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Contra el nacionalismo

México: el doblar de las campanas

No me considero un nacionalista, menos aún un patriota. Me enloquece México, mi país; pero igualmente me hacen vomitar sus precipicios culturales como la violencia, el machismo…

Y, ¿qué clase de mexicano soy? Me prende escuchar el Son de la Negra pero, ¿qué tan orgulloso me siento de ser mexicano con tanto inocente asesinado y tanta corrupción?

¿Qué clase de mexicano?

Como todo lo construido por las convenciones sociales, el nacionalismo es también un artificio que tan bien se puede aprender como se puede olvidar. No es que sea un sentimiento asociado al territorio porque la gente de Monterrey nada o poco comparte con los de Tabasco, por ejemplo.

Pero eso si, que no venga Trump a amenazarnos porque entonces nos vamos a quemar las matas de chile en la frontera. Mi presidente podrá ser corrupto, ignorante, mentiroso; pero es Mí presidente. En serio: ¿Cuales son los límites del nacionalismo?

El nacionalismo es un invento de los imperios. Ahora mismo estaríamos llamando connacionales a los rednecks de Arizona, si no fuera por la invasión estadounidense de 1846. Y pasado el tiempo, el nacionalismo se ha convertido en una de las mejores herramientas que tiene el capitalismo para justificar las guerras, porque, en otro territorio que no es el suyo, un Gobierno ve una cantidad inmensa de recursos que sus empresarios necesitan.

Esa fue la visión de George W. Bush sobre Irak, como la fue de Hitler sobre Polonia. Y ahí están las consecuencias. No existe un argumento científico que lo sustente. Por eso Savater afirmó que es imbecilizador, tanto, que se canta con más ahínco el himno nacional en un estadio de fútbol que en un homenaje a la bandera. Porque tenemos que reconocer: el nacionalismo es producto de la propaganda.

El nacionalismo nos divide

El nacionalismo es también reflejo de nuestra doble moral. Es una estupidez hablar de nacionalismo ahora que la globalización nos ha pegado de lleno. Somos producto de la cultura; y esa cultura está tan llena de tradiciones locales, como de usos lingüísticos exteriores. Somos fruto de la influencia de un montón de personas tanto del norte como del sur. De modo que el nacionalismo también vino a dividirnos. Algo biológicamente atroz porque somos producto de la mezcla y nos estamos perdiendo de un montón de cosas por seguirle la pauta a un espejismo.

¿El nacionalismo es territorio? Justo ayer hablaba de esto con mi amigo Wilner y comentábamos como ejemplo que, en un viaje de Cancún a Tijuana, se calcula que se pagan hasta 5 mil pesos de casetas ¡Hasta 5 mil pesos por moverme dentro de mi propio país! Por eso el nacionalismo es algo artificial. Y más aún, muchos definitivamente le está sacando mucho dinero al temita.

@albertobuitre

Autor

  • Luis Alberto Rodríguez (Tizayuca, México, 1983) es escritor y periodista. Autor de “Oficio rojo” (Revolución, 2014) y Eso que se dice hombre (Desde Abajo, 2023) y co-autor de Memoria contra el olvido (Indesol, 2008). Premio Nacional de Periodismo en derechos humanos. Ha divulgado sus piezas de narrativa, ensayo y poesía en diversas publicaciones, incluida Hispanic LA y la revista El Perro, becada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Su obra cotidiana puede encontrarse en su blog http://luisalberto.mx/

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