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Cuadernos de la Pandemia: Los opioides y el cartel estadounidense

“¿Y si detrás de la crisis [de los opioides] hubiera un crimen espectacular?”
                                      —letrero en una carretera de los Estados Unidos

Es una suerte de leyenda urbana. Señala que todo empezó con una carta al editor del New England Journal of Medicine (Revista de Medicina de Nueva Inglaterra) en 1980, escrita por los médicos Hershel Jick y Jane Porter del Centro Médico de la Universidad de Boston. La revista tituló la carta “La adicción es rara en pacientes tratados con narcóticos”, usando una de las cinco frases de la breve nota. Las leyendas urbanas a menudo están desposeídas del carácter sobrenatural que se les atribuye a muchas de sus primas hermanas, las leyendas a secas. Son historias con las que se exponen, y a menudo se distorsionan, eventos relativamente nuevos en las ciudades. La dichosa carta (que ni a carta llega) cae dentro de esta categoría y se usa hoy como uno de los puntos de partida para descifrar, y a veces justificar, el origen de una de las tramas criminales más corruptas y lucrativas gestadas en los Estados Unidos: el tráfico de narcóticos legales, en el que participaron grandes compañías farmacéuticas, distribuidores de drogas, políticos, lobistas y médicos para producir, distribuir, prescribir, vender y finalmente crear una de las peores epidemias en la historia de este país, con más de diez millones de adictos y centenares de miles de muertos por sobredosis en los últimos 25 años.

La carta en cuestión de los médicos Jick y Porter dice: “Recientemente examinamos nuestros récords actuales para determinar la incidencia de adicción a los narcóticos en 39.946 pacientes hospitalizados, quienes fueron monitoreados consecutivamente. Aunque hubo 11.882 pacientes que recibieron al menos un preparado narcótico, hubo solamente cuatro casos de adicción razonablemente bien documentados en pacientes que no tenían un historial de adicción. Solo en un caso la adicción fue considerada grave. Las drogas implicadas fueron Meperidine en dos de los pacientes, Percodán en un tercero, e Hidromorfona en el cuarto. Concluimos que, a pesar del amplio uso de drogas narcóticas en los hospitales, el desarrollo de adicción es raro en pacientes sin historial de adicción” (mi traducción) (1).

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Como lo infiere la carta, y como es sabido, los narcóticos (analgésicos opioides para tratar diversos tipos de dolor) ya eran usados de manera extensa en los centros de salud desde mucho antes de la década de los 80. Sin embargo, es a partir de esa fecha cuando las estadísticas comienzan a mostrar un aumento progresivo de adictos a los opioides recetados. La carta de los médicos Jick y Porter era mencionada continuamente como un justificante para el aumento en las prescripciones de compuestos narcóticos cada vez más fuertes. El rastreo de esta historia muestra, sin embargo, que la verdadera crisis de los opioides empieza a partir de la segunda parte de los 90, y se expande a lo largo del nuevo siglo hasta desembocar en la actual tragedia nacional.

Lo que comenzó a destaparse hace pocos años en esta historia truculenta era la existencia de un complot de largo alcance que involucraba una extensa red de compañías farmacéuticas y de individuos en el mundo de la salud con el propósito de obtener ganancias billonarias a través de incentivar el consumo de opioides adictivos. Estudios, libros y documentales recientes destacan que en el centro de esta trama bien urdida está el lanzamiento en 1996 de OxyContin, un analgésico opioide fabricado por los laboratorios Purdue Pharma, de Stamford, Connecticut, que fue presentado como una droga prometedora en la lucha contra el dolor crónico. De acuerdo con la descripción clínica, el OxyContin es un narcótico clorhidrato de oxicodona para aliviar dolores por lesiones, neuralgias, artritis, bursitis y cáncer, entre otros. La familia Sackler, propietaria única de Purdue Pharma, empezó una agresiva y exitosa campaña publicitaria para promover el uso de OxyContin en foros y conferencias, en hospitales, clínicas y centros de salud que obtuvo eventualmente una respuesta favorable de parte de los profesionales de la salud.

Pronto, OxyContin, junto a otras drogas analgésicas como Percocet y Vicodin, y píldoras genéricas de oxicodona e hydrocodona comenzaron a ser recetadas por los médicos de manera masiva en muchas ciudades del país. Aparte de Purdue Pharma, una vasta cadena de compañías manufactureras y distribuidoras de opioides se fue sumando a este narcotráfico nacional. Entre ellas, CVS, Rite Aid, Walgreens, Walmart, Mallinckrodt, Rite-Aid, Endo Health Solutions, Allergan, AmerisourceBergen, Rochester Drug Cooperative, Costco, Teva Pharmaceuticals USA, Johnson & Johnson y otras farmacias y distribuidores afiliados a las anteriores o independientes. Billonarias cantidades de dinero comenzaron a llenar los bolsillos de Purdue Pharma y de la familia Sackler, y de estas otras compañías, a la vez que crecía una ola de adictos y muertos por sobredosis de OxyContin.

¿Por qué si esta droga es tan adictiva y letal se sigue permitiendo su uso hasta hoy? La respuesta se basa en la responsabilidad que se supone asume el consumidor con las contraindicaciones. Una de las novedades de OxyContin es que a diferencia de otros analgésicos fuertes que deben tomarse con más frecuencia, este tiene un proceso de mitigación del dolor de doce horas para liberar la oxicodona, su principal ingrediente activo. Esta fórmula permitió así que los que padecían dolores crónicos intensos recibieran cuatro veces más el nivel de tratamiento que otros analgésicos. Pero en vez de tragar la pastilla, como debe hacerse, los pacientes hallaron que al masticarla, inhalarla, inyectarla o disolverla se obtiene un efecto más inmediato para calmar el dolor. Cuando los pacientes la consumen de alguna de estas maneras experimentan euforia y alivio del dolor, parecido a los efectos de la heroína. En poco tiempo, el consumo habitual de la droga, ya sea convencional o irregular, neutraliza sus efectos, y el paciente comienza a ingerir cantidades mayores que le llevan a la adicción y de allí a la sobredosis y la muerte. Un número cada vez mayor de adictos empezó a comprar el OxyContin a traficantes en la calle, venciendo de esa manera los obstáculos de una receta médica. Este opioide, llamado la heroína del pueblo, puede conseguirse a precios mucho más baratos que la heroína o que el fentanilo, este último un narcótico sintético de efectos similares a la morfina, pero considerado hasta cien veces más potente y mortífero.

Como lo indican los cientos de demandas legales, los fabricantes de OxyContin eran conscientes de la devastación que estaba causando en millones de pacientes y consumidores, y sin embargo Purdue y las farmacéuticas que participaban en el fraude aumentaron su producción. Cuando resultó evidente que había una trama criminal empujando la prescripción de este opioide, la Administración de Control de Drogas, DEA, inició investigaciones y halló que los estados del país donde había más incidencia de adicciones y muertes por sobredosis eran aquellos en los que había menos controles en la circulación y uso de opioides. El uso de OxyContin y sus equivalentes genéricos, eran significativamente menores en los estados donde existía la llamada triple prescripción en la que el médico mantiene la receta por cinco años y envía dos copias con el paciente a la farmacia; esta a su vez se queda con una copia y manda la otra a una agencia estatal de control de drogas. Por el contrario, muchos estados sin esos controles fueron literalmente inundados con OxyContin y otros medicamentos genéricos semejantes. Distribuidores, farmacias y médicos se hicieron partícipes en el saqueo del narcótico para ser vendido ilegalmente en la calle, aunque los miles de demandas y juicios que comenzarían en años recientes apuntaban a Purdue Pharma y otras compañías grandes como los principales culpables. Un artículo en la edición de mayo de 2022 del The National Center for Biotechnology Information indica que sus investigaciones muestran “que la introducción y mercadeo de OxyContin evidencian su sustancial responsabilidad en la muerte por sobredosis de las dos últimas décadas” (3).

La crisis de los opioides ha sido devastadora para gente de todas las comunidades de los Estados Unidos. Pero como siempre ocurre, las comunidades más vulnerables son las que terminan siendo más impactadas. Las adicciones al OxyContin y de allí a otros narcóticos, ha afectado de modo particular a comunidades como los blancos marginados y empobrecidos de los Montes Apalaches. Al mismo tiempo, las comunidades negras en barrios segregados y en las cárceles donde son el grupo más numeroso, han estado entre las más afectadas. La comunidad afroestadounidense enfrentó un aumento del 38% de muertes por opioides entre los años 2018 y 2019, siendo la heroína y el fentanilo la causa principal. Nora D. Volkow, directora del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, NIDA, señala que “el racismo sistémico alimenta la crisis de opioides, del mismo modo en que contribuye poderosamente a otras áreas de disparidades e inequidades de salud” (4). Otro grupo de gran vulnerabilidad son los inmigrantes latinos y latinas que “enfrentan el temor a la detención y deportación por parte de la fuerza policial con los consiguientes problemas de salud mental para el detenido/deportado y su familia. Las personas que experimentan una enfermedad mental durante su vida también pueden experimentar un trastorno por consumo de sustancias. Según la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud del 2018, 1.34 millones de adultos Hispanos o Latinos, de 18 años o más, tuvieron un trastorno por consumo de sustancias concurrente con una enfermedad mental en el último año” (5). Asimismo, la población indígena ha sido una de las más abatidas por los opioides en lo que va corrido de este siglo.

En el año 2018 una amplia y diversa coalición de abogados e investigadores inició lo que se considera la demanda civil de mayor envergadura en la historia de los Estados Unidos en representación de cientos de condados, pueblos, ciudades, comunidades indígenas, familias e individuos. En el proceso, la coalición ha abierto e investigado los archivos de las corporaciones farmacéuticas involucradas en la trama de los opioides, mientras se enfrenta en las cortes con las poderosas firmas de abogados que representan a las farmacéuticas. En ese mismo escenario y después de las investigaciones de años de la DEA, Purdue Pharma finalmente optó por declararse en bancarrota en 2019 ante los miles de demandas que acusaban a la compañía de haber mercadeado OxyCodin como una droga menos adictiva de lo que es y la causante de más muertes de las que ha habido en todas las guerras en que ha participado Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. El 21 de octubre de 2020 Purdue Pharma se declaró culpable de los cargos de fraude y un año y medio más tarde, el 3 de marzo de 2022, la familia Sacklers firmó un acuerdo de seis billones para atender a la infinidad de demandas. Miembros de la familia Sackler pagaron 225 millones en penas civiles y más de cien víctimas y sobrevivientes recibirán fondos de un depósito de 750 millones. Todos estos acuerdos monetarios ante la Corte de Bancarrotas blindaron a los Sacklers de cualquier demanda posterior, a la vez que esta familia, que había actuado como mecenas del arte y la educación con el dinero de su industria farmacéutica, nunca admitió su responsabilidad en esta tragedia. Una tragedia que ha costado la vida a más de 500 mil personas hasta ahora. Uno de los acuerdos de la justicia con los Sacklers era que tenían que sentarse a escuchar a 28 personas víctimas de sus opioides. Higham y Horwitz cuentan esos momentos en su libro American Cartel. Algunos de ellos eran ex-adictos, otros eran personas que perdieron miembros de su familia. Otros eran madres cuidando a bebés adictos a los opioides. Una de las madres presentes que perdió a su hijo por los opioides, le dijo a los Sacklers, “Ustedes son la escoria de la tierra”. Un hombre que perdió a su hijo de 18 años por sobredosis les dijo, “No estoy seguro de si conozco a alguna familia de los Estados Unidos que sea más malvada que ustedes”. Otras compañías como Mallinckrodt y Johnson & también pagaron multas billonarias, pero igual que Purdue Pharma no admitieron haber hecho nada malo. Solo unos pocos años antes a este juicio, en 2014, Purdue Pharma, creó MundiPharma, una compañía farmacéutica para introducir sus productos en América Latina con las mismas tácticas publicitarias para extender su imperio del dolor en toda la región. Esta es una nueva historia para seguir su desarrollo.

La dimensión de esta trama ha crecido de manera tan desproporcionada en lo que va corrido de este siglo 21 que ha creado una significativa producción editorial y cinematográfica. Hasta el momento se han publicado cerca de 40 libros en inglés sobre el tema. De ellos puedo recomendar algunos, empezando en primer lugar con American Cartel. Inside the Battle to Bring Down the Opioid Industry (El cártel estadounidense: Dentro de la batalla para acabar con la industria de opioides), por Scott Higham y Sari Horwitz, que considero uno de los mejores y más extensamente documentados. Dreamland: The True Tale of America’s Opiate Epidemic (Tierra soñada: la verdadera historia de la epidemia de opioides en EE.UU), por Sam Quiñones. Drug Dealer, MD: How Doctors Were Duped, Patients Got Hooked and Why It’s So Hard To Stop (Narcotraficante, MD: cómo los médicos fueron engañados, los pacientes se engancharon y por qué es tan difícil parar), por Anna Lembke. En español, El imperio del dolor, de Radden Keefe, que sigue de cerca la historia de la familia Sackler y describe la billonaria maquinaria montada para lucrarse de la producción de OxyCodin y otros barbitúricos. Hay al menos dos filmes extensos: The Crime of the Century (El crimen del siglo), dirigido por Alex Gibney y estrenado en mayo 2021 en HBO, que cuenta la crisis de los opioides desde sus comienzos hasta nuestros días. El documental destaca que esta fue epidemia no ocurrió al azar, sino que fue “manufacturada” meticulosamente. Y la serie Dopesick, en Hulu, basada en el libro del mismo título por Beth Macy.

El aislamiento y los traumas producidos por la pandemia del covid-19 contribuyó a aumentar el número de adictos y muertos por sobredosis de opioides. Se estima que el 75% de las más de 100.300 muertes por sobredosis en los Estados Unidos entre abril de 2020 y abril de 2021, se debieron a sobredosis por opioides. Una proyección para los próximos siete años estima que un promedio de 1.2 millones morirán por sobredosis de opioides (6). El médico Hershel Jick, uno de los autores de la carta mencionada al comienzo de este artículo, dijo más de 30 años después, “Estoy mortificado de que esa carta al editor fuera usada como una excusa para hacer lo que estas compañías farmacéuticas hicieron” (7). Lo sorprendente es que a pesar del constante uso manipulativo que se le dio a la carta para promover los opioides, ni Jick ni Porter se hubieran pronunciado antes para refutar lo que habían dicho. La leyenda urbana de la célebre carta después de todo no era tan falsa. Evidentemente fue una herramienta útil para la devastación que ha causado y sigue causando la epidemia de los opioides en la vida de millones de personas en este país.

Fuentes citadas:

1) “La adicción es rara en pacientes tratados con narcóticos”, por Hershel Jick y Jane Porter. Correspondence. The New England Journal of Medicine, Vol. 302. No. 2. September 8, 1980.
2) American Cartel. Inside the Battle to Bring Down the Opioid Industry cartel americano. (Dentro de la batalla para acabar con la industria de opioides). Scott Higham y Sari Horwitz. Twelve, Hachette Book Group, 2022.
3) “Origins of the Opioid Crisis and Its Enduring Impacts” (Origen de la crisis de opioides y su impacto duradero), por Abby Albert y otros. PubMed. Mayo, 2022.
4) “Las disparidades en muertes por sobredosis de opioides continúan empeorando para la población negra”. Institutos Nacionales de la Salud, 9 septiembre, 2021.
5) La crisis de los opioides en la población hispana/latina: un asunto urgente. Administración de Servicios de Abuso de Drogas y Salud Mental, 2020.
6) “Why Does the Opioid Mortality Rate Continue to Rise? Por Hoag Levins. University of Pennsylvania. LDI, marzo 10, 2022.
7) “Doctor Who Wrote 1980 Letter on Painkillers Regrets That It Fed the Opioid Crisis˝ (El médico que escribió una carta de 1980 sobre los analgésicos lamenta haber contribuido a la crisis de los opiáceos). Taylor Haney and Andrea Hsu, NPR, junio 2017.

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Valentin González-Bohórquez es columnista de HispanicLA. Es un periodista cultural, poeta y profesor colombiano radicado en Los Ángeles, California. En su país natal escribió sobre temas culturales (literatura, arte, teatro, música) en el diario El Espectador, de Bogotá. Fue editor en Barcelona, España, de la revista literaria Página Abierta. Es autor, entre otros libros, de Exilio en Babilonia y otros cuentos; Historia de un rechazo; la colección de poemas Árbol temprano; La palabra en el camino; Patricio Symes, vida y obra de un pionero; y Una audiencia con el rey, publicados por distintas editoriales de Colombia, España y los Estados Unidos. Ha publicado numerosos ensayos sobre literatura y es co-autor, entre otros libros, de Otras voces. Nuevas identidades en la frontera sur de California (Editorial A Contracorriente, North Carolina State University, 2011), The Reptant Eagle. Essays on Carlos Fuentes and the Art of the Novel (Cambridge Scholars Publishing, 2015) y A History of Colombian Literature (Cambridge University Press, 2017). Es profesor de lengua y literaturas hispánicas en Pasadena City College, Calif.

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