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El tránsito de Cuba a la democracia

El tránsito de cuba a la democracia

 

Algunos gobiernos como el de Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Argentina se enfurecieron cuando los organismos internacionales los señalaron como los países más corruptos de América, pero los medios de comunicación no encabezaron sus informativos o periódicos con estas noticias. En realidad, en casi ningún medio se habla hoy sobre la corrupción del gobierno cubano, antes con Fidel Castro y ahora con Raúl Castro.

Después del fracasado Congreso del Partido Comunista Cubano donde se tomaron medidas para que nada cambie, muchos blogueros a los que el gobierno de la isla acusa de traidores, informan que los sobornos, mordidas y comisiones ilegales son parte de la vida cubana. En medio de la penuria y tras más de medio siglo de castrismo, se describe la sumisión de la jerarquía de la Iglesia al régimen cubano a cambio de algunas concesiones.

“La corrupción en Cuba ha avanzado hasta tal punto que se ha convertido en un fenómeno generalizado que alcanza a altos funcionarios, miembros del Partido Comunista Cubano (PCC) y profesionales sin adscripción política”, dice el periódico español El País, y explica: “Existen comisiones ilegales cobradas por funcionarios a cambio de concesiones y cuyo monto es depositado en cuentas en bancos extranjeros”. El informe recoge la información proporcionada sobre este asunto por un empresario suizo: “un contrato de un millón de dólares supone, para el comisionista cubano 100.000 dólares en un banco estadounidense o europeo».

Los policías son famosos por aceptar sobornos tras imputar a los conductores de transgresiones, existentes o inexistentes, lo que ha llevado al gobierno a renovar las filas del cuerpo continuamente. Pero a medida que el tiempo pasa, las nuevas plantillas llegan a ser tan corruptas como las antiguas y hay que incorporar otra nueva tanda para reemplazarles. En este punto la corrupción policial en Cuba es una herramienta de supervivencia aceptada, porque los mandos medios policiales perciben un salario de 18 dólares al mes, que no alcanza para vivir.

Pese a las campañas y sanciones oficiales contra las prácticas corruptas, que incluyeron el despliegue de 30.000 jóvenes del PCC y de la Liga de Estudiantes para inspeccionar gasolineras y libros de contabilidad del sector hotelero, esas prácticas «reinan» en Cuba, donde la mayoría de sus once millones de habitantes trabaja en empresas del Estado, al mando de todos los recursos en oficinas, almacenes y escaparates.

Según el ex embajador español Carlos Alonso,

«La corrupción es necesaria para sobrevivir, y cuando en la mayoría de los países de América Latina, un escándalo de corrupción consiste en que una persona robe once millones de dólares, en Cuba es que cada uno de los once millones de cubanos robe un dólar».

 

Para algunos las prácticas corruptas incluyen el soborno, la malversación de los recursos estatales y las falsificaciones contables. Por ejemplo se destaca que muchos de los puestos laborales más rentables suelen ser asignados sobornando al funcionario que decide, por ejemplo, un trabajo con acceso a una gasolinera puede costar miles de dólares, pues permitirá al beneficiario traficar con el combustible. Un trabajo en el sector turístico con acceso a las propinas puede costar cientos de dólares, y conseguir un trabajo en la empresa estatal importante costaría más de 500 dólares.

En otro orden, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que están a cargo de la distribución gratuita de determinadas mercancías importantes, (televisores, refrigeradores, etc.), aplican el mismo criterio a la hora de asignar los productos, decidiendo el monto del soborno y transformando una distribución “gratuita” en un remate al mejor postor.

Hoy el robo y la corrupción de supervivencia son generalizados en los sectores del turismo, el transporte, la construcción y la distribución de alimentos, que funcionan en paralelo a un mercado negro del cemento, la pintura y la madera. Incluso se sabe de clínicas clandestinas, dirigida por médicos del Ministerio de Salud y equipada con material robado al Estado.

Probablemente usted, amigo lector, piense que en su país pasa lo mismo, pero se supone que esto no debería ocurrir ni en su país y menos en Cuba, donde nos venden la idea de un gobierno “socialista”, ya que se supone que muchos servicios y alimentos son gratuitamente proveídos por el estado. El tema llega hasta la mesa de los cubanos, donde el director del centro de distribución de pan colocó a sus amigos en centros decisivos y controla toda la cadena estatal de panaderías, convertido así en un sistema mafioso.

Pero la tan anunciada caída de la dictadura cubana podría quedar simple y sencillamente en la sustitución de un régimen corrupto al estilo socialista por otro igual o más corrupto con rostro capitalista, como ocurrió en Rusia en 1989. Lograr una verdadera transformación democrática en Cuba implica no permitir que lo que allí se instale se parezca a los sistemas políticos y económicos que prevalecen en América Latina. El reto es lograr que se instale una democracia cuya concepción y fundamentos se vincule a la erradicación de la corrupción en las relaciones políticas y económicas de la sociedad cubana.

Por supuesto que este objetivo está muy alejado de lo que, hasta ahora, hemos logrado el resto de latinoamericanos, pues en nuestros países la corrupción no solo no se detiene, sino que ha evolucionado a nuevas y sofisticadas manifestaciones. Hallar formas para enfrentar el problema de la corrupción en Cuba es igual a socavar desde su base misma las dictaduras seudodemocráticas políticas y económicas que prevalecen en las sociedades latinoamericanas, como las de Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Argentina. En definitiva son cúpulas partidarias que obstruyen la posibilidad de que candidatos honestos y capaces ocupen cargos públicos; son elites económicas que mantienen en cautiverio los mercados y grandes medios de comunicación estatales que siguen desinformando y que no permiten a los medios independientes mostrar la realidad.

La nueva democracia en Cuba equivale a encontrar en el proceso un replanteamiento profundo de nuestros propios patrones democráticos. Esto implica volver a que la rendición de cuentas, la claridad de las reglas, la publicidad de los actos y la participación de los ciudadanos, son el sustento y objetivo de todo acto de gobierno.

La nueva organización del gobierno cubano se debatirá entre la dictadura capitalista china, la mafia capitalista rusa, la seudo democracia corrupta latinoamericana. A menos que se emprenda un nuevo y desafiante camino a la libertad, donde los más capaces y más honestos ocupen los puestos de liderazgo que el pueblo cubano, tanto en la isla como en el exilio,  necesita.

 

Autor

  • Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina. Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina). Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

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