La esclavitud fue un fenómeno social desde las primeras épocas de la humanidad. Inicialmente, no existía el comercio de esclavos, ya que en el antiguo Egipto y, a lo largo del río Nilo, el vencido servía de esclavo a su vencedor y no era ni vendido ni comercializado.
La esclavitud tribal
El número de tribus que se podía conquistar eran muy limitado a través del desierto occidental. Recién cuando se introdujeron los camellos como medio de transporte, en el siglo X, se volvió viable la conquista de otras regiones. Eso fue lo que facilitó crear una red comercial transahariana que entre otras mercancías transportaba esclavos con destino al norte.
A diferencia de las Américas, los esclavos en el norte de África eran principalmente sirvientes y no trabajadores. Se capturaba un número igual o mayor de mujeres que de hombres. Así, las esclavas eran empleadas como camareras de piso de las mujeres de los harenes del norte (con los varones que cuidaban los harenes operados y transformados en eunucos).
Recién en el siglo XVI, con la creciente colonización y desarrollo de las Américas por parte de portugueses, españoles, ingleses, franceses y holandeses, se generó una enorme demanda de mano de obra. Fue un proceso extendido y general: en Brasil, Guayanas, Caribe y América del Norte. Necesitaban trabajadores para la agricultura, minería y otras tareas.
Se estima que 15 millones de africanos fueron vendidos como esclavos para las Américas. Unos 20 millones adicionales fueron enviados al este a tierras árabes, y 5 millones a Europa. En total más de 40 millones de africanos fueron desarraigados y esclavizados, que vivían y sufrían en forma totalmente inhumanas.
La esclavitud en Europa
En 1652, el holandés Jan van Riebeeck establece la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales en el Cabo de Buena Esperanza. Durante la mayor parte de los siglos XVII y XVIII, el asentamiento se expande. En 1795 Gran Bretaña se apoderó del área que incluía Ciudad del Cabo. Y si bien en 1803 volvió a manos holandesas, los británicos lo recuperaron en 1806.
Los esclavos comercializados en Costa de los Esclavos, Costa de Oro y Costa de Marfil eran miembros de los pueblos vencidos en las luchas intestinas entre tribus africanas rivales. La práctica era que los reyes africanos vendían a sus cautivos a los traficantes de esclavos europeos por bienes tales como armas de fuego, ron, telas y semillas.
En 1798 Francia y Gran Bretaña invadieron Egipto en forma sucesiva. En Sudáfrica el Reino Zulú era dominado por los ingleses, en lo que hoy es Sudáfrica. Este pequeño reino se enfrentó a Inglaterra, durante la Guerra Anglo-Zulú, entre 1879 y 1915
En 1830 Francia invadió Argel, poniendo fin al Imperio de Berbería. Diez años después, los misioneros Johann Ludwig Krapf y Johann Rebmann descubrieron la isla de Zanzíbar y los europeos llegan a las montañas nevadas del Kilimanjaro en la Tanzania de hoy, y a Kenia.
A mediados del siglo XIX, las misiones protestantes realizaban una labor misionera activa en la costa de Guinea, Sudáfrica y los dominios de Zanzíbar. Con el tiempo, estos misioneros se transformaron en agentes del comercio y el colonialismo.
Así fue el caso de David Livingstone, que en 1849 cruzó el desierto de Kalahari llegando al lago Ngami. Dos años después dio a conocer las vías fluviales del Alto Zambeze y, en 1855, llegó las cataratas Mosi-oa-Tunya, rebautizadas Cataratas Victoria en honor a la Reina de Inglaterra.
El reparto de África
A finales del siglo XIX, las grandes potencias como Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Bélgica, España y Portugal delimitaban sus «posesiones» africanas, respondiendo solo a intereses económicos y políticos de Europa, ignorando a los habitantes de estos territorios.
No se consultó a ningún reino africano durante la partición. Se firmó un tratado internacional que desconocía la composición étnica, social y económica de las personas que vivían en esa zona. Esto resultó años más tarde en conflictos étnicos o tribales, cuando los países africanos obtuvieron su independencia.
En el siglo XIX África se abría a dos intereses especiales, el (directamente) económico y el espiritual (indirectamente económico). Unos veían las posibilidades de explotación comercial. Otros contemplaban la idea de convertir al cristianismo y «civilizar” a millones de «salvajes» de piel oscura.
Leopoldo II, Rey de Bélgica, trato de tomar partido de estos intereses y provocó la rivalidad entre Francia y Alemania. Así dio inicio a una lucha internacional. En consecuencia, a partir de 1885, los acuerdos internacionales por la repartición de África habían desaparecido.
En 1918, al término de la Primera Guerra Mundial casi todo el continente fue reclamado por las potencias europeas. Solo Etiopía, que fue defendida de los italianos por el rey Menelik II, y Liberia, se mantuvieron independientes de la colonización europea.
Siglo XX
Las potencias europeas alentaron a sus ciudadanos a establecerse en África, creando colonias británicas orientales en los territorios ahora ocupados por Kenia, Rhodesia (anteriormente dividida entre Rhodesia del Norte y del Sur), Zambia, Zimbabue y Sudáfrica. Francia se asentó en Argelia que, por su proximidad a través del Mediterráneo le permitió planes de gran escala.
En 1935 la Italia de Benito Mussolini invadió Etiopía, que ocupo hasta 1941, cuando este país se independizo definitivamente. Ese fue el inicio de la descolonización política, pero no económica de África, con Liberia, Sudáfrica y Egipto. En 1951, Libia retoma la idea independentista, seguida por Guinea-Bissau en 1974, Mozambique y Angola en 1975, Djibouti en 1977, Zimbabue en 1980, Namibia en 1990 y Eritrea, que se separó de Etiopía en 1993.
No podemos olvidar la rebelión de los Mau Mau, en Kenia entre 1952 y 1956. Las fuerzas británicas, que recién habían accedido a la independencia de Kenia en 1963, la sofocaron. Jomo Kenyatta fue su primer presidente. También debemos recordar en la década de 1990 los enfrentamientos entre tribus Hutus y Tutsis en Ruanda y Burundi. Estos culminaron con el Genocidio de Ruanda, un conflicto que en 1994 termino con más de 800,000 personas asesinadas y más de dos millones mutiladas.
En 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica aprobó las leyes del apartheid, leyes segregacionistas, discriminadoras y elitistas que diferenciaban a las personas por raza y color de piel. El apartheid representaba una filosofía completa de objetivos raciales separados.
En 1994, el gobierno sudafricano abolió el apartheid, y los sudafricanos eligieron presidente a Nelson Mandela del Congreso Nacional Africano en la primera elección presidencial multirracial del país.
Tercera de tres partes.