Los miembros de la comunidad latina de Estados Unidos y en especial los inmigrantes recientes han sido durante generaciones un chivo expiatorio para los políticos y sus patronos que la denigran, calumnian, atacan y en última instancia, persiguen.
La reforma migratoria, una promesa que no llega
Como si fuese necesaria una prueba, la agonía y muerte del movimiento por una reforma migratoria por parte del Congreso ha durado ya generaciones. De hecho, en 1986 fue la última vez en que se reformó la ley, decretada y promulgada por el entonces presidente, el republicano Ronald Reagan. Casi tres millones de indocumentados se legalizaron como consecuencia. La legislación – la Ley de Control y Reforma Migratoria de 1986 – motivó una corriente de inmigración adicional, tanto documentada como ilegal, brindando prosperidad al país.
El presidente Barack Obama como sabemos se postuló con una plataforma de reforma migratoria, que no cumplió. Finalmente accedió al plan DACA, para hijos de inmigrantes llegados en la infancia. Unos 700,000 a 850,000 jóvenes han estado protegidos de la deportación, si bien en los últimos años los tribunales prohibieron ampliar las filas, por lo que paulatinamente se agotan. No tienen acceso a la legalidad completa ni a la ciudadanía. Pero al menos pueden trabajar legalmente. Por ahora.
También Joe Biden prometió la reforma migratoria. También él dejó de lado sus promesas. Pero es indudablemente mejor que su predecesor Donald Trump, para quien los inmigrantes son objetos de escarnio, odio y persecución.
No solamente que no hay en estos días en el horizonte un plan concreto y realista de reforma migratoria, que implique la legalización de todos o una parte de los 11 millones de indocumentados que han estado viviendo aquí por décadas. En lugar de ello crece la actitud hostil por parte de ambos partidos políticos, que concuerdan, por ejemplo, en la militarización de la frontera y en la práctica, en la ausencia de soluciones políticas.
La crisis migratoria
El movimiento pro inmigrante se lució en 2006 con una serie de manifestaciones históricas, sin precedente en el país, que la comunidad llevó a cabo en los centros urbanos donde vivía. Millones participaron pidiendo la reforma. No se pudo.
La desaparición de la reforma migratoria como tema electoral es paralela a la explotación de la situación fronteriza por parte del Trumpismo para azuzar a sus seguidores, insultar a los demócratas y mentir sobre los peligros de esta inmigración supuestamente criminal y aprovechadora.
Y del lado demócrata, que ahora está en profunda crisis por lo inadecuado de la candidatura de Joe Biden, no hay respuesta. O al menos, no hay respuesta que defienda y proteja a la comunidad de inmigrantes y en general a los latinos. Ni siquiera de los políticos latinos.
En los últimos años los migrantes reemplazan la práctica de muchos años de cruzar la frontera ilegalmente por la de presentarse abiertamente ante las autoridades estadounidenses en los puertos de cruce y declarar que vienen a solicitar refugio, porque están huyendo de la terrible situación en sus países de origen – cada vez más los de Centroamérica – donde su vida corre peligro por el crimen y la corrupción generalizados, su situación económica es insostenible y su futuro inexistente por los estragos del cambio climático.
La solicitud se hace bajo las leyes internacionales que protegen a los refugiados. El país debe tomar el pedido y dar una respuesta, negativa o positiva.
Cae la filantropía
Pero la caída del tema migratorio en la opinión pública – y la cobertura periodística – tiene un aspecto adicional interesante paralelo. En los últimos cuatro años, han mermado considerablemente las contribuciones de los elementos filantrópicos a las causas de los inmigrantes y los refugiados.
Recordemos que en Estados Unidos una parte importante de la falta de concesiones, derechos y privilegios de la clase trabajadora la cubren individuos y organizaciones de filantropía, que manejan miles de millones de dólares por año para distintas causas.
De acuerdo con un informe del Comité Nacional para una Filantropía Responsiva (NCRP), entre 2010 y hoy las fundaciones han cuadruplicado sus donaciones generales para todas las causas. Pero las subvenciones a grupos que abogan por inmigrantes y refugiados cayeron en un 11% desde la creación de DACA en 2012.
Los números incluyen, por supuesto, no solamente a los latinos, sino a otros grupos que tratan de superar sus aflicciones viniendo aquí: por ejemplo, refugiados de Ucrania y de Afganistán, y grandes números de personas LGBT que huyen de la persecución.
En estas circunstancias, las organizaciones comunitarias – los grupos de base, que constituyen el corazón del movimiento por los inmigrantes y los refugiados, ven limitada su capacidad de acción.
Las consecuencias de la merma de fondos para inmigrantes por parte de las fundaciones filantrópicas son severas. Entre otros motivos, porque las organizaciones de inmigrantes deben competir entre sí por una porción más pequeña del dinero que necesitan para operar.
El aumento durante el gobierno de Trump
En pos de la elección de Trump en 2016 y durante su presidencia hasta 2020 hubo un despertar en el nivel de ayuda filantrópica para refugiados, alimentado por los ataques del candidato y luego nuevo presidente contra los inmigrantes. El financiamiento promedio anual por parte de las mayores fundaciones pasó de 130 a 280 millones de dólares, comparado con los cuatro años anteriores.
Al mismo tiempo, los financiadores también tomaron parte del movimiento de defensa de los inmigrantes mediante petitorios, declaraciones públicas y otros medios de participación.
Sin embargo, esa ola de solidaridad menguó rápidamente una vez que las declaraciones xenófobas de Trump y sus aliados iban desapareciendo de los titulares.
Escribe al respecto Rini Chakraborty en Philanthropy.com:
“La financiación para estos grupos aumentó brevemente en 2017 y 2018 en respuesta a las políticas draconianas de la administración Trump dirigidas a los inmigrantes y la separación de familias. Pero estos fondos provinieron principalmente de subvenciones únicas que hace tiempo que se evaporaron”.
En lugar de ello, y de manera comprensible, no solo hay reticencia en aliviar la situación de los refugiados sino que – especialmente en las ciudades de líderes demócratas a las que los políticos radicales han estado enviando autobuses llenos de solicitantes – existe un creciente apoyo a medidas restrictivas y punitivas que disminuyan el flujo migratorio o al menos lo canalicen de manera diferente.
Actualmente existe un atraso de alrededor de 1.5 millones de solicitudes de refugio y asilo, mientras que las respuestas fluctúan entre 50,000 y 70,000 al año, una situación también insostenible.
Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.
This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.