El conflicto en Jujuy tiene varias dimensiones, algunas muy evidentes y otras más ocultas. Y son ocultas principalmente porque no las queremos ver. Aquí van las evidentes:
-Ya se ha dicho hasta el hartazgo que es una prueba de lo que sería la Argentina gobernada por una derecha que vuelve potenciada, recargada de extremos y de fascismo. Un modelo de entrega de los “recursos naturales” y de explotación al pueblo no cierra sin represión. Eso es claro.
-Es visible y digna de acompañamiento la lucha docente y de otros sectores laborales de San Salvador y otras ciudades de Jujuy. Y eso podría extenderse a Salta y otras provincias.
-Es preocupante la represión “legal”, pero mucho más preocupante es la represión ilegal del gobierno de Juntos por el Cambio, con camionetas sin patente y sin logo (o peor aún, con logos de empresas, como ocurría hace 100 años en la Masacre de La Forestal). Ante las denuncias de la OEA y la ONU, la impunidad y la soberbia de Gerardo Morales, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, resuenan en un estruendoso silencio.
Otra dimensión
Hasta ahí, más o menos lo que se dice en los círculos bien informados del “progresismo” argentino. Pero hay una dimensión oculta de la que no se habla; a propósito, o no.
Nadie entiende realmente cuál es el cariz del levantamiento indígena en Jujuy. No lo están viendo o no lo quieren ver las clases medias urbanas. La ignorancia, en estos casos se traduce en racismo, más directo o más indirecto, más consciente o menos consciente, pero racismo al fin.
Hablemos un poco de esto para ver si por lo menos se toma en cuenta.
Los pueblos originarios de Jujuy se han levantado en un hecho histórico, y no se trata sólo de una protesta más, de un corte de ruta más. Y a ese hecho histórico le llaman “El tercer malón de la paz” (el primero fue en 1946 y el segundo en 2006). Nadie se está preguntando por qué.
Este hecho histórico coincide con el Inti Raymi, el Año Nuevo Andino. Una celebración que no solo es ancestral y cultural, sino también científica y astronómica. Es un momento cósmico porque, desde el pasado miércoles 21 hasta este sábado 24, se está produciendo el solsticio de invierno. Es decir, es el momento del año en el que nosotras y nosotros, en el Sur, tenemos el Sol más lejos.
Estamos viviendo la noche mas oscura (la de la represión de Morales, pero también la cósmica). A partir del fin de semana, lo que viene es luz. Cada día se van a ir alargando un poquito las horas de luz, y se nos va a ir acercando el Tata Inti (Padre Sol). Nada es casual.
Comienza un nuevo ciclo y en esta época, hasta agosto, se le rinde culto a la Pachamama, que no es solamente la tierra, como las cabezas occidentales creen o creen saber. La Pachamama es otra cosa, es una entidad viva que abarca a todos los seres vivos y todas las cosas, es la tierra, pero también es el aire y el agua y el fuego, y no es sólo algo tangible, sino que también es una entidad espacio-temporal, es el aquí y ahora. Somos todas y todos, incluso las piedras, los cerros, todo.
A esa Pachamama le rendimos honores y le pedimos que nos siga albergando. No le exigimos nada a la tierra ni la tratamos como un “recurso natural”, porque como explica Silvia Barrios: “No somos dueños de la tierra sino parte de ella”. Y como a una verdadera madre, le pedimos que nos siga dando la vida que la derecha política y la ambición capitalista nos quita.
El Tercer Malón de La Paz
Esa ambición capitalista tiene su cara más despiadada en la derecha y la extrema derecha que gobierna Jujuy y que quiere gobernar la Argentina. Pero el “progresismo” no se diferencia en la cuestión de fondo. Porque el “progresismo” no termina de despegarse de esa realidad absurda: tratar a la tierra como recurso. En el fondo de esta cuestión hay mucha ignorancia y un gran residuo colonialista. SÍ, puro colonialismo hoy, en pleno siglo 21.
El gobierno nacional no entiende ni quiere entender. Y hasta nuestros mejores líderes y lideresas, están más preocupados en pelearse con Morales vía twit que en ponerse codo a codo con los y las hermanas que están pasando hambre, frío y miedo en cada corte de la Puna o la Quebrada. En el mejor de los casos, no entienden nada. En el peor de los casos, es complicidad.
Como dice Gustavo Cruz, “hay que cortarle las rutas al colonialismo”. Los pueblos originarios hablan de una ¨memoria larga» (la que se remonta a la resistencia contra la conquista imperialista de los españoles) y una «memoria corta» (la que se centra en la continuidad colonialista y racista de los estados-nación, ya se llame Argentina, o Chile, o Bolivia, o cualquiera).
Por eso, esta lucha es una continuidad de las batallas de Abra de la Cruz (1874) y Quera (1875). Por eso se ha despertado este es el Tercer Malón de la Paz. Porque antes hubo otros dos. Por eso este pueblo se vuelve a levantar y se volverá a levantar, diez y cien veces en el futuro. Por más Morales y por más camionetas sin patente que haya.
Un nuevo paradigma
Y este levantamiento no es por algo puntual, por lo tanto, no se soluciona con una negociación puntual. Es por un cambio de paradigma, con respecto a la vida, a la tierra. Es por un freno al modelo de locura destructiva, una denuncia al colonialismo vigente.
Ni siquiera se centra en el litio, porque las locuras y ambiciones capitalistas son circunstanciales y a medida que van lastrando y destruyendo, van cambiando de objetivo. Primero fue la plata y el oro, después fue el salitre y el guano, después fue el petróleo y el gas, después fue el estaño y el cobre, ahora es el litio. Pero lo que está en el centro no es nada de eso. Lo que está en el centro es la batalla de la vida contra la muerte.
Los pueblos originarios no son locos sueltos. Están acá hace 10 mil años. No exigen que no haya producción ni se oponen al progreso. Simplemente piden que discutamos seriamente el concepto de progreso, de producción, de bienestar, de vida en sociedad. Pero para eso, ya no solo la derecha, sino también los que se dicen “progresistas” tienen que dejar de lado la soberbia, escuchar un poco más que hablar, y sobre todo tratar de conocer y entender lo que nos está queriendo decir este Inti Raymi.