Si hay algo peor que “un hombre muerto caminando” (“dead man walking”, como reza la voz policial cuando un reo es conducido a la cámara letal) es “un hombre muerto esperando”. Máxime si esa espera se dilata no un día ni un mes sino veintiocho años; es decir 336 meses o, lo que acaso sea más gráfico y aterrador: 122,640 días con sus soles y sus noches, con su desesperación y con su esperanza (mucha más desesperación que esperanza), con su lucidez y su desequilibrio (mucho más desequilibrio). En una palabra, el tiempo de una vida en el “pabellón de la muerte” aislado del resto de los mortales, sin contacto alguno con otra cosa humana que la voz del carcelero y una radio portátil en una celda de blancas paredes que, más que un cubo oliendo a lavandina se parece a una aséptica sala de espera del infierno.
Allí, en esas condiciones “humanamente inhumanas” (si se permite el oxímoron) pasó más de la mitad de su vida Víctor Hugo Saldaño, el argentino condenado a muerte por asesinar a un comerciante en Texas.
El caso
El 25 de noviembre de 1995, el cordobés Víctor Hugo Saldaño junto a un amigo mexicano, Jorge Chávez, abordaron a Paul Ray King, un vendedor de computadoras de 46 años en un estacionamiento de Plano, una localidad de Texas al norte de Dallas. Tras secuestrarlo en el coche de King, lo condujeron a las afueras de la ciudad y, cuando este quiso escapar, Saldaño lo asesinó a tiros, robándole 50 dólares y el reloj. De hecho, este fue identificado y detenido con un arma, portando el reloj de King.
En el primer juicio, llevado a cabo en julio de 1996, se condenó a muerte a Saldaño, sentencia que se aplicaría a través de una inyección letal. Chávez, al haber confesado el crimen inculpando a su compañero, obtuvo la “redención” de la cadena perpetua.
Sin embargo, el fallo fue apelado ya que los abogados objetaron que la sentencia estuvo “viciada de conceptos racistas«. Esto fue aceptado por la Corte Suprema de los Estados Unidos, y Texas debió realizar un segundo juicio.
La condena fue ratificada en 1999 y la ejecución de Saldaño, programada para 2005. Pero sus abogados volvieron a apelar, reclamando no sólo en los tribunales federales sino también internacionales; aduciendo que quien estaba siendo condenado era una persona carente de toda capacidad de defensa. Y es que Saldaño padecía trastornos mentales por llevar más de siete años en el “corredor de la muerte”.
Lidia Guerrero, madre del condenado, nunca dejó de bregar por una “condena justa”. Y tras visitar reiteradamente a su hijo, intentó convencer a la corte, acompañada de un psiquiatra, sobre el estado mental irreversible de este. Y es que, durante los juicios, Saldaño se reía, leía revistas, se hamacaba en la silla y se masturbaba. Pero el jurado declaró que Saldaño representaba una gran “peligrosidad futura”, y la Corte Suprema de los Estados Unidos consideró la aplicación de la inyección letal como “constitucional”.
Por recomendación federal, el juez envió el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para un proceso de habeas corpus, en el que se dictaminó a favor de Santana. En 2015, los abogados de la Corte pidieron ante el gobierno estadounidense para que al reo se lo retire del «corredor de la muerte» y se lo traslade a un hospital psiquiátrico, o bien a una prisión común manteniendo los cargos. Pero la petición ha sido denegada hasta hoy. De hecho, Texas volvió a solicitar la ejecución de Saldaño, impedida permanentemente por mediación del consulado de Argentina en Houstony, acaso también, por el papa Francisco, quien tras entrevistarse con Lidia Guerrero pidió expresamente clemencia al por entonces presidente Barack Obama.
“EL JURADO DECLARÓ QUE SALDAÑO REPRESENTABA UNA GRAN “PELIGROSIDAD FUTURA” (…) EL JUEZ ENVIÓ EL CASO A LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (CIDH) PARA UN PROCESO DE HABEAS CORPUS. , EN EL QUE SE DICTAMINÓ A FAVOR DE SALDAÑO. EN 2015, LOS ABOGADOS DE LA CORTE PIDIERON QUE AL REO SE LO RETIRE DEL «CORREDOR DE LA MUERTE» Y SE LO TRASLADE A UN HOSPITAL PSIQUIÁTRICO, O BIEN A UNA PRISIÓN COMÚN MANTENIENDO LOS CARGOS. PERO LA PETICIÓN HA SIDO DENEGADA HASTA HOY. DE HECHO, TEXAS VOLVIÓ A SOLICITAR LA EJECUCIÓN DE SALDAÑO, IMPEDIDA PERMANENTEMENTE POR MEDIACIÓN DEL CONSULADO DE ARGENTINA EN HOUSTON Y, ACASO TAMBIÉN, POR EL PAPA FRANCISCO”.
Sin precedentes
Juan Carlos Vega, abogado cordobés y apoderado de Saldaño, enmarcó el caso de su defendido en la figura de “racismo agravado«. Y continúa con su reclamo “para que se cumpla y acate la ley internacional, ya que no hay precedentes de una condena a muerte que haya sido cuestionada y, con sentencia firme, anulada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”.
El letrado no pide «clemencia, perdón ni indulto», sino que se cumpla con lo que resolvió la CIDH, que anuló las sentencias por racismo judicial. Y Vega recuerda que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden declaró que lucharía «contra el racismo sistémico». Y de hecho, el caso del argentino llevó, en 2003, a promulgar la «Ley Saldaño», que derogó la norma que adjudicaba a los extranjeros un grado de «peligrosidad futura mayor» que el que se preveía para los nativos.
La CIDH dijo que Estados Unidos era responsable de las violaciones a los derechos humanos por racismo, agregando que el «corredor de la muerte» no es una cárcel sino un lugar de tortura, y que se debía ordenar la liberación del argentino hasta la realización de un nuevo juicio.
Y la CIDH afirma que Saldaño»no fue tratado de acuerdo con los principios de igualdad ante la ley, toda vez que su raza y origen nacional fueron tomados en consideración en su primer juicio condenatorio».
Tras esto, Vega se reunió con el secretario ejecutivo de la CIDH, Jorge Meza, a quien le pidió que ratifique la necesidad de que los Estados Unidos cumpla en trasladar a Saldaño a un hospital psiquiátrico y que sea indemnizado con 10 millones de dólares por los daños causados por sus años de prisión “a base de racismo judicial, puro y exclusivo”.
Fuera de todos estos episodios externos, nada ha cambiado “al otro lado del vidrio” de la , en Texas, donde aún late el corazón de Saldaño. Y tras su ventana de hermético cristal antibalas, continúa la repetición sistemática de ese día a día interminable donde, según su madre “se pasa más de 20 horas durmiendo y apenas si come”.
La única novedad es que ahora, al diagnóstico de padecimiento mental irreversible debe sumarse un cáncer de próstata, del cual Lidia Guerrero fue informada recientemente.
Guerrero no visita a su hijo desde noviembre de 2019, pocos meses antes de la pandemia, época en la cual las ejecuciones fueron aplazadas en Texas; y sigue creyendo que “lo más probable” es que ejecuten a su hijo, a quien nunca consideró inocente. Sin embargo, su deseo es que el caso se convierta en ejemplo de racismo judicial.
“JUAN CARLOS VEGA, ABOGADO CORDOBÉS Y APODERADO DE SALDAÑO, ENMARCÓ EL CASO DE SU DEFENDIDO EN LA FIGURA DE “RACISMO AGRAVADO». Y CONTINÚA CON SU RECLAMO “PARA QUE SE CUMPLA Y ACATE LA LEY INTERNACIONAL, YA QUE NO HAY PRECEDENTES DE UNA CONDENA A MUERTE QUE HAYA SIDO CUESTIONADA Y, CON SENTENCIA FIRME, ANULADA POR LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS”. EL LETRADO NO PIDE «CLEMENCIA, PERDÓN NI INDULTO», SINO QUE SE CUMPLA CON LO QUE RESOLVIÓ LA CIDH, RECORDANDO QUE JOE BIDEN DECLARÓ QUE LUCHARÍA «CONTRA EL RACISMO SISTÉMICO». DE HECHO, EL CASO DEL ARGENTINO LLEVÓ, EN 2003, A PROMULGAR LA «LEY SALDAÑO», QUE DEROGÓ LA NORMA QUE ADJUDICABA A LOS EXTRANJEROS UN GRADO DE «PELIGROSIDAD FUTURA MAYOR» QUE EL QUE SE PREVEÍA PARA LOS NATIVOS”
Mientras estés conmigo
Este artículo empezó con números y va a finalizar con números también, pero en este caso no de exageraciones obscenas sino de cifras paralelas, acaso proféticas.
En 1995, pocos meses antes del asesinato cometido por Saldaño, se estrenaba “Dead Man Walking”(“Hombre Muerto Caminando” o “Mientras Estés Conmigo”, dependiendo del país), la película de Tim Robbins, Susan Sarandon y Sean Penn sobre un condenado a muerte. La duración del film era de 122 minutos, la misma cantidad de días (anexándole tres ceros) que hace que Saldaño espera la ejecución; esa que pidió varias veces de forma expresa antes de su caída final, cuando la trilogía de su cuerpo-alma-espíritu aún no se habían convertido en tres nulidades. Valgan, como ejemplo, estas líneas que le escribiera a su exabogado defensor, el doctor David Haynes.
“Me comunico con usted por este conducto para manifestarle un profundo sentimiento arraigado en mi persona. En el escaso tiempo que llevo aquí, he estado analizando mi situación y he decidido que es mejor finiquitar este asunto lo más pronto posible. Ya que no voy ni para atrás ni para adelante, le voy a pedir encarecidamente que corte todas las apelaciones para que me ejecuten lo más pronto posible”.
“ME COMUNICO CON USTED POR ESTE CONDUCTO PARA MANIFESTARLE UN PROFUNDO SENTIMIENTO ARRAIGADO EN MI PERSONA. EN EL ESCASO TIEMPO QUE LLEVO AQUÍ, HE ESTADO ANALIZANDO MI SITUACIÓN Y HE DECIDIDO QUE ES MEJOR FINIQUITAR ESTE ASUNTO LO MÁS PRONTO POSIBLE. YA QUE NO VOY NI PARA ATRÁS NI PARA ADELANTE, LE VOY A PEDIR ENCARECIDAMENTE QUE CORTE TODAS LAS APELACIONES PARA QUE ME EJECUTEN LO MÁS PRONTO POSIBLE”
(FRAGMENTO DE UNA CARTA DE SALDAÑO A SU EXABOGADO DEFENSOR, EL DOCTOR DAVID HAYNES)
Sin embargo, parece que la muerte no llega “mientras estés conmigo” ¿Quién está, entonces, con Saldaño “mientras tanto”? ¿Dios? ¿El alma de su madre? ¿Un último atisbo de humanidad en la justicia estadounidense? ¿Un ángel guardián que trata de salvarlo del infierno futuro a cambio de un infierno presente? ¿Quién está, quién estuvo con Saldaño en todo este tiempo haciendo que su condena no pudiera ejecutarse todavía?
Hay un cuento de Jack London que se llama “Cara Perdida” (“Lost Face”). La acción transcurre en Alaska, en tiempos en que los hombres blancos y algunas tribus nativas se asesinaban por el mercado de pieles (de focas, de ciervos). Allí, un cosaco-polaco, Subiénkov, cae en manos de un sanguinario jefe esquimal, Makamuk, quien antes de ejecutarlo tiene planeado torturarlo hasta la aberración. Y él, Subiénkov, imagina una estrategia no para escaparle a la muerte (que sabe inevitable) sino para escapar de la tortura, lográndolo al final.
Esta ha sido la intención del único argentino condenado a muerte en la historia de los Estados Unidos. De momento, Saldaño ha escapado a la muerte pero no a la tortura. Y tanto sus cartas como su humanidad y su psiquis destrozada, vienen a confirmar que su destino es infinitamente más desdichado que el de Subiénkov en el cuento de London.
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