El mapa electoral argentino, por David Metral

El panorama político argentino, siempre dinámico, cambiante y a veces impredecible, pareciera sin embargo querer volver sobre claves de diseño similares a las vividas 4 años atrás

A ocho meses de las elecciones generales, el panorama político argentino, siempre dinámico, cambiante y a veces impredecible, pareciera sin embargo querer volver sobre claves de diseño similares a las vividas 4 años atrás.

Fue a partir de 2015 que comenzó a observarse el fenómeno de la extinción de las mayorías claras que presidieron la etapa bipartidista reiniciada en 1983 con la restauración democrática, pero de larga raigambre histórica en el país del Plata: Peronismo vs. Radicalismo. En rigor de verdad, este último partido ya venía adelgazando en la consideración del votante desde la caída del gobierno de Fernando De La Rúa en 2001, fecha que marcó el comienzo de su ocaso como partido de poder, lo que se patentiza hoy en su papel de socio menor del gobernante PRO.

Los tercios

Como sucede en el último cuatrienio, el mapa ciudadano se divide en términos electorales por tercios, entre Peronistas,Antiperonistas (representados por el gobernante Cambiemos, integrado por el Partido Pro y el Radicalismo) y los llamados Independientes. La izquierda y algunos partidos provinciales tienen una presencia testimonial, casi marginal.

El Peronismo -identidad local del llamado Populismo latinoamericano- con un ingrediente mayoritariamente kirchnerista, en referencia al sesgo de centro izquierda impreso por los gobiernos de Néstor Kirchner y su esposa Cristina entre 2003 y 2015, representa cerca de un 34% del electorado y creciendo lentamente. La figura que aglutina más adhesiones es Cristina Kirchner, aunque la expresidenta no ha definido aún si será o no candidata en octubre.

Cambiemos, la alianza neoliberal gobernante integrada por el derechista PRO y el Radicalismo oficial, oscila entre el 30 y el 32% de las preferencias de los votantes, en leve declive. El candidato casi seguro, aunque aún discutido internamente, es el actual presidente, el ingeniero Mauricio Macri.

Los denominados Independientes forman una variopinta acuarela de Peronistas que no reconocen el liderazgo de Cristina Kirchner, Radicales contrarios a la alianza con el PRO, socialistas y apartidarios. Constituyen el tercio restante. La izquierda trotskysta, en toda la etapa democrática desde 1983, promedió un marginal 5% de votantes. El tercer tercio no tiene aún un candidato claro ni, como puede observarse, un partido que los aglutine.

Así planteado el esquema electoral, se estima como probable que la definición quede reducida a las dos fuerzas más poderosas. Las que, no obstante, deberán atraer el voto independiente para poder triunfar ya que el piso necesario para consagrar presidente es del 45% de los votos, en primera vuelta, y el 50% + 1 en un eventual ballotage.

El tema de la corrupción

Si la definición queda reducida a una batalla entre Peronistas Kirchneristas y Neoliberales Cambiemistas, la campaña electoral puede que se desarrolle alrededor de un muy reducido temario, que giraría casi exclusivamente alrededor de cuál de los dos partidos es más corrupto. Ese ha sido por 4 años el eje de las disputas políticas, impulsado por los medios de comunicación más poderosos, referenciados en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Los que forman hoy parte no orgánica, pero parte al fin, de las fuerzas políticas neoliberales en toda Latinoamérica.

Es tal el nivel de parcialidad que estos diarios, canales y radios reflejan en sus informaciones y opiniones diarias que, en la Argentina de hoy, se habla y escribe muy poco sobre la situación económica, desocupación, pobreza y conflictos sociales consecuentes que son los puntos débiles del gobierno y deberían constituir la clave de la agenda diaria. A la vez se machaca y mucho, demasiado, episodios de corrupción que no encuentran su plena justificación jurídica en un plexo probatorio vigoroso y claro.

Hace ya un tiempo, el ya fallecido periodista Julio Blanck, del poderoso diario Clarín, tuvo un rapto de sinceridad infrecuente en un profesional de su experiencia y reveló, sin querer tal vez, la obsesión de la empresa mediática en la que trabajaba al expresar en una nota que él y sus colegas practicaban “periodismo de guerra”. Lo que significaba entonces y ahora el privilegio absoluto de los intereses económicos y políticos de sector por sobre la información veraz y equilibrada.

Así, entonces y para sintetizar, el relato de estos medios de comunicación más semeja la construcción ficcional de un ejercicio de distracción y engaño, que una práctica responsable de la tarea de informar.

Roberto Lavagna

Buscando quizás inconscientemente atajos y recursos para que no sea este el camino que recorran las discusiones preelectorales, es que hacen presencia las terceras vías, el criterio de no quedar atrapado en la lógica del blanco o negro, la necesidad siempre presente de renovar y alumbrar nuevos hombres y senderos intermedios. Y allí, en ese lugar-puente de la política, es donde parece surgir hoy la figura de un veterano economista y político de origen peronista, 73 años, con antecedentes positivos de gestión como funcionario en los gobiernos de Juan Perón (1973-74), Raúl Alfonsín (1985-87) y Néstor Kirchner (2003-05). Se trata de Roberto Lavagna.

Su irrupción en el escenario electoral ha producido reacciones encontradas en la opinión pública. El oficialismo lo ve como un potencial refugio para los votos propios desencantados con el gobierno pero refractarios a Cristina Kirchner. El Peronismo Kirchnerista, como un rival que pesca en el mismo río. Para los independientes sería como una especie de “esperanza blanca”, incontaminado, ajeno a la corrupción, políticamente distante del fracaso económico oficial y con experiencia suficiente.

Incluso algunos peronistas lo promocionan como candidato con el argumento de que con él y Macri como rivales, no habrá más remedio que hablar de economía y política en la campaña, dejando de lado la corrupción, que debiera ser un tema exclusivamente judicial y, de paso, se le ahorraría a Cristina Kirchner el escarnio diario de concurrir siendo candidata a los tribunales en la infinidad de causas que se le han iniciado con mucha más fantasía interesada que pruebas serias.

Un cambio

Así están las cosas en nuestro convulsionado presente, donde el hambre afecta gravemente a más de un tercio de la población, la desocupación va rumbo al 15% de la fuerza laboral, con una inflación volando hasta el 50% anual, mientras cierran todos los días pequeños y medianos comercios y empresas.

Todo parece indicar que una mayoría cada vez más clara de ciudadanos está buscando la mejor manera de cambiar de raíz el rumbo declinante de un país que supo disfrutar de realidades más prósperas.

Nació en Villa María, Córdoba, Argentina, en 1953. Es profesor de Historia recibido en la Universidad Nacional de Córdoba. Alterna sus vocaciones entre los estudios históricos, el teatro y la literatura. Es actor desde los 17 años. Protagonizó más de cuarenta obras teatrales y la miniserie televisiva EDÉN. Obtuvo el Premio Trinidad Guevara (1981) y participó en festivales nacionales e internacionales, entre ellos: El Festival Cervantino (Guanajuato, México, 1983) y el Festival de Caracas (Caracas, Venezuela,1983). Sus notas de análisis político e investigación histórica han aparecido en diversos medios. En 2010 publicó, en colaboración con Jorge Piva, el ensayo epistolar "De Kirchner a Perón, ida y vuelta".

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