Los cubanos no solo sufren hoy la peor ola represiva de toda su historia republicana, sino que con la pandemia del Covid-19 ahora sin control padecen una crisis sanitaria que apunta a una tragedia humanitaria.
Récords de contagios y fallecimientos
Baste decir que el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) el 19 de julio reportó unos 4.000 contagiados por cada millón de habitantes durante esa semana, la cifra más alta de todo el hemisferio occidental, y nueve veces superior al promedio mundial.
Cada día se rompen récords de contagiados y de fallecidos. El 1 de agosto julio el Ministerio de Salud Pública reportó 9,747 nuevos contagios y 87 muertes. Dos días antes había reportado 83 muertes. Desde marzo de 2020 se han contagiado 394,343 personas y han muerto 2,845.
Y estoy citando las cifras oficiales del MINSAP, que reduce por razones políticas las verdaderas cifras para no dañar la imagen de la “revolución” y de la “potencia médica”. Yo conozco bien, por dentro, la cultura castrista de la manipulación de la realidad. Los médicos cubanos estiman que se contagian más de 15,000 personas diariamente y que han muerto más de 6,000.
Decenas de médicos han denunciado que muchos fallecidos por el Covid-19 son reportados como muertos por neumonía y otras causas. Así hicieron en el caso de mi prima Quiñones hace unos días en Ciego de Avila, como veremos.
El número de hospitalizados el 1 de agosto era de 92,859 en el país, pero la inmensa mayoría está en “centros de aislamiento” que la población llama campos de concentración porque están fuertemente militarizados, y realmente no hay en ellos atención médica.
Colapso de los hospitales
Los hospitales han colapsado entre otras cosas porque desde 2010 han sido cerrados 64 de ellos. La “potencia médica” desde que dejó de ser financiada por Moscú ha perdido el 33% de su capacidad hospitalaria. Y para tener idea del “altruismo revolucionario” castrista, vale informar que en 2020, en medio de la pandemia, se invirtieron más de $2,000 millones en la construcción de hoteles de lujo, y solo 96 millones en la destartalada infraestructura de Salud Pública, según datos oficiales.
Por otra parte, hay unos 30,000 médicos cubanos en el extranjero, a los cuales el gobierno les confisca mensualmente el 85% de sus salarios en divisas
En Santiago de Cuba, camiones cargados de cadáveres van hacia fosas comunes en los cementerios de Siboney, El Cobre, Juan González y El Cristo. En Guantánamo, dos médicos declararon que carecen de oxígeno. «Nos estamos muriendo poco a poco. aquí en Guantánamo estamos cayendo como moscas”. Estos testimonios son divulgados por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH).
La provincia más golpeada ahora es Ciego de Avila (unos 495,000 habitantes), debido a que a las playas avileñas siguen llegando turistas de todo el mundo. Los militares propietarios de los hoteles en la isla se niegan a tenerlos vacíos. La situación es sumamente crítica en la capital de la provincia, del mismo nombre, que con 154,681 habitantes registra el doble de fallecidos que La Habana con 2.1 millones de habitantes.
En Ciego de Avila
Avileños: sin balón de oxígeno, sin medicamentos y sin médicos
Y de esa ciudad de Ciego de Avila, mi terruño natal, hace unos días me llegó la muy triste noticia de que una prima hermana mía muy querida, Nieves Cruz Quiñones y su esposo, Alejo Martí, murieron de Covid-19 en esa ciudad sin recibir ninguna atención médica.
Nieves y su esposo eran destacados profesores retirados de la Universidad de Ciego de Avila. Ella, doctora en Bioquímica, fue vicerrectora de esa universidad y su esposo Alejo fue decano de la Facultad de Economía. Ambos fueron internados en el edificio militarizado de una vieja escuela de educación física en las afueras de la ciudad. Allí no había ni oxígeno para aliviar la asfixia de los 96 enfermos de Covid-19.
Según me relató conmocionada su única hija, Patricia, allí había un solo médico para un centenar de pacientes graves. No había antibióticos, ni interferón, anticoagulantes, ni medicamentos de ningún tipo, ni equipos médicos. Había un balón de oxígeno, pero inutilizable porque carecía de la boquilla para inhalar. Familiares de Nieves y Alejo contactaron a médicos amigos dispuestos a ir asistirlos, a ellos y otros pacientes, pero las autoridades no lo permitieron.
Los militares a cargo del centro de aislamiento tampoco permitieron que Nieves y Alejo regresaran a su casa para que médicos amigos los asistieran y aplicaran ciertos medicamentos conseguidos. Varios galenos avileños que fueron alumnos de ellos se comprometieron a cuidarlos y a que nadie entrara en la casa. Pero los guardias se negaron. O sea, esos militares condenaron a muerte a mi prima, a quien yo quería como una hermana, y a su esposo, un formidable ser humano.
Ninguno de los dos estaba vacunado, porque el Partido Comunista en la ciudad es el que decide quiénes y cuándo se pueden vacunar. A mi prima y su esposo le habían fijado su vacunación para una fecha que resultó ser para una semana después de sus fallecimientos. Alejo murió 48 horas antes que Nieves.
‘Tú tienes una gripe muy mala’
Unos días antes de que Nieves falleciera le dijeron que ella ya no tenía coronavirus, que la última prueba había dado negativa. “Lo que tú tienes es una gripe muy mala”, le comunicaron. Y muy bajito, ya casi sin poder hablar por la asfixia que tenía, así se lo dijo mi prima a su hija por teléfono.
Sin duda fue una orden “de arriba”, pues luego de que Nieves falleció, tristemente asfixiada, escribieron en el certificado de defunción que murió de una “trombosis pulmonar”, sin mencionar el Covid-19.
Y cuando un familiar mío le preguntó a una de las principales funcionarias del MINSAP provincial si había algún plan urgente de contingencia para detener el avance del Covid-19 en Ciego de Avila, o recibir ayuda urgente del gobierno, o desde el extranjero, esta respondió, visiblemente preocupada, que no hay ninguno, y que van a morir muchos más avileños de coronavirus.
También desde Ciego de Avila dos médicos denunciaron al OCDH: “No se hacen leucogramas básicos, no se hacen rayos X, no hay jeringuillas, no hay anticoagulantes, no hay antibióticos, no hay vergüenza (…) hay un solo médico cubriendo tres salas de COVID (…) se está enfermando gente, no importa cuál vacuna cubana recibieron, mueren igual.”
Castro II y sus cómplices, responsables
Y la culpa de esta desgracia, que con la represión y crisis alimentaria han sumergido a los cubanos en un infierno, cae sobre el dictador Raúl Castro Ruz (lo sigue siendo) y su asistente Miguel Díaz Canel. Para empezar, en marzo de 2020, cuando la pandemia ya hacía estragos mundialmente el régimen no solo no cerró las fronteras al turismo, sino que lanzó una campaña publicitaria internacional para que turistas de todo el mundo viajasen a disfrutar de las playas cubanas. Solo suspendieron el turismo ya con el virus extendido por todo el país.
Y los militares (el verdadero poder) para no dejar de ganar dólares, hace unos tres meses abrieron de par en par las puertas al turismo ruso. Y por Varadero llegaron miles de ellos, muchos contagiados con la nueva cepa Delta, y sin usar mascarilla. Y fue así como se inició el rebrote espantoso de Covid-19 actual.
Castro II no aceptó las vacunas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) mediante el Programa COVAX, encargado de distribuir millones de vacunas certificadas, y gratuitamente en el caso de países pobres, como es el caso de Cuba, gracias al castrismo. Sin embargo, según fuentes secretas muy bien informadas al parecer Raúl Castro ordenó comprar 100 vacunas Pfizer y fueron esas las que se pusieron él y los jerarcas principales de la dictadura. Y yo lo creo, “conozco el paño”.
En Latinoamérica COVAX ha entregado ya millones de vacunas a 12 países, en varios de ellos gratuitamente. Pero Castro II y sus apandillados no las aceptaron. Porque les importa un comino la salud y la vida de los cubanos, y porque lo de ellos es enriquecerse como sea. Y decidieron fabricar una vacuna para si resultaba exitosa exportarla al mundo entero y ganar mucho dinero.
Mientras en América Latina la gente se ponía vacunas efectivas los cubanos no se podían vacunar. Muchos meses después, con el virus atacando por todas partes, fue que comenzaron a ser inyectados con la vacuna Abdala, sin el necesario respaldo científico internacional, lo que explica por qué los vacunados en la isla mueren de Covid-19.
Hasta el 7 de julio de 2021 se habían aplicado siete millones de la vacuna Abdala. Pero el periodista independiente Waldo Fernández Cuenca reportó que luego de aplicarse las tres dosis a cientos de miles de personas en Matanzas se produjo la explosión de contagios y muertes.
Un solo balón de oxígeno y todos murieron
Encima de que causó el agravamiento de la pandemia, el gobierno no suministra mascarillas a la población. Un periodista independiente reportó desde la oriental provincia de Guantánamo: “En un centro de aislamiento el único balón de oxígeno tenía que rotarse cada 15 minutos entre todos los que estaban más necesitados por los problemas respiratorios”. A final todos murieron.
Y aún así, con el país ya casi tocando una tragedia humanitaria de grandes proporciones, el régimen se niega aceptar vacunas gratuitas de la OMS y la ayuda humanitaria que ofrecen Washington, la diáspora cubana y la comunidad internacional.
Es ese otro crimen de lesa humanidad a la cuenta de Raúl Castro y sus secuaces.