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Cuba: ¿desenlace pacífico o trágico?

Cuba: ¿desenlace pacífico o trágico?

El Maleconazo, agosto 1994

La intransigencia mostrada por Raúl Castro –y su hermano Fidel— al reiterar el discurso jurásico y amenazante de siempre en rechazo a la presión  internacional para que excarcele a los presos de conciencia, y al reprimir brutalmente el clamor nacional –sordo, pero fuerte– de cambios que flexibilicen  el  nationalsozialismus cubano y alivien la miserable situación del país, esta vez no es más de lo mismo.

La soberbia patológica castrista no es nueva y crisis ha habido muchas. Lo novedoso es que ésta de ahora es la peor coyuntura  que ha tenido el régimen en sus 51 años, y que la intolerancia irracional de los Castro prácticamente cierra  la posibilidad de un desenlace pacífico del “problema cubano”.

Da un portazo a una transición civilizada porque estando en su fase final ambos hermanos se tornan más salvajes cuando debieran ser más tolerantes. De manera que estarán más frescos en la memoria popular los atropellos, asesinatos, palizas y abusos de la dictadura, lo cual apunta a venganzas y ajustes de cuentas. La historia está repleta de ejemplos.

Otras tiranías, como las de Franco o la de Pinochet, fueron muy represivas en sus inicios, pero bastante tolerantes en sus etapas terminales, y por eso fue pacífica  la transición a la democracia en España y en Chile. ¿Lo será en Cuba?

Este descoque de violencia terminal se debe también a  los subsidios por $6,000 millones que regala anualmente Hugo Chávez. Eso permite a la dictadura burlarse de la comunidad mundial pues paga sólo un precio diplomático, no económico y aún menos en lo político, ya que  la población de la isla no sabe lo que pasa en el mundo.  Claro, si Chávez cayese, con soberbia castrista y todo Cuba se paralizaría, se tornaría ingobernable y el colapso del régimen sería inevitable.

En el extranjero se tiende a pensar –con toda lógica– que esta crisis puede acabar con el régimen. No es así.  Tanto por la represión –no ha habido nunca en todo Occidente un aparato de represión más sofisticado y eficiente que el de los Castro–como porque el pueblo cubano es el más desinformado también de todo Occidente: no tiene acceso a la Internet, y  todos  los medios de comunicación mienten y manipulan de tal manera lo que ocurre en la isla y el mundo  que el ciudadano de a pie no conoce su propio país en cuanto a la política, la cúpula de poder, la corrupción galopante, ni la propia crisis nacional.  De los disidentes  no sabe ni jota.

Además, la prioridad compulsiva de los isleños es “resolver” los alimentos de cada día y buscar la forma –como sea– de satisfacer sus necesidades más acuciantes. La mayoría no conoce y no pone atención a “la gente de los derechos humanos”, como son llamados comúnmente, que según los medios son “mercenarios a sueldo del imperio”, ni supo cómo y por qué murió Orlando Zapata, por qué está en huelga de hambre Guillermo Fariñas, o quiénes son las Damas de Blanco.

La forma en que sí siente el régimen las críticas y demandas de la comunidad mundial es que ellas alimentan la convicción en la dirigencia partidista y estatal más pragmática, y entre los generales y coroneles que controlan las empresas del país y aspiran a ser sus propietarios cuando “vuelva el capitalismo”, de que el país necesita “aflojar la mano” y permitir pequeños negocios privados, capital extranjero en la agricultura y todos los sectores, desideologizar la política exterior y permitir algunas libertades individuales mínimas que hagan menos miserable la vida de los cubanos y ellos poder así permanecer en el poder con sus privilegios.  Saben que al barco le está entrando agua y si no hacen algo se hundirá con ellos a bordo. La pregunta del millón es ¿Quién le pone el cascabel al gato barbudo?, ¿a un felino que cuenta con el apoyo de los poderosísimos jefes y altos oficiales del MINFAR y del MININT repletos de privilegios y muchos manchados de sangre?

Algo fundamental es que esta crisis actual ha empeorado la  endémica escasez de alimentos y de todo tipo, han caído drásticamente las importaciones y la industria está paralizada en más de un 40%, incluyendo las empresas mixtas con capital extranjero. Todo esto inyecta vapor a la caldera social, a la que también le introduce vapor el gobierno con su irracionalidad represiva. Tanta presión  bien puede hacer estallar la caldera.

Plan diabólico

Pero creo que lo más peligroso del panorama actual es que el gobierno ha puesto en marcha un “Plan contra alteraciones del orden y disturbios contrarrevolucionarios“, que ordena a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC, la única permitida), la creación de los “Destacamentos de Respuesta Rápida” (DRR) en cada centro de trabajo, que no tendrán uniformes para que la dictadura pueda decir –como ha hecho hasta ahora–que son ciudadanos civiles indignados por las acciones de los “contrarrevolucionarios”.

A diferencia de las Brigadas de Respuesta Rápida  surgidas en los años 90 sin firmas de compromisos, ahora la CTC obliga a todos los trabajadores a firmar un documento en el que se comprometen a salir a la calle con “palos, cabillas y cables” para arremeter a golpes contra cualquier manifestación o actividad social o cultural que al gobierno no le guste.

Nunca antes en el último siglo se vio algo parecido. Hitler creó sus camisas pardas y Mussolini sus camisas negras, pero eran voluntarias y vestían uniforme, no se disfrazaban de “pueblo”. Ni el Fuhrer ni el Duce italiano obligaron jamás a todos  los trabajadores alemanes e italianos a integrar dichas brigadas fascistas. Tampoco Mao Tse Tung  obligó a todos los trabajadores chinos a integrar las brigadas de “guardias rojos” durante la llamada revolución cultural, sino que eran jóvenes voluntarios, la mayoría estudiantes.

Estoy seguro de que llegado el momento de ser obligados a golpear con palos y cabillas a opositores civiles, muy pocos trabajadores lo harían y eso podría provocar que los Castro acudiesen a tropas del MININT y del MINFAR para sofocar sangrientamente una eventual gran manifestación salida de control. ¿Dispararían o apalearían a gente civil desarmada?

En fin, especulaciones aparte, me remito a un refrán: “quien siembra vientos recoge tempestades”. En La Habana los dos dictadores siembran vientos cada vez más huracanados y peligrosos.

Autor

  • Roberto alvarez quinones

    Roberto Alvarez Quiñones (1941), periodista, economista y licenciado en Historia cubano residente en California, con 40 años de experiencia como columnista en el área económica, primero en Cuba en el periódico “Granma” (1968-1995), y simultáneamente en la Televisión Cubana, donde fue comentarista de economía internacional, desde 1982 a 1992. Profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana desde 1982 a 1992. Llegó a EEUU en 1995, y en 1996 comenzó a trabajar en el diario “La Opinión” de Los Angeles, donde fue editor y columnista de las secciones de Negocios, Latinoamérica, El Mundo, y el suplemento “Tu Casa” (bienes raíces), hasta 2008. Actualmente es analista económico de Telemundo (TV), y escribe columnas y artículos para varios medios en español de EEUU y España. Es autor de 6 libros, 4 publicados en La Habana y 2 en Caracas, Venezuela. Ha recibido 11 premios de periodismo.

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