Es peligroso recurrir al Todopoderoso para resolver asuntos terrenales no espirituales. Sin pretenderlo, se nos transmite por parte del que lo invoca que las guerras que arrastramos (Ucrania, Gaza…) y otros actos ejecutivos gubernamentales de profundo calado, como la regularización de la inmigración, se pueden resolver a partir de padrenuestros y avemarías.
La política no depende de los oráculos
El todavía en funciones presidente Biden nos metió en un caos de grandes proporciones cuando dijo que dejaría su candidatura solo si se lo pidiera el Todopoderoso. Infunde temor que los asuntos de la política dependan de oráculos, o sean mediatizados con ofrendas o sacrificios humanos. Si estuviera en manos de un ser todopoderoso acabar con el problema de la regularización migratoria –ejemplo que nos afecta a todos– para luego es tarde. Y no parece que vaya a estar resuelto el asunto ni a corto ni a medio plazo.
La separación iglesia estado tiene que servir para algo. Ha habido generaciones de americanos que han dado su vida para no mezclar lo finito de la tierra con lo infinito del espíritu. La Constitución de 1787 es un avance de inmensas proporciones que garantiza que los estados que componen la Unión –aconfesionales por mandato fundacional– tomen distancia de leyes venidas del más allá. Permite, por poner un ejemplo, no involucrar Los Diez Mandamientos en nuestra vida política. A estas alturas, esperamos que la película de Charlton Heston de 1956 no se tome jamás como un documento estatutario, tampoco la de The History of the World de Mel Brooks (1981), que, además, tenía “Quince” mandamientos. Comparen este hito con la intromisión permanente con que tienen que lidiar en los países con reglamentaciones de corte religioso: musulmanes (sharía) y judíos (torá).
En este terreno, los latinos que han prestado públicamente su apoyo a Trump no han sido capaces de poner distancia entre la fe del hispano, que se considera un valor latino tradicional, y el entramado político oficial. Recurrir a la fibra sensible del latino se hace siempre en periodos electorales, pero no se puede jugar con la buena fe del latino.
Kamala Harris y un futuro que no está en el azar
Biden nos decía: ¡Quien no esté de acuerdo con mi candidatura, que se presente contra mí! Pues nadie se ha presentado contra él y está fuera. El caucus latino no ha tenido un buen desempeño, un día apoya a Biden sin fisuras y al día siguiente a Kamala Harris. La política nos devuelve a la cruda realidad. Más ha influido en la marcha de Biden la amenaza de perder contribuciones monetarias a la campaña que el apoyo de seguidores incondicionales, que como vemos es voluble. Los latinos demócratas tenían que haber sido claros y mostrado más personalidad a la hora de poner reparos a la continuidad de Biden.
Nancy Pelosi le dijo a Biden que se lo pensara. George Clooney, que hizo importantes aportaciones a la campaña (de Biden) denunció públicamente un notable deterioro funcional del presidente. No hubo necesidad de intervención del Todopoderoso. No es tarea de Dios.
La actual vicepresidenta Kamala Harris ya es candidata presidencial y tiene trabajo por delante. De su valía nos consta hasta el apoyo y respeto de su contrincante Trump. Le podría recordar Harris a Trump que entre el 2011 y el 2013 contribuyó con $6,000 dólares a la campaña de la entonces fiscal de San Francisco.
El latino tiene que saber con quién se juega el futuro, porque para arriesgar ya hay juegos de azar, para la política no cabe aventarse a la suerte. El Todopoderoso está demasiado ocupado para sacarle las castañas del fuego a un candidato, o candidata, particular. ¿Y por qué a uno y no a otro? ¿Es que hay preferencias divinas en las elecciones? Sería un disparate divino. Los deseos divinos no cotizan en la bolsa de Wall Street.
Jugar con Dios tiene consecuencias
No se debe “tomar el nombre de Dios en vano”: es un mandamiento para los creyentes. Jugar a conversar con Dios como se juega con un gato no es propio de políticos que tienen que regir los destinos de nuestro país. Empezaríamos a parecernos a Maduro hablando con Chávez encarnado en un pajarito, o a Milei consultando con su fallecido perro Conan. Se nota que Trump no entiende el mensaje de fondo de lo que presentamos, porque lo primero que dijo tras el atentado del pasado 14 de julio fue: “el Todopoderoso está de mi lado”.
¿Debemos entender que no estaba del lado de John F. Kennedy en 1963 o de Lincoln en 1865? Esto no es como decir “que Dios nos ampare”, que lo diría cualquier creyente. Es crear un Todopoderoso personalizado. De diseño. De campaña.
Estos últimos días se oía la consigna de que había que votar por Biden para que no ganase Trump. Es no entender nada. Se trata de que gane América, no de que pierda Trump. Si Trump es lo mejor, será porque no se le puede poner enfrente algo más atrayente, y no solo dejarse llevar por la visceralidad de que no gane. Kamala Harris llega a tiempo para entrar en buena lid.
No es la edad, ni el género
Lo más debilitante de la campaña de Biden era la proyección de fragilidad y desconfianza, y quedó más notorio tras el atentado a Trump. Kamala Harris tiene enfrente a un candidato manipulador-prestidigitador profesional de la información que se va a pasar toda la campaña electoral enarbolando su retrato con el rostro jalonado con un hilo de sangre y su puño patriota en alto.
Que nadie piense que el Todopoderoso va a hacer trampas para que gane Trump, ni tampoco para que gane Harris. Es el votante el que a su debido tiempo depositará su voto de confianza en la urna. Y sobre ello se levanta este sistema de elecciones que llamamos democracia.
Comentario final: Con estupefacción y sonrojo, escuchamos justo antes del intento de magnicidio la fórmula propuesta por Trump para alardear de superioridad ante Biden. Nos retrotrae al salvaje oeste. Es tan desquiciada que la vamos a contar con pelos y señales para alegrarles el día. Consistía en retar a Biden a un partido de golf. Le daba 20 golpes de ventaja y se jugaba un millón de dólares que irían a parar a la organización benéfica que designara el ganador (Mary Whitfill, Forbes, julio 10). ¿Por qué no, ya puestos, no subir el listón y, como alternativa, proponer completar el cubo de Rubik en un debate televisado en prime time? Veremos que le propone a la candidata Harris.
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