Faltan menos de dos años para las elecciones presidenciales del 2016 y ya empieza el circo de precandidatos de ambos partidos. Y las noticias no son nada buenas para los votantes.
Parece que cada vez tenemos menos opciones de elegir a un presidente con una agenda en beneficio de la sociedad en lugar de uno que gobierne para los poderosos.
Si entre los precandidatos presidenciales aparecen Jeb Bush, por el lado republicano, y Hillary Clinton, por los Demócratas, se confirmaría el establecimiento de al menos dos dinastías políticas familiares en el país. Y a más dinastías, menor democracia.
Las manos del poder
Un reciente estudio de los académicos Martin Gilens, de la Universidad de Princeton, y Benjamin I. Page, de la Universidad Northwestern, demuestra que Estados Unidos ha dejado de ser una democracia representativa y que el poder está, en realidad, en manos de aquellos con poder económico y social. Y los votantes? Nada. Simplemente votan, de lo demás se encargan los que tienen acceso al poder.
De esta investigación hablaremos en el próximo artículo en detalle, pero aquí solo queremos remarcar que las decisiones políticas no las toman los ciudadanos, aunque nos hacen creer lo contrario (El artículo, “Testing Theories of American Politics, Elites, Interest Groups, and Average Citizens, puede leerse visitando aquí)
En realidad, votamos por candidatos de solo dos partidos que ya tienen su agenda y su estrategia electoral, y que finalmente escucharán a las elites socioeconómicas. El circo se completa con el ruido de la prensa —que también es propiedad de grandes corporaciones— que nos vende que se trata de opciones reales y que el ciudadano “común y corriente” tiene poder.
Cada uno se toma la sopa como quiere, o como se la dan.
El candidato de la “clase media”
Obviamente, ningún candidato se presentará ante el electorado y le dirá “si gano las elecciones apoyaré a las grandes empresas y reduciré el poder de los sindicatos y el de los ciudadanos”.
No, claro, nadie dice algo así. Al contrario, los candidatos siempre se disfrazan de buenos y pretenden estar preocupados por el ciudadano común, por la clase media y los trabajadores.
Una muestra de este mensaje disfrazado son las recientes declaraciones de Jeb Bush, el hermanito menor de George W. Bush, presidente entre 2001 y 2009, realizadas en el Detroit Economic Club en pasado 4 de febrero.
Jeb —John Ellis Bush, nacido en 1953— ya prepara su lenguaje electoral y habla de las familias en dificultades económicas, de la clase media y de mejorar la economía.
¡Conmovedor! Ahora Jeb, defensor de la educación privada sobre la pública, de las corporaciones, estratega del conservadurismo, ¡nos quiere hacer creer que se preocupa por nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes!
Hay que recordar que su hermano George W., también militante del conservadurismo, autorizó dos grandes reducciones de impuestos que les permitió a los ricos concentrar un 20 por ciento del ahorro, según un estudio del Tax Policy Center .
Ni se diga de la guerra contra Irak bajo la excusa de que ese país estaba tras los atentados del 11 de septiembre a las Torres Gemelas, algo que se sabe fue una invención. Hoy Irak es un país devastado. George W., además, presidió la mayor crisis económica desde 1929… Y no hizo absolutamente nada por mejorar la situación.
El padre de George W. y Jeb también fue presidente entre 1989 y 1993. George H. Bush también tuvo su crisis económica, tampoco hizo nada y por eso perdió su reelección frente a Bill Clinton.
La dinastía Bush está estrictamente ligada a los poderosos (familia de petroleros) y aunque ahora Jeb quiera desligarse verbalmente de esta mancha, es solo por motivos electorales.
Durante la misma presentación en Detroit, el casi seguro precandidato republicano criticó las regulaciones (a las empresas) y el subsidio a Amtrak.
Los republicanos han reducido constantemente el apoyo al tren, medio de transporte público hoy usado precisamente por la clase media y personas de bajos recursos. Para los conservadores, la idea de transporte público es “socialista”. Promotores del individualismo y de la industria automotriz y petrolera, quieren que la gente compre más vehículos —y de paso que se endeuden más y contaminen más el medio ambiente.
La candidatura del Sr. Jeb Bush —quien se promocionará entre los latinos gracias a su buen español y su esposa mexicana— pretende cosechar algo del electorado latino y parte del sector conservador tradicional, menos fanático. Lo demás no cambiará, porque de resultar presidente, seguirá, como su padre y su hermano, al servicio de los poderosos, de las guerras y reduciendo programas sociales y la calidad de la educación pública.