***
[ad#Google Adsense-10]
***
Desde un punto
del Valle de Anáhuac
En México, termina el primer mes del año, el de la famosa cuesta que nos mantiene al borde del abismo de la recuperación económica personal, después de los gastos decembrinos.
Enero se va como un suspiro, entre un ambiente enrarecido por el tufo que despiden nuestros políticos en medio de elecciones locales y por la sangre que parece brotar más de los medios que de la denominada guerra contra el narco.
Recuerdo aquellos días cuando el PRI dominaba el escenario político nacional, cuando la derecha y la izquierda de este país nos hablaban de ideologías y de convicciones políticas, de que el cambio era posible y que al final había diferentes formas de conducirnos como nación.
Pero la realidad que se nos presentó a partir de la llegada al poder por parte de la oposición, demostró que en esencia todos los partidos políticos se conducen de igual manera, o como diría mi abuela, son la misma gata pero revolcada.
Las diferencias son sutiles, pero los vicios son los mismos. Lo que se busca es el poder a toda costa y una vez en el puesto hacer negocios y ganar todo el dinero que sea posible. La corrupción nuestra de cada día permea todos los niveles de gobierno y nosotros como ciudadanos, que al final somos quienes mantenemos todo el aparato gubernamental, sólo observamos como abusan del poder y nada hacemos al respecto.
Porque al final los ciudadanos nos convertimos en el vivo ejemplo de nuestra clase política, con nuestros actos en el trabajo y en nuestra propia casa.
Nos decimos ciudadanos y somos los primeros en mentir y poner el mal ejemplo. Si no respetamos nuestro propio ser o a quienes nos rodean, será difícil que otros actúen de manera diferente o trascendamos desde nuestra familia con una perspectiva diferente de hacer las cosas.
Acostumbrados a que el gobierno nos resuelva todo, vivimos en la pasividad y en el olvido de que el Estado somos todos y cada uno de los ciudadanos que confirmamos esta República.
¿Y la labor crítica, dónde queda? La información se pierde en un mar de datos que parecen alejados del método científico. Ya no se investiga o analiza, mucho menos se contrasta o se cuestiona. Es la simple nota, el sonido o la imagen que escandaliza y lleva oculto un monto por tiraje, spot o minuto vendido. Es el rating que dirige.
Regreso de nuevo aquellos días de mi niñez en Sinaloa, cuando todas las mañanas escuchaba al voceador gritando “corre la sangre, corre la sangre” y el narco y la violencia no parecían importarle al resto de la República.
Ahora, en medio de la denominada “guerra contra el narco”, todo es novedad y es lo único que pareciera importarles tanto al gobierno como a los medios.
No hay datos más importantes que el número diario de muertos en este país, donde no parece suceder otra cosa.
El gobierno sólo parece vivir del “vamos ganando” gastando spots en horario estelar y en los medios alimentando la campaña gubernamental con notas amarillas y rojas, que no dan cabida a la más mínima noticia amable o positiva.
Lo más lamentable es que los pocos medios críticos de este país parecen entrarle al juego de las cifras en honor a la verdad y una supuesta objetividad que intenta contrarrestar la campaña mediática gubernamental, pero que termina por ser contraproducente en todos los sentidos.
El gran laboratorio electoral para elegir al próximo gobernador del Estado de México, va dejando en el camino toda la basura política que han generado los partidos a través de las elecciones locales que han comenzado a desarrollarse en varios Estados, tendiendo de fondo una marea roja generada por toda la sangre mediática que brota de los diarios y los noticiarios de radio y televisión de todo el país.
Dicen que tenemos los políticos y los medios que nos merecemos, pero creo que todo tiene un límite. El tiempo lo dirá.
***