Guilty.
Guilty.
Guilty.
Mientras el juez Peter Cahill leía el veredicto en el juicio al expolicía Derek Chauvin millones detuvieron su respiración. Nosotros también. Las expectativas eran bajas. Alcanzaba con que un solo miembro del jurado, de los doce, estuviese en desacuerdo con sus once colegas. Es más, alcanzaba con que un solo miembro del jurado dijese que «siento una duda razonable» para que la decisión cambiase.
Alcanzaba con ese solo miembro para que la multitud que se estaba congregando fuera de la sala del Centro de Gobierno del condado Hennepin en el centro de Minneapolis iniciara una terrible, terrible protesta: la de los derrotados.
No fue así.
Llegaron a su decisión con una rapidez inusitada. Una rapidez que se reserva a quienes no creen en lo que la acusación presentó, quienes no tienen dudas y quienes están dispuestos a expresarse con un gigantesco no. Por eso, al enterarnos que el jurado había llegado a una decisión, pensamos que era de inocente.
Y ese pensamiento, esa sospecha creció cuando supimos que la lectura del veredicto había sido postergada por unas horas. ¿Por qué? Porque, nos dijimos, estaban preparando tropas para detener cualquier queja.
No fue así.
¿Por qué salió culpable Chauvin del asesinato de George Floyd?
Varias razones, algunas de las cuales se irán revelando en las próximas semanas. Porque en las próximas semanas veremos si el veredicto señala realmente un cambio en la actitud hacia la violencia policial, hacia la violencia contra jóvenes afroamericanos.
La evidencia era clarísima: el hoy asesino mirando la cámara de un muchacho de 19 años que lo estaba filmando cuando mataba a Floyd. Mirando sin expresión. Poseso porque su rodilla ahorcaba a Floyd. Poseso.
Además, el «establishment» policial, esta vez, no apoyó al acusado con el muro azul del silencio. Esta vez, sus propios jefes, así como otros jefes de policía en otras partes del país, así como otros exjefes convertidos en comentaristas de televisión, lo declararon fuera del rebaño. Porque era demasiado, y además, a los ojos del mundo.
¿Se hizo justicia? En un caso. Quizás se repita, quizás no. Pero falta mucho; la justicia debe hacerse en un plano mucho más amplio. Al menos, se detuvo el derrumbe, por ahora.
Entonces: ¿habrá cambio? El president Biden, se anunció, se dirigiría a la nación. Quiere aprehender el momento y cabalgar en él. Lo mismo que otros.
Mientras tanto, el reportero preguntó a una de las mujeres que lloraba más fuerte fuera del juzgado qué sentía.
«No estoy contenta, porque los familiares de George no lo verán más. Está enterrado».
¿Qué queda? Una imagen. El expolicía, el asesino, el Chauvin culpable, conocedor del protocolo, se levanta, mira atrás, ve al agente de la corte que se acerca con las esposas en la mano. Y él pone sus brazos atrás. Las esposas se cierran sobre sus muñecas y sale de la sala, derecho a una celda, quién sabe por cuántos años.