Hace una semana la marina mexicana encontró los cuerpos muertos de 72 personas en un rancho remoto de Tamaulipas. El único sobreviviente responsabilizó al grupo criminal Los Zeta de la matanza e informó que las víctimas eran migrantes de Centro y Sudamérica, los cuales iban con destino a los Estados Unidos. El único detenido es un menor de edad. La muerte siempre es triste, dolorosa e irremediable. Este genocidio es una vergüenza para México y para todo ser humano.
¿Y ahora qué…? El gobierno de Calderón usará esta tragedia para justificar su guerra contra algunos carteles de la misma manera que hoy usa la captura del narcotraficante Tejano, mejor conocido como la ¨Barbie¨, para mostrar los avances de la misma. México se ha hundido en sangre. No hay respeto de parte de los poderosos para los derechos humanos ni para la vida. Los medios seguirán celebrando el Bicentenario y los logros de un gobierno dudosamente establecido.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en los últimos 6 meses se han registrado 1.267 secuestros de inmigrantes en México. Y los reportes de Humanidad sin Fronteras AC y Frontera con Justicia AC (junio de 2010) refieren que existe una “evidente colusión” entre agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), elementos de la Policía Federal y Los Zetas. La corrupción de parte de los encargados de la seguridad en México es por todos conocida, al igual que la constante violación de los derechos humanos.
Todo es lamentable en este incidente irreparable. ¿Cómo explicar a las familias de los muertos lo acontecido? Decir lo sentimos pero por el momento México está podrido, no es suficiente si no se hace nada por evitar que desgracias similares vuelvan a ocurrir. No es posible que México, un país que de boca lucha por los derechos de sus propios emigrantes, permita que genocidios como este ocurran en su propio territorio.
México debe tirar los muros del Sur para tener la autoridad moral de tirar los muros del Norte. Es injustificable e incluso injusto que de Norte a Sur las fronteras estén abiertas mientras que de Sur a Norte las fronteras obliguen a las personas a vivir en un mundo de injusticias clandestinas. Es hora también de limpiar la casa, de acabar con la corrupción que nos corroe en ambas fronteras. Es vergonzoso que México permita que los hermanos del Sur, ya sean ecuatorianos, colombianos o hondureños, lleguen al país en las sombras y que permanezcan ya sea temporal o permanentemente en condiciones denigrantes. ¿Qué pasó con nuestra hospitalidad? Mi México debería ser tu México, de la misma forma que mi casa es tu casa.
Ya estamos hartos, avergonzados, de ser un charco de sangre entre dos ríos.