Hoy damos la bienvenida al nuevo presidente de Estados Unidos Joe Biden y a la nueva vicepresidenta Kamala Harris.
Su llegada al poder señala el final de una era terrible de desazón y despecho.
Donald Trump dejó tras sí tierra quemada.
Durante cinco largos años avivó el odio y la paranoia. El país es otro: resquebrajado y dolido.
En el terrible legado de su desgobierno están el desastroso fracaso en contener el coronavirus. Desestimar la crisis económica con su secuela de carencia de empleo, de desalojos de vivienda y de pobreza generalizada. Un déficit presupuestario insoportable. La pérdida del prestigio nacional frente al mundo.
Y la división que creó entre los estadounidenses al punto de propiciar un intento de golpe de estado grotesco y peligroso y el temor a ataques de terroristas domésticos.
Por eso, es un alivio haber visto hoy alejarse a Trump desacreditado, despreciado, abandonado por los líderes de su propio partido, con un futuro de juicio político, demandas judiciales y el derrumbe de su imperio financiero. No lo compadecemos.
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El día de hoy inició una era de esperanza y renovación.
Esperan al nuevo mandatario y su administración tareas hercúleas. Pocos presidentes vieron en el inicio de su gestión una convergencia tal de problemas, cada uno de por sí gravísimo.
Biden deberá pacificar y unificar al país. Detener la expansión de la pandemia y luego vencer al COVID-19. Dar un alto al derrumbe de la economía y reconstruirla. Y por encima de todo, insuflar nueva confianza en la población de que juntos, saldremos adelante.
No esperemos que solucione los problemas causados por el presidente saliente de la noche a la mañana.
Especialmente mientras Trump y su cohorte de personajes siniestros siembran la enemistad y la inestabilidad hasta el último segundo de su gobierno, de manera premeditada y desleal al interés de la nación.
Parte del daño puede corregirse con decisiones ejecutivas, y el presidente Biden lo está haciendo en este mismo momento; otra requiere el visto bueno del Congreso, o de los estados. Puede llevar tiempo. Semanas, meses, años. Tengamos entonces paciencia.
La comunidad latina en todo el país ha sido especialmente golpeada en estos cuatro años. El virus ataca más a nuestra gente, porque realiza tareas esenciales y sus condiciones de vivienda son más precarias. Porque sufre más de la creciente pobreza. Porque Trump la agredió, calumnió y amenazó como a ninguna otra, desde el primer día de su campaña hasta el último de su término.
Él y sus personeros.
No olvidaremos ni perdonaremos a quienes propiciaron la tragedia de los niños migrantes separados de sus padres y enjaulados. Ni a quienes difundieron la mentira del fraude electoral a sabiendas de que era un invento de Trump.
Por todo eso, junto con el resto de la comunidad, contemplamos la nueva era con satisfacción e inmensa esperanza en los días que vienen.
Bienvenidos, presidente Biden y vicepresidenta Harris. Les deseamos lo mejor.