a la que no se puede dejar fuera nunca.
También menciona la preocupación de “Gabby” (como le llama cariñosamente) sobre el hecho de que personas “inestables” estuviesen continuamente “envenenando la politíca del estado al que tanto quiere”.
El segundo, fue un comentario de Rebeca Traister, la autora de «Big Girls Don’t Cry: The Election That Changed Everything for American Women» el cual cito textualmente:
“Ella (Giffords) es el tipo de política que este país ni siquiera podía empezar a imaginarse hace tan solo una década. Así que cuando me han preguntado sobre qué mujer que aún no se encuentra en el radar nacional, tiene la alquimia apropiada y novedosa que se requerirá para convertirse un día en la Primer Presidenta de Estados Unidos, una y otra vez mi respuesta incluye el mismo nombre: Gabrielle Giffords”.
El primer ataque fue en las oficinas de Giffords en Tucson, en marzo del año pasado. Ocurrió después de que ella votó a favor de la nueva Ley de Salud, la misma que ahora los republicanos quieren revocar. De lograrlo significará dejar sin servicios de salud a 30 millones de estadounidenses.
Dos días después otro ataque, en apariencia más sutil: la impresentable de Sarah Palin, a través de su Comité de Acciones Políticas (PAC por sus siglas en inglés), publicó el hoy desprestigiado mapa que marcaba con “blancos (dianas)” los estados y sus representantes que habían votado a favor de la citada Ley de Salud, invitando a los votantes a sacarlos del congreso en las siguientes elecciones intermedias.
Gabrielle Giffords tuvo una elección difícil, su contendiente –Jessie Kelly- candidato del Tea Party, se llevó el 47.2% de los votos, mientras que Giffords obtuvo 48.7%, en el Distrito 8 de Arizona, un distrito con una arrolladora mayoría blanca no latina (83.7%), al que le sigue la población hispana (18.2%).
Difícil saber qué tanto tuvo que ver la “invitación” de Sarah Palin en estos resultados, pues si de algo puede jactarse este país en los últimos meses, es que el nivel de debate en la política nacional, sobre todo desde la ultraderecha que cada vez gana más adeptos, está tocando fondos que recuerdan los tiempos más oscuros y macabros del siglo pasado.
Sin duda el discurso antimigrante es el qué más nos ha dolido, pero también se han dado otros casos que caen en el absurdo total, como la reciente concesión que tuvo que hacer Obama para proteger a los millones de desempleados, a cambio de continuar con los beneficios fiscales a los más adinerados, con la falsa pretensión de que estos beneficios fiscales redituarán directamente en la creación de empleos, cuando la realidad es que con todo y que han tenido estos mismos beneficios por años, eso no impidió que la tasa de desempleo rebasará el 10%.
Por otro lado, se encuentra el discurso plagado de descalificativos e intolerancias con que se han distinguido los programas de “comentarios” y “análisis” políticos de las distintas estaciones de cable y programas de radio. Es realmente desmoralizante escuchar las llamadas que se reciben en algunos programas y darse cuenta el nivel de odio e irracionalidad con el que se comentan los temas más importantes.
Por lo tanto, no es de extrañar lo del atentado contra Giffords. No es de extrañar que “un loquito suelto” se haya tomado la molestia de “hacerle un bien al país” atentando contra aquello que según él tiene a la gente perdiendo sus casas y sus empleos, y que se llama Gobierno. Pero no cualquier gobierno, sino el de Obama por supuesto, porque ya nadie parece recordar que una gran parte del déficit se le debe a la guerra de Irak, y que los 750 billones de dólares del fondo de emergencia para “sanear” las finanzas de los bancos, porque eran “muy grandes para caer’, fue una de las últimas acciones del gobierno republicano de George W. Bush.
Así que no es de extrañar, que después de discursos incendiarios, de llamar al presidente “chango” y pedirle que se regrese a África, de correr el rumor de que “el presidente -Oh No!- ¡es musulman! De negarle derechos de salud a millones de americanos, por razones que todavía no me quedan claras, de pedir que se le aplique la pena de muerte a Julián Assange, de con la mano derecha pactar que van a retomar el rumbo del país, y con la izquierda hacerle manita de puerco al presidente para continuar sangrando el presupuesto brindando beneficios fiscales a los más ricos del país ( que por su parte tienen el dinero sentado produciendo No más trabajos, sino más capital a través de intereses que les pagan los bancos rescatados con los impuestos de los estadounidenses). Y bueno, ¿qué ha pasado en este país que un reality show muy posiblemente le pueda comprar el boleto a una persona para las elecciones presidenciales?
Su última perla, demostrar su “alto sentido de humanidad”, pidiendo que se le nieguen derechos de ciudadanía a recién nacidos, solo porque sus padres resulta que no tienen papeles, porque las leyes migratorias de este país son una soberana basura, y decidieron cruzar sin papeles, en vez de tener que esperar 15 años en México, para recibir una cita en Migración.
No es de extrañar tampoco que detrás de este “loquito suelto”, vengan otros más, si no se hace un verdadero análisis de conciencia, y de una buena vez se va cambiando la retórica incendiaria, por el diálogo civilizado e inteligente en este país.
Y una última reflexión: qué pensarían los republicanos si el atentado se hubiera dado en Texas, a uno de sus congresistas, y que el arma utilizada para atentar y ultimadamente asesinar a sus políticos y ciudadanos, se comprará legalmente en una armería o tienda de departamentos en México. Eso, es lo que pasa diariamente en México, con sus armas y sus “intocables” leyes de protección de Estados Unidos al derecho del individuo a poseer armas. Y no veo a ningún republicano escandalizado por ello.
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