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Crónicas desde el Hipódromo: la colonia Roma

Angela merkel contra los ‘vagos y perezosos’ europeos

Colonia Roma

A unos pasos del Hipódromo la historia de la Ciudad de México es más evidente, tal vez porque se han respetado más sus inmuebles, alejados de la especulación inmobiliaria que se generó en la vecina zona de La Condesa, que aun así no ha escapado a cierto deterioro y descuido en algunas áreas.

Camino a través de la calle de Campeche y sólo me basta cruzar la Avenida Insurgentes para cambiar de barrio. Continúo por la acera hasta llegar al eje 2 A Sur donde se encuentra el primer Sears de la ciudad, para después enfilarme hacia el Jardín Ramón López Velarde.

-¿Por qué decidiste vivir en este barrio? – le pregunto a un joven diseñador.

– ¿barrio o colonia?,– me contesta entre risas.

– ¿Sabes la diferencia entre ambos?, – le pregunto sin estar seguro de esa diferencia.

-¿Es lo mismo, no?,–  responde con cara de duda.

– Es una cuestión de identidad o de la época.

– Puede ser, pero a mí me gusta vivir aquí porque está padre, es estar en el centro de la ciudad y todo me queda cerca. Quisiera vivir en La Condesa pero es más caro, aunque aquí no tarda en convertirse en otra Condesa al paso que va.

Nadie sabe decirme a ciencia cierta cómo surgieron los antiguos potreros de la Romita, que formaban parte de la Hacienda de la Romita y que al final le darían nombre al barrio, quitando el diminutivo tal vez porque le restaba importancia.

Tomo la calle de Orizaba hacia el norte, atravieso la pequeña Plaza Luis Cabrera hasta llegar a la Plaza Río de Janeiro que me sorprende con una copia del David de Miguel Ángel en su centro.

– El barrio es muy viejo, joven, de los tiempos de Álvaro Obregón. Por eso se llama así la avenida esa qué está bien bonita y tiene estatuas de hombres en cueros, pero eso de Roma pues es por los romanos no?, – dice  una anciana que hace tortillas en la puerta de un negocio.

Caminar por las calles de la Roma es recordar los primeros años del siglo XX, cuando Porfirio Díaz quería emular a París en su traza urbana y su arquitectura. El Art Nouveau, el estilo ecléctico, el Art Deco y el racionalismo europeo se van mezclando en una serie de fachadas que le dan un realce muy peculiar al barrio y tal vez allí radique mucho de su encanto.

Rodeo la Plaza Río de Janeiro para llegar a la Parroquia de la Sagrada Familia,  de un estilo ecléctico y que tiene la peculiaridad de albergar los restos del mártir de la guerra cristera Miguel Agustín Pro.

– Hay arquitectura muy interesante pero por otro lado hay bodrios que le dan en la madre a la colonia. Algunas construcciones antiguas se tiraron a lo bestia pero otras ya no tenían remedio después de que se amolaron con el sismo del 85, – me platica un maestro jubilado que ha hecho su vida en la Roma.

Dicen que este fue el primer fraccionamiento en forma de la Ciudad de México, cuyo propietario era el empresario y dueño de un circo, Edward Walter Orrin, quien bautizó sus calles con nombres de ciudades y estados de la República como recuerdo de las giras que hizo con su circo por todo el país.

– Pues yo no me sabía esa historia, – dice Doña María que atiende en una fonda.  – Pensé que las calles así se llamaban nomás por ponerle el nombre de las ciudades de México, pero eso del circo han de ser puros cuentos porque aquí nunca me han platicado de eso. Yo lo que sí sé es que había un Toreo donde está el Palacio de Hierro de Durango, pero luego lo demolieron para abrir el Palacio, que fue el segundo después del que está en el centro.

Camino por la calle de Durango hasta la glorieta donde se encuentra La Fuente de Cibeles, una réplica exacta de otra en Madrid y obsequiada por la comunidad española. A su alrededor una serie de restaurantes y edificios modernos me hace sentir como en otro barrio, más moderno y más caro.

Comentan que la Roma fue habitada por una clase social que, estallada la Revolución, no pudo salir del país y decidió establecerse en una zona donde se siguiera reflejando el Porfiriato.

Entre los primeros pobladores de la colonia Roma se encuentran el ingeniero Cassius Clay Lamm, el poeta Ramón López Velarde y el general Álvaro Obregón.

– Ahora que hay más vida cultural, pues aquí ves de todo. Ya sabes que los bohemios que no caben en la Condesa se vienen para acá y a veces parece que son la misma colonia,– me dice una señora paseando a su bebé en la carreola.

Actualmente la Roma enfrenta la disyuntiva de seguir defendiendo sus tradicionales espacios o dar el paso que dio la Condesa, revitalizando su imagen para reactivar el comercio entre regenerados espacios habitacionales.

Camino sólo un par de calles para descubrir el emplazamiento del antiguo Toreo comentado por Doña María.

Hablo con el dueño de una refaccionaria donde parece que se detuvo el tiempo allá en los años cincuenta.

– Pues mira que aquí está muy dividido el asunto entre la Roma Norte y la Roma Sur y cada Roma tiene sus cosas bonitas y sus partes feas, pero así la queremos, que le vamos a hacer.

Este año se le dará la categoría de Barrio Mágico a las zonas de la Condesa-Roma, donde se tiene contemplada toda la colonia Condesa y las cuadras correspondientes a la Roma-Norte, lo que generará diversos beneficios como la asignación de recursos para la recuperación integral de los espacios urbanos, generación de empleo, incremento de seguridad y promoción a nacional e internacional, entre otros. Algo similar a lo que se maneja a nivel federal como Pueblos Mágicos.

Sólo unos cuantos metros me llevan a Parque España, para pasar en un instante de la Roma a la Condesa aunque no sienta la diferencia.

Autor

  • Ricardo Trapero

    Arquitecto por vocación y destino, escritor por convicción. Desde muy joven emprendí el viaje por la libertad. En mi camino he visto, percibido y palpado tanto, que un día decidí plasmarlo de la mejor forma que entendía. Las letras que han sido mis entrañables compañeras, cada día me acercan un poco más a la libertad, la cual aún no he encontrado pero que ya siento cerca. Creatura hombre, mexicano y sibarita en entrenamiento.

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