Chile se sacude
Las secuelas del estallido social que comenzó en octubre de 2019 y que todavía no decanta, la feroz represión desatada por el gobierno a través de sus policías y fuerzas armadas, más de una treintena de muertos, miles de heridos, cientos de jóvenes que perdieron sus ojos en las protestas, abundantes presos políticos, la permanente provocación de los líderes de derecha, los medios hegemónicos actuando como cómplices de la desinformación y la violencia del Estado, la militarización de la Araucanía y los continuos errores del gobierno para enfrentar la pandemia, fueron acrecentando un descontento furioso contra el actual gobierno y el conjunto de la clase política tradicional.
La derecha colapsa
La todopoderosa derecha, que sigue manteniendo férrea ligazón ideológica con la dictadura pinochetista, colapsó esta vez en todos sus frentes. Por su parte, la ex Concertación (posteriormente llamada Nueva Mayoría), integrada por los partidos de centro y centro izquierda, Democracia Cristiana, Socialista, PPD y Radical, que gobernó 22 de los últimos 30 años en Chile, va camino a descender hacia la tercera o cuarta fuerza política del país.Los grandes vencedores de esta mega jornada electoral son la izquierda dura y los independientes.
Entre ellos el Frente Amplio, el Partido Comunista, la Lista del Pueblo -así como las mujeres en casi todos los frentes-, en lo que puede ser visto como el primer triunfo político del movimiento social que irrumpió el 18 de octubre de 2019.
Sin embargo, la abstención fue alta y menos del 50% del padrón electoral acudió a las urnas este fin de semana para elegir, por primera vez en la historia política del país, a los representantes de una convención constituyente y a los gobernadores de las 16 regiones, además de alcaldes y concejales.
Un veredicto demoledor
Pero los poco más de seis millones de chilenos que sí sufragaron entregaron un veredicto demoledor: no quieren seguir transitando el mismo ciclo político que ha marcado las últimas tres décadas.
Las duras derrotas electorales de la derecha, el pobre desempeño de la ex Concertación, el crecimiento electoral del Partido Comunista y del Frente Amplio (que lograron arrebatarle a la derecha comunas emblemáticas como Santiago, Viña del Mar, Ñuñoa y Maipú), y la fuerte irrupción de independientes, en especial aquellos ligados a la revuelta popular del 18 de octubre y a organizaciones sociales de base, reconfiguran el escenario político como pocas veces se había visto en la historia del país.
Una vez más, la mayoría de las encuestas, de los analistas, la prensa tradicional y los centros de estudio, erraron por completo en sus pronósticos, que arrojaban que -a grandes rasgos- el status quo se iba a mantener.
Lo que sí parece seguro es que las fuerzas políticas que dominaron durante más de 30 años ya no podrán elaborar sin contrapeso las políticas futuras de Chile. El Frente Amplio, el Partido Comunista y la Lista del Pueblo se convierten desde ahora en un poderoso conglomerado de fuerzas políticas que incidirá, a través de sus constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales, en una reorientación de la política chilena hacia posiciones más integradoras, menos estamentarias, con respeto irrestricto hacia la justicia social, mejor distribución de la riqueza, paridad de género, diversidad étnica y protección de la naturaleza.
Mujeres y jóvenes
Es digno de destacar la enorme cantidad de nuevos liderazgos, principalmente mujeres y hombres muy jóvenes, que han logrado romper el antiguo duopolio electoral arrasando en las votaciones. Y una potente y emblemática señal es que por primera vez en la historia nacional, una joven militante del Partido Comunista de Chile, Irací Hassler, haya ganado la alcaldía de Santiago, desbancando en el acto a la derecha más dura representada por el alcalde que iba a la reelección, Gustavo Alessandri.
Probablemente lo más importante de esta elección es que la derecha no consiguió el tercio requerido para vetar la forma como se construirá la nueva Constitución. Hicieron todo lo posible para alcanzar esa votación que les permitiría mantener la esencia de la constitución pinochetista, pero no lo lograron.
Y esa derrota de ellos abre un camino nuevo para la inmensa mayoría de los chilenos que quieren ser partícipes, por primera vez, en la elaboración de una Constitución verdaderamente democrática.
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