El Censo 2020 se nos viene encima

«Encima de los fusiles y en medio de las batallas», dice el poeta Miguel Hernández: más allá del ajetreo y las luchas, más allá de la desgracia humana incompetente llamada Trump, de los peligros y desdichas que recaen sobre los latinos en general y los inmigrantes en particular, no todo es crisis y problemas. Hay también buenas noticias en el horizonte.

Por ejemplo, el censo 2020.

Ayer como hoy

Así abría una nota similar, publicada 10 años atrás en este mismo medio. Claro, era sobre el censo 2010. Y llamaba con razones y convencimiento a la gente a participar. Sé bueno, participa. Ándale. Dale. Llena ese formulario. Claro, no mencionaba a Trump, porque Trump – su ascenso al poder, el caos y el degeneramiento que conlleva, el peligro de que sea reelecto el año próximo – no era previsible ni para los oráculos, ni para los profetas, ni para los brujos.

Pero hablaba, escribía sobre el mismo censo de población, por el cual el gobierno federal cuenta a todos los que se encuentran viviendo en Estados Unidos.

Hombres mujeres y niños. Personas de todas las razas, todas las edades, todos los ingresos. Cuentan a las familias en sus casas y a los presos en sus celdas. A todos. Ciudadanos, residentes e indocumentados. Dijo ¡a todos!

Es una buena noticia, eso de participar, de hacerse contar de tomar con ambas manos el sobre donde están las preguntas y llenarlas todas, porque es una manera de formar parte de esta sociedad.

Cada diez años, establece la Constitución, se lleva a cabo un cuenteo. El próximo es a inicios del año que viene, y los preparativos están a todo vapor.

Salen cifras interesantes: ¿cuántos habitantes tiene el país? (A la hora de escribir esto, se estima que 329,543,122, 22 millones más que hace 10 años) ¿Y California? (39,557,045) ¿Y la ciudad de Los Angeles? (más de 4 millones según datos de 2016; en 2010 eran 3,694,820) ¿Y mi barrio? Es Lake Balboa, a veces considerado parte de Van Nuys. Tiene 21,635. ¿Y qué? ¿Interesa?

Interesa, sí, porque de acuerdo con los números se reparte dinero para servicios del gobierno. Cuánto más gente contada, más plata para el barrio, ciudad, estado. Escuelas, clínicas, servicios.

Los resultados deciden cuántos miembros tendrá la delegación de California al Congreso (ahora 53, quizás pierda uno). Cuántos electores presidenciales, algo crucial para derrotar a Trump.

Para derrotar a Trump

También definen cómo se repartirán billones de dólares en dinero federal cada año.

Es cierto que los resultados llevan tiempo en tabularse y publicarse: semanas, meses. Pero los del conteo de 1890 tardaron siete años. ¿Eh? Algo es algo, un consuelo. La noticia del año 1900 fue que llevó solamente dos años y medio. Tengamos paciencia, pues.

Claro, el censo incita a preguntas interesantes. Para empezar, reconoce la existencia de razas, un concepto que la mayoría de los expertos consideran obsoleto y el resultado de una situación social fluctuante e inestable.

A partir de 1970 el cuestionario pregunta al residente si es de origen hispano, en cuyo caso, con qué grupo se identifica. Esto no se relaciona con el concepto de la raza.  Los latinos ni están en esa categoría en el cuestionario. No son una raza. Hay latinos de todos los colores, o de ninguno, como quien firma evidencia.

Otro detalle: se otorgan asientos en el Congreso según la población y no según la ciudadanía; es decir que aunque no votan, los indocumentados cuentan. No está mal, para los indocumentados. Esta disposición ya fue desafiada, apelada, debatida y avalada por la Suprema Corte. Así que si alguien pensaba refutarla, que no pierda su tiempo.

¿Se le complica?

A ellos también.

Cambia, todo cambia

Durante los 210 años de censo, las categorías cambiaron, así como las preguntas, todo de acuerdo con la cultura política del momento. Cambia, todo cambia.

En 1850 contaron a los esclavos. Pero como los estados no esclavistas no querían quedar atrás en población, protestaron, más por temor a perder representación política en el gobierno federal que por rechazo de la esclavitud. Los del Sur, para quienes el esclavo era una propiedad y nada más, tuvieron que aceptar que cada uno representaba por 3/5 de persona, de ser humano, para efectos del censo, es decir, representación electoral y congresional.

¡Ah!

Y estoy hablando de los esclavos hombres, porque las mujeres: blancas, negras, indias, tenían valor nulo. Ni contaban ni votaban. Y todo esto estaba en la Constitución: Artículo 1, Sección 2, Párrafo3.

Las cosas cambian. Hasta la Constitución.

Para asegurar que todos sean contados, la Oficina Federal del Censo está contratando a medio millón de personas. Luego vendrán más . Miles y miles y miles, como dice Trump, miles y miles de enumeradores (canvassers) serán localizados en sus propios barrios y contratados. Son gente que habla más de 100 idiomas. Claro, entre todos ellos juntos… para no perderse a ninguno. Organizaciones y corporaciones se ofrecen como “partners” para difundir el anuncio del censo.

A partir de febrero, miles de centros de asistencia para llenar el cuestionario se abrirán en todo el país, entre ellos centros móviles, y camionetas que recorrerán poblaciones rurales como las del Valle Central de California. En las escuelas estarán dando instrucción especializada: quince minutos por maestro por clase, para explicar qué es el censo y por qué importa tanto que le avises e informes y ayudes a tus padres.

Pero esto es lo importante: por ley, los datos del censo son confidenciales. La ley llamada Title 13 prohibe darlos a conocer. La condena por hacerlo es de cinco años de cárcel y 250,000 dólares de multa.  La privacidad está garantizada y nadie puede hacer nada para evitarlo.

Esto lo demuestra: el 13 de agosto de 1980, la FBI se plantó en las oficinas del Censo en Colorado Springs, Colorado, ordenando la entrega de documentos. El censo se negó y la justicia le dio la razón. I rest my case.

Por favor abra la puerta

En estos días comienzan a verificarse las direcciones. A comienzos del año próximo llegarán a su casa los formularios. Llénelos y devuélvalos. No hay riesgo. Le llevará diez minutos. O use el internet para cumplir con su obligación ciudadana. O abra la puerta – por favor, abra la puerta – a los encuestadores.

Si lo hace, su ciudad, su estado, su distrito escolar, su barrio, recibirán más dinero, más recursos, más atención. Si no lo hace, no lo recibirán, y si no responde al censo, usted se quedará en las sombras, sin pertenecer, ni aquí ni allí y por tiempo indeterminado.

Haga del censo un acto cívico: le conviene.

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio.
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Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then.
Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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