Encontrar referentes en nuestro país y más en el ámbito de la arquitectura, conlleva a limpiar el panorama del mercado imperante de las grandes estrellas consagradas, que sin tener justificación alguna desde el punto de vista ideológico, venden sus grandes proyectos con una simple firma apoyándose más en los aspectos formales que en la función o su emplazamiento en el entorno urbano.
La necesidad de encontrar referentes que identifican a la arquitectura moderna mexicana, lleva a hacer una búsqueda entre los grandes hombres que han puesto en alto el nombre del país a escala global.
Tomar como icono a Luis Barragán representa contar con un personaje reconocido a nivel mundial, cuya obra se encuentra a la espera de un número importante de estudiantes, investigadores y simples turistas deseosos de presenciarla su obra.
Basta con mirar lo que representa para Barcelona un Gaudí o para Chicago un Frank Lloyd Wright, cuyas obras a pesar de ser solo una porción de un abanico de puntos de interés, terminan identificando siempre a sus lugares de origen.
Dentro de la antigua villa de Tacubaya hay pequeñas joyas escondidas que vale la pena visitar cuando uno sale de los terrenos del Hipódromo.
La Casa-Estudio Luis Barragán es la obra más representativa del arquitecto jalisciense, es Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el año 2004 y es el único inmueble individual en América Latina que ha logrado tal distinción.
Para poder visitarla hay que hacer una cita telefónica con anticipación, en horarios muy específicos y con restricciones.
El día que la visité ingresé con mi pequeña libreta acompañado de una catalana de nombre Anna Vidal y un japonés que se llama Shunri Nishizawa. Todos arquitectos.
Una guía nos iba mostrando cada uno de los espacios y nos explicaba las características de los mismos, siempre aderezadas con algunos detalles de la vida de Barragán.
Anna, procedente de Tarragona, me contó que estaba en México de vacaciones y esa semana le había tocado visitar la ciudad de México.
– Todos se habéis ido al museo pero yo por nada me perdía la visita a la casa Barragán. La verdad es que pensé ver algo mucho más de ambiente rural, pero estoy sorprendida de lo moderna que es la casa. El tío es un genio.
– ¿Qué es lo que más te gusta de Barragán? – le pregunto.
– Los colores, creo que los colores, muy atrevidos, vivos, muy mexicanos. No sé.
– ¿Cómo se aprecia la arquitectura mexicana desde Cataluña? – me costó hacerle plática.
– Yo sólo sabía de Barragán y nada más. Será por el Pritzker porque no sé de otro mexicano. ¿Hay más?
Me puse a contarle de algunos otros, pero su cara sólo se movía en señal de negación como si le estuviera hablando en otro idioma.
Al final estaba más preocupada de su regreso con su grupo al Museo de Antropología.
La mayoría de las veces en mi etapa como estudiante me había vuelto escéptico con respecto a Barragán, pero después de ver, percibir y sentir su casa, lo he colocado a la cabeza de los arquitectos mexicanos contemporáneos.
Desde que uno ingresa el amarillo y el rosa nos recibe en combinación con la madera y piedra en un juego de alturas que genera diferentes contrastes en la iluminación y la percepción de las texturas de los diferentes materiales.
De la sencilla estancia a la magnífica biblioteca uno termina por rendirse a la increíble interpretación de una escalera que parece más una obra plástica.
Y el exterior termina siendo un pequeño oasis, por no decir pequeña selva, que sirve de punto de equilibrio al interior artificial, para rematar en una terraza que emerge sobre la casa como una zona neutral que sirve para la contemplación y el retiro.
Shunri, de Tokio, me sorprendió cuando me dijo que sólo había venido a la ciudad a ver la obra de Luis Barragán.
– Yo sólo estoy aquí para estudiar a Barragán, – dijo en un claro español.
– ¿Es para un estudio en especial?
– No. Personal. Me gusta su arquitectura.
– ¿Pero que te llama más la atención de su arquitectura?
– El habla a través de su arquitectura y eso pocos lo consiguen.
A su vez, me deja sin habla.
Es cierto, su arquitectura irradia una energía única, llena de espiritualidad y calma. Es curioso que él, al igual que Gaudí, fue un devoto creyente que refleja en cada espacio esa fe religiosa.
La cruz es el símbolo regente que se complementa con una rica y cuidadosa decoración, la cual se muestra a través de pinturas y artesanías que parecen haber sido creadas especialmente para cada uno de los espacios.
El espacio y el tiempo se funden en cada paso que uno da en cada espacio cerrado o abierto de la casa, diluyendo el ayer y el mañana en breves instantes que parecen repetirse desde el primer día que abrió sus puertas
Llegó un momento en que el silencio nos invadió a todos, como en espera de que Barragán apareciera de repente para sorprendernos.
Pero si algo se irradia en esa casa es la soledad, como si estuviéramos recorriendo la morada de un monje moderno, que aislado del exterior creó su propio mundo interno en conexión con su parte espiritual.
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Al final salimos los tres como en trance y nos observamos un momento esperando a que alguien dijera algo, pero no, sólo nos despedimos y tomamos rumbos distintos, teniendo como telón de fondo la inexpresiva fachada que sirve de camuflaje con su entorno y esconde del caótico exterior a una de las joyas más interesantes que resguarda la ciudad.