No más abrir el sitio de internet de Current TV (current.com) donde trabajan (¿trabajaban?) Laura Ling, 32, y Euna Lee, 36, las periodistas puestas en libertad en Corea del Norte, y nos recibe un cálido, tierno, mensaje de bienvenida a las libertas.
¿Qué pasó? Desde marzo, cuando fueron arrestadas en la frontera con China por la policía norcoreana, el sitio pasó por alto la existencia de sus corresponsales. Desaparecieron: ni protestas, ni solicitadas, ni declaraciones. Las llamadas a su ¿redacción? produjeron sólo el silencio. Como si a Ling y Lee las hubiera tragado la tierra.
Casi: estuvieron incomunicadas, aunque en condiciones muchísimo mejores que las de los presos regulares y políticos en la macabra distorsión que es la dictadura coreana. Fueron halladas culpables por un alto tribunal de entrar ilegalmente al país y conspirar para causarle daño y condenadas a doce años de trabajos forzados.
¿Por qué callaba Current TV (con sede en San Francisco) ante la (mala) suerte de sus reporteras?
Shhhh… alta diplomacia… no estorben los esfuerzos… sabemos lo que hacemos….
No sabían nada.
¿Pruebas?
Uno de los cofundadores de Current TV es Joel Hyatt, o mejor, mi paisano Joel Zylberberg. Abogado, activista demócrata, millonario, interesado en la prensa, que patatín y que patatán.
Pero el otro, el otro cofundador, la cara pública de Current TV, es un tal Albert Arnold Gore Jr., o como mejor se le conoce: Al Gore.
Ex vicepresidente de Estados Unidos por los ocho años gordos de 1992-2000 y quien ganó las elecciones presidenciales de ese mismo año hasta que la Suprema Corte de Justicia le quitó la presea y se la entregó a Bush, hijo.
Al Gore, ¿el premio Nobel? ¿El premio Oscar? ¿El luchador por el medio ambiente? ¿El siempre candidato sí, candidato no? Ese mismo.
Entonces, la explicación del shhh… no molesten de Current TV era que Gore, detrás de las bambalinas, o como dice Miguel Hernández, “encima de los fusiles, en medio de las batallas”, estaba moviendo las cosas para que las reporteras volvieran a casa, a Carmichael, cerca de Sacramento.
Más patrañas.
¿Cómo se sabe?
Porque fue Bill Clinton el “salvador”, el que recibió un regalito de su esposa para hacer renacer su frustrada carrera pública que sufrió un revés durante la campaña electoral Anti-Obama del año pasado, con sus declaraciones fuera de tono.
Claro:
1. Las reporteras fueron desde un comienzo una carta política para Pyonyang.
2. Se convirtieron en otra carta política para Washington.
3. Su liberación fue acordada antes del viaje de Bill con los norcoreanos, que según Hillary (es su esposa, ¿no?, ex pre candidata presidencial demócrata y que sirve como secretaria de Estado, o sea la encargada de relaciones de Estados Unidos con otros países del mundo. Esa.) “pidieron” que fuese Bill quien viajase.
4. ¿Fue Bill Clinton quien viajó? Porque en las fotos tradicionales tomadas a la delegación “privada” estadounidense con la cúpula de la dictadura norcoreana, se ve a Kim Jong Il, petiso, rechoncho, con el traje que usaba Mao a los 17 años, y con una sonrisa de oreja a oreja. Más amplia, imposible. Contento, feliz, chocho. ¿Por qué? Usted, ¿no sonreiría si lo viene a visitar Bill Clinton? Pero, ¿es, realmente, Clinton? Porque lo que hay al lado de Kim (su apellido) es una figura que ni sonríe, ni mira a la cámara, ni nada. Es una figura de cartón que Kim se llevó de su última visita incognito al frente de la Casa Blanca. Es que Clinton hizo en Pyonyang de fantoche, de muñeco. “Hola, soy Bill, vengo por las chicas”.
Pero se trata de Al Gore.
La primera evidencia de que Gore no hizo nada es que fue Bill Clinton a Pyonyang. No él. Si Gore le hubiese pedido a Clinton, Clinton no iba. ¿Por qué? Porque en la campaña electoral de 2000, como Clinton estaba desacreditado por lo de Monica Lewinsky, Gore le hizo desaparecer del proselitismo. Aunque fuese aún presidente. Los Clinton no se olvidan.
La segunda evidencia es que en el aeropuerto de Burbank, ¿quién fue el primero en recibir a las damas de vuelta de cautiverio? Al Gore. ¿Hay cámaras? ¿Dónde están los micrófonos? ¿Probando, probando? Aquí estoy, soy Al Gore y vengo a dar la bienvenida a mis empleadas.
Pero la última evidencia es con lo que iniciaba: el mensaje de bienvenida. Ahí reaparecen, resucitan las reporteras y se da las gracias a todos. ¿A ver el final?
“We want to thank the Obama Administration for its continuous and determined efforts to achieve this outcome, and President Clinton for his willingness to undertake this mission.”
¡Ja ja ja! Gore dice: la administración Obama (no Hillary Clinton) hizo los esfuerzos para lograr este resultado (no dice “y logró este resultado”), y ¿Bill Clinton?: ¡gracias por aceptar la misión!… de ir a buscarlas, de ganarse los titulares. ¿Aló, Estocolmo? ¿Oslo? ¿Copenhagen? ¿Premio Nobel?
En una frase, Gore (o quien le escribió el texto aprobado por él) resumió su hostilidad contra Bill Clinton y su resentimiento. Perdón, su tradicional resentimiento. Se hermanaron así, las peleas de las dinastías y las politiquerías personalizadas del Imperio (lo de aquí) con las del Reino (el de allí).
Ehh… y ¡bienvenidas las reporteras a casaaaa!