Cuando tuvimos que rajar de Córdoba en 1977, por el apurón y porque no había muchas opciones, vinimos a parar a Los Ángeles, en donde encontramos mucho apoyo; un privilegio comparado con la situación de muchos otros refugiados.
Yo trabajaba allá, en Córdoba, era una profesional. Pero claro, al no saber una papa de inglés, ni tener titulo revalidado, se me hizo dificil. Me senti disorientada.
Entonces fue que mi ex me consiguió un trabajo; dijo: «no quiero que te conviertas en una madre que hay una sola…», y bien, un pensamiento sabio.
Empecé a trabajar en el Este de Los Ángeles, donde no necesitaba hablar inglés.
Fue una experiencia muy linda. Alli conoci la cultura mexicoamericana, y tambien bastante de la mexicana pura. Supe del movimiento Chicano, de quién era César Chávez, y supe de la huelga de la uva. En Córdoba no teníamos ni idea de Chávez ni de la uva. Me fascinó saber cómo César fue capaz de movilizar a los trabajadores rurales y a partir de ello obtener ciertas condiciones minimas para hacer mas decente el trabajo en el campo.
Al mismo tiempo me di cuenta que este compañero de trabajo que se habia movilizado apoyando a Chávez y a los campesinos, a su vez no tenia ni idea de lo que estaba pasando allá abajo del mapa, en la Argentina, donde obreros perdian la vida por movilizarse. Increible. La consigna «trabajadores del mundo, ¡unios!» no le habia llegado.
Y bueno.
Disfrute mi trabajo en esas áreas; cuando se acabó mi contrato encontré trabajo en Huntington Park; trabajaba como consejera. Si no venían a mi consulta, yo tenía que ir a la casa de mis clientes. Si no, no me pagaban…
Así que para no perder mi tiempo y asegurar mi día de trabajo, directamente me presentaba al domicilio de mis clientes (se trataba de un programa para niños y adolescentes que habían tenido algún percance con la ley). Se suponía que yo tenía que aconsejar a los padres a que supervisen más a los chicos para que no anden en la calle o se roben un caramelo cada tanto (lo decía con un poco de vergüenza, como si no supieran ser padres, o no necesitaran estar 12 horas al día trabajando fuera de la casa, como si no debieran confiar a sus hijos a las escuelas……pero ese es otro tema).
Me encanta la artesanía mexicana; me encantan el ándele, el híjole, «tendré el placer de que venga a su casa a cenar».
Me enfrascaba en conversaciones, se suponía que debía proveer consejos a las madres y a los niños rebeldes, pero yo me iba a casa con alguna receta, después de haber probado algo de lo que se estaba cocinando. Me sentí acogida como si fuera una antigua amiga en cada familia que visitaba.
Si, una vez un señor me preguntó qué estaba haciendo ahí (en un complejo de departamentos). Le expliqué, y me dice: «Usted, ¿no tiene miedo?»
-Y ¿por qué tendría que tener miedo?
-Mire, a usted se la ve como gabacha, y aquí el ambiente no es muy bueno, no le aconsejo que ande por aquí…
Muy gaucho fue este mexicano al hacerme saber; pero por supuesto jamás sufrí ningún percance en el barrio.
Mi conexión y mi cariño mexicano crecieron. Me hice amiga de Magdalena; mexicanísima. La visité en Hermosillo donde vivían sus padres, y la visito en el D.F. donde vive ella; somos muy amigas.
Ella me escribe emails cada tanto. Su encabezamiento a veces no es un «Hola Ana,» ni un «Querida Ana,» sino «¡Órale!»
Magdalena, Mexicanísima, prepara los chiles en nogada como nadie.
Aquí, en Los Ángeles soy amiga de Lupe. Ella dice que se equivocaron en atrapar al Chapo. Que por sus pagos, de donde ella es, el Chapo protege a los rancheros. Que sin el Chapo y su gente, los rancheros se encuentran desprotegidos, a merced de otros; es que esta gente tiene sus territorios, y son celosos de su gente; protegen a los rancheros y al ganado, dice Lupe. Ella y su familia pasaron un momento feo cuando rivales del Chapo secuestraron a su hermano allá, en el rancho. Por suerte negociaron el rescate, aunque les costó bastante dinero.
Me contó Braulio, de Culiacan, que el gobernador de Sinaloa va todas las mañanas en helicóptero a desayunar con su madre. ¡Eso es amor de hijo! le dije al mío.
Y así, además de que me fascina la cultura mexicana, las y los mexicanos, también me encanta ver estas series sobre los narcos; no me perdí capitulo de «La Reina del Sur» y ahora miro «Camelia, la Texana»; claro que cuando se dan de tiros cambio de canal…