No, no era el México del PRI. Tampoco fue el México del PAN. Ni del PRD. No, el México que se nos fue era el de la gente. El México aquel que a sabiendas de las miserias que se entregaban continuaba luchando y cabalgando por mantener una tranquilidad pasajera y un optimismo imaginario.
Hoy se nos fue ese México. Hoy nos queda la incredulidad, la apatía, el enojo y el cinismo. Hoy queda el hermetismo y la desconfianza. Hoy queda el pleito y la intolerancia. Ese es el México que ha nacido, uno donde el valor monetario ha suplantado al valor moral.
Y, ¿por qué nos sorprende la violencia? Si se ha estado encubando bajo una burbuja de codicia y se ha ido nutriendo del odio colectivo y del linchamiento obsesivo, de la marginación minoritaria y el rechazo a lo diferente. Nadie es culpable mas la responsabilidad es de todos.
Hace aproximadamente veinte años que comenzó el retiro infinito del México antiguo. Se comenzó suplantando la tradición por la corporación. Se continuó con la sustitución de la labor individual por la manufactura ciega. Se mantuvo un impulso sádico a la exportación, no de productos sino de humanos.
Y poco a poco se fue manejando el viaje hacia el precipicio. Se abrieron las puertas para que llegara el México nuevo, el que hoy se vive – asentado en un mercado libre de putrefacción y desregulación. Un México volcado en un hambre infernal de poder falso. Los mil pesos se volvieron un dólar. Y el peso se volvió un centavo.
Así fue la decisión de quitarle el México a la gente y dárselo a la sociedad anónima. De quitarle el poder a millones y dárselo a unos cuantos ejecutivos. De patentar la cultura y de privatizar al tiempo.
Poco a poco se pavimentó el camino a la nada, sin rumbo ni dirección – sólo quedaron caminos al norte – a un norte que hoy suplica el divorcio.
¿Cómo? ¿Nos sorprende la violencia? Si al quitarle todo a la gente y dárselo a los invisibles deja un vacío: siempre habrá algún aprovechado que lo quiera llenar. Y al llegar el aprovechado, al gustoso de lo ilegal y lo criminalmente organizado – ofreciendo sueños rápidos y poder instantáneo – en un cerrar de ojos enferma al más sano con un virus que se esparce y que contagia a una sociedad que nunca se protegió sino que al contrario, al quitársele todo se dejó al descubierto.
Se nos fue ese México y hoy queda el que nació de un tratado de libre comercio.