Chícharos acabaditos de colar: el cataclismo del café cubano

 

“No se vaya todavía, Paco, que le voy a traer una tacita de chícharos acabaditos de colar.” Por incomprensible que parezca,, esta frase podría ser hoy cotidiana en Cuba si el gobierno castrista no insistiese en llamar café a la mezcla de un 50% del aromático y estimulante grano con otro 50% de chícharos tostados y molidos.

A propósito de anunciar el régimen, el 3 de mayo último, que se vuelve a la mezcla de ambos granos luego de entregar a la población durante cinco anos café vietnamita –de inferior calidad y mayor contenido de cafeína– la Organización Internacional del Café (OIC), con sede en Londres, reiteró que todo café que tenga más de un 5% de mezcla con otros granos no puede llamarse café. Así de simple.

Esto contrasta con la fama que tuvo Cuba durante unos 160 años como nación productora y exportadora de uno de los mejores cafés del mundo, sobre todo el arábigo suave de la variedad Bourbon cosechado en las montañas del norte de Oriente, donde un microclima especial favorece la produccion de un grano de extraordinaria calidad.

Cuba en 1958 produjo 60,000 toneladas de café y sólo 6,300 toneladas en 2011

Según el propio Ministerio de Agricultura cubano, en los años 40 el país era uno de los mayores exportadores mundiales de un café que era muy apreciado internacionalmente. En 1958 produjo 60,000 toneladas, es decir un millón de sacos de 60 kilogramos, equivalentes a 132.2 millones de libras, que divididas entre los seis millones de habitantes de entonces arrojó 1.8 libras de café mensuales por cada cubano.

Pero llegó el Comandante con su socialismo “y mandó a parar”. Y de qué manera: en la última cosecha (2010-2011) Cuba produjo 6,300 toneladas de café, la décima parte de lo que cosechaba cuando el país era “explotado” por el capitalismo.

En octubre de 1966, días después de que el ciclón “Inés” azotara las zonas cafetaleras de la Sierra Cristal –la segunda cordillera más alta de Cuba– en Oriente, fui con un grupo de estudiantes de periodismo a esa zona montañosa, rebautizada en 1958 por Fidel Castro como Segundo Frente Oriental “Frank País”. Nos dieron la misión de tratar de convencer a los cafetaleros privados que uniesen sus fincas en cooperativas en vez de trabajarlas individualmente, para así “aprovechar mejor los recursos y aumentar la producción”.

Además de lo bien que la pasamos mis colegas y yo entre aquella formidable gente de campo durante un mes, viviendo en la meseta de La Caoba (unos 800 metros de altura) y moviéndonos a caballo o a pie por aquellas hermosas montañas, recuerdo muy bien dos cosas: 1) que sólo uno de las decenas de campesinos que entrevisté me dijo que iba a “pensar” lo de la cooperativización; y 2) el pronóstico que algunos de ellos me hicieron de que con los controles impuestos ya por el estado y el bajo precio que recibían por cada lata (44 libras) de café cosechado, la producción cafetalera iba a continuar cayendo.

(De La Caoba tampoco se me olvidará la curiosa forma en que llegaba a allá arriba el diario “Granma”: desde un avión era lanzado cada día un paquete de varios periódicos que siempre caía en el parquecito que allí había. Y obviamente no olvidaré que allí me llegó un telegrama con la noticia de que había nacido mi primer hijo).

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Algún tiempo después, a fines de los 60, conversando con Mario García Incháustegui –el embajador ante la ONU a quien en 1962 le “tocó” hacer el ridículo de negar que en Cuba había misiles nucleares– director de Organismos Internacionales del Ministerio del Comercio Exterior (MINCEX), me confesó “off the record” que en las sesiones de la OIC en Londres ya no estaban haciendo efecto los pretextos para justificar el incumplimiento de la cifra de exportación que le asignaba a Cuba esa organización, que regulaba la oferta y la demanda mundial de café mediante un sistema de cuotas de exportación para cada país miembro, y evitar la caída de los precios.

Incháustegui se refería a los ciclones y otras afectaciones climáticas esgrimidos por las delegaciones cubanas por él presididas para tratar de enmascarar el descalabro cafetalero. “Yo insisto en los argumentos, pero ya no me creen”, comentó. Y con frustración me informó que la OIC ya había clasificado a la de Cuba como una “cuota de papel”, paso previo que daba esa entidad para luego suprimir la cuota y repartirla entre otros países exportadores que pedían aumentar sus ventas.

De exportadores de lujo a importadores baratos

En resumen, que tal y como me auguraron en privado los campesinos orientales hace casi medio siglo, la intervención estatal comunista provocó un cataclismo cafetalero. De gran exportador de un grano de gran calidad, el país pasó a ser un importador neto de café barato.

Hoy, mediante la cartilla de racionamiento se le entrega a cada persona una cuota mensual de 115 gramos (un cuarto de libra). Pero como viene mezclado con un 50% de chícharos tostados, lo que recibe realmente cada cubano son 57.5 gramos de café al mes, comparados con los 828 gramos per cápita mensuales de 1958.

Y aquí hay que agregar un importante detalle. Por su mayor densidad, el chícharo tostado y molido tupe los coladores de las cafeteras domésticas, razón por la cual estallan con frecuencia. Recuerdo los casos de amistades mias que en los años 90 sufrieron quemaduras provocadas por cafeteras que explotaron.

El verdadero néctar negro, como también se le conoce, lo toman los extranjeros, la nomenklatura y quienes reciben remesas de sus familiares en el exterior y pueden pagar $6.25 dólares por libra en las “shopping”, en un país donde el salario promedio es de $18 mensuales.

Cuando ya las cosechas habían descendido a niveles ínfimos, la solución que se le ocurrió a Castro fue el “Cordón de La Habana”. Rodeó la capital cubana con cafetos de la variedad caturra, un café de sol que se cultivaba en Brasil, pero sin tener en cuenta que los suelos y el clima eran diferentes, y que las plantaciones brasileñas no eran atendidas por empleados de oficinas y estudiantes “voluntarios”. El fracaso fue colosal y pasó a integrar el abultado inventario de disparates del Comandante en Jefe

De un rendimiento de  entre 0.36 y 0.40 toneladas de café por hectárea en 1958, según el Ministerio de Agricultura hoy se cosechan en Cuba de 0.11 a 0.12 toneladas por hectárea. La productividad se contrajo en casi un 70%. De las 80,700 hectáreas de café registradas, de acuerdo con el diario “Granma” sólo 68,600 están en producción.

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Lo peor es que debido a su patológico afán por controlarlo todo el régimen castrista no enfrenta con valentía la crisis, incluso dentro del propio sistema totalitario. Si el gobierno liberase a los caficultores privados (unos 38,000) de las trabas estatales, y les pagase sólo un tercio del precio que paga por el café robusta que importa, que se cotiza entre 1.25 y 1.35 dólares la libra, la producción se dispararía.

Asi ocurrió en Vietnam —oficialmente comunista— donde desde 1986 se permitió a los agricultores sembrar y vender libremente lo cosechado a precios de mercado. Y de importador de café, Vietnam se convirtió en el segundo productor y exportador mundial del grano, por encima de Colombia y sólo detrás de Brasil.

Pero los Castro no aman a su pueblo y no están dispuestos a hacer lo mismo.

Roberto Alvarez Quiñones (1941), periodista, economista y licenciado en Historia cubano residente en California, con 40 años de experiencia como columnista en el área económica, primero en Cuba en el periódico “Granma” (1968-1995), y simultáneamente en la Televisión Cubana, donde fue comentarista de economía internacional, desde 1982 a 1992. Profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana desde 1982 a 1992.
Llegó a EEUU en 1995, y en 1996 comenzó a trabajar en el diario “La Opinión” de Los Angeles, donde fue editor y columnista de las secciones de Negocios, Latinoamérica, El Mundo, y el suplemento “Tu Casa” (bienes raíces), hasta 2008. Actualmente es analista económico de Telemundo (TV), y escribe columnas y artículos para varios medios en español de EEUU y España. Es autor de 6 libros, 4 publicados en La Habana y 2 en Caracas, Venezuela. Ha recibido 11 premios de periodismo.

6 comentarios

  1. Gracias, estimada colega Margarita. Me complace mucho que lea mis articulos y que luego se tome el trabajo de escribir algun comentario, que siempren constituyen un aporte al tema tratado. Esperare su regreso para leer sus «cronicas de viaje» acerca de su visita a nuestra querida y tan sufrida isla de Cuba.
    Mis saludos afectuosos
    Roberto

  2. Una vez más Roberto Alvarez-Quiñones gracias por otro artículo excelente.

    En cuatro días estaré en Cuba con mi hija. El último viaje lo hice hace doce años, observaré, viveré y sufriré el derrrumbe económico de Cuba. Traeré fotos y y escribiré para dos periódicos sobre aspectos de fondo de nuestra patria que tanto nos duele

    Gracias, gracias, conservo todos sus artículo de forma especial.

    Margarita Noguera, autora de ENTRE ARCO IRIS Y NUBARRONES y proximamente VOCES DE ITA.(Poemas y narrativas.)

  3. La parte mejor de este buen analisis economico es cuando dice que si el regimen castrista tuviese solo un poquito de respeto por los cubanos le pagaria a los cosecheros de cafe la tercera parte del precio que tiene el cafe en el mercado internacional. Haciendo eso la produccion de buen cafe se podria recuperar. Pero eso es pedirle demasiado a esa banda de corruptos, la plaga apocaliptica que sufrimos en Cuba desde tiempos inmemoriales.

  4. Que triste el caso cubano y que triste que haya personas que defiendan todavia a la dictadura castrista. El escrito este debiera ser publicado en Cuba si el regimen tuviera un apice de verguenza y luego debiera renunciar el gobierno completo. Siempre mi padre me decia que el cafe cubano era uno de los mas sabrosos del mundo por las condiciones especiales que habia en las montanas del norte de Oriente . Esos desalmados han acabado con Cuba y con los cubanos que ahora no son felices ni dentro ni fuera de Cuba.

  5. Muy bueno el articulo. El cataclismo del cafe cubano es uno de los tantos causados por el castrismo. Me acuerdo en mi pueblo, Cardenas, y en todas las ciudades en las esquinas habia cafes (mi preferido era Cafe Oquendo). por tres centavos de tomabas una tacita del mejor cafe del mundo, bien negro y fuerte, delicioso. Pero llegaron los bandoleros Castro y su gente y acabaron con eso. Lo que dijeron los guajiros en los anos 60 era lo que el gobierno tenia que haber tenido en cuenta, pero no lo hicieron siguieron controlando todo y pagando una miseria por la lata de cafe y se acabo el cafe cubano tan sabroso. Gracias Fidel.

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