No me gusta decir la edad, y no es que me arrepienta de mis años vividos o me avergüence de mi historia. Podrán llamarme ridícula, pero soy de las que miente la edad siempre. Como dice un amigo “algún defecto una tiene que tener”. Y mi defecto es que hasta yo misma me olvido a veces del año en que nací.
Eso sí, cada año festejo mi cumpleaños como si fuese fiesta nacional. Desde que emigré al norte, tengo la dicha de festejarlo en verano. Aunque nací y crecí en el sur del mundo, el invierno jamás ha sido santo de mi devoción.
Pero el norte, además de permitirme festejar bajo el sol californiano, me da en su calendario dos días de diferencia (y unos cuantos años claro está) con la celebración de la Independencia “americana”: el famoso 4 de julio.
Fecha que recuerdan, con estrepitosos fuegos artificiales, carne asada y cerveza, los amantes de la Independencia y que yo aprovecho no para honrar a los héroes patrios sino para seguir los jolgorios de mi nacimiento.
Y es que la historia oficial patriota de este país poco me llega al alma.
Sin embargo, mi cumpleaños también tiene dos días de diferencia con una fecha histórica de Estados Unidos que no todo el mundo celebra y que para mí, es la segunda fecha más importante del calendario: el 28 de junio.
Y ésta sí es una parte de la historia que tiene que ver conmigo.
El Stonewall Inn existía desde antes de mi nacimiento, y aunque estaba lejos de mi ciudad, mucha similitud tendría con mi lugar geográfico y mi vida. Un bar frecuentado por marimachos, tortilleras, jotas, putos y maricones similar a los existentes en mi tierra.
Un sitio parecido a los bares que frecuenté en mi país, tanto en la capital como en el interior y donde me reunía con mis iguales. Un bar como los que hoy en día existen en cualquier ciudad latinoamericana.
Y en esta fotografía no sólo existía el bar. También un grupo de policías reprimiendo, encarcelando, y una sociedad marginando desde la palabra y la acción a los “raros”.
Situación que años más tarde padeciéramos con mis amigos al ser detenidos en los primeros bares para personas lésbicas, gay, bisexuales o trangénero (LGBT) en Montevideo durante la dictadura militar allá por los años ochenta, y que además se propagara durante los gobiernos democrático bajo marginación social y discriminación, no sólo de la policía sino de lo que más duele: la familia, el vecindario, los amigos y el ámbito laboral.
Pero ahí en Stonewall, frente a los policías – defensores del orden social – un grupo de mujeres transgénero – que como siempre han estado al frente de nuestra lucha LGBTQ – hartas, se revelaron diciendo “¡Basta!”.
Un grupo tan parecido a aquella mujer transgénero que recientemente muriera a golpes por no dejarse violar en un lugar de Centroamérica.
Dicen que la violencia no se justifica y yo me digo, hay tantas maneras en que la sociedad ejerce su violencia hacia nuestra comunidad justificándose en la religión, la ley, la moral o la tradición.
¿Qué de extraño tiene entonces que aquel grupo, hartas de la violencia policial, decidiera hacerle frente a los abusos policiales en Stonewall?
¿Qué de extraño tiene que respondamos con todas las letras los ataques de la iglesia cristiana que sigue empecinándose en catalogarnos como endemoniados?
Hemos vivido (vivimos) en una sociedad heterosexista y cisexista que nos trata con violencia desde que nacemos y desde que decidimos no esconder quienes somos. Violencia legalizada. Violencia disfrazada de tolerancia pacífica. Violencia verbal, psicológica, emocional y física.
No intento hacer una apología de la defensa con piedras, palos y puños pero rescato el valor de defender nuestros derechos a como de lugar. Y si es necesario, cuando nada más cause efecto, a golpes como lo fue en Stonewall.
Stonewall fue el inicio de nuestro movimiento. Aquel 28 de junio de 1969 fue el primer paso de una lucha que continúa porque mientras exista una sola persona en este mundo con homo-, lesbo-, bi- o transfobia internalizada, no existirá igualdad ni paz. Y esa es nuestra lucha: conquistar la igualdad y la paz para nuestra generación y las generaciones venideras.
Muchos desfiles y marchas en diferentes partes del mundo se dan en el mes de junio. En varias ciudades han elegido otro mes como mayo o septiembre. Y si bien creo, cualquier fecha es buena para recordar nuestro orgullo por la diversidad.
Ha sido y es el 28 de junio el Día del Orgullo LGBTQ en honor y recuerdo de aquel puñado de maricones, de putos, de jotas que se convirtieron en nuestros verdaderos héroes.
El 1 de julio vine a esta vida y lo celebro. El 28 de junio, me dieron voz y lo celebro. ¡Feliz Día del Orgullo LGBTQ! ¡Feliz cumpleaños! para mí y para ti que cumples años de vida y orgullo también sea en el norte o en el sur.
Publicado originalmente en XQSImagazine.