Dawn Wooten, una enfermera que trabaja en el centro de detención migratorio en Georgia, denunció hace algunas semanas que hubo allí “negligencia médica” al efectuarse un alto número de histerectomías, esterilizaciones forzadas, a mujeres que se encuentran detenidas en esos centros.
Las esterilizaciones forzadas en Estados Unidos no son un tema nuevo. Sin embargo, realizarlo a poblaciones que no son ni residentes ni ciudadanos, sino que se encuentran retenidas en los centros de detención migratorios por intentar cruzar la frontera sin documentación, visibiliza el grado de corrupción y maldad del gobierno estadounidense. Recordemos que es el mismo gobierno que se autoproclama a grandes voces ser un gobierno «pro-vida».
Lo real en este caso es que la administración de Trump ordenó la esterilización de estas mujeres provenientes de países de países vecinos.
Durante los últimos 100 años, Estados Unidos tiene un historial notablemente pobre en lo que respecta a la libertad reproductiva:
- En el caso Buck versus Bell – La Corte Suprema de Estados Unidos confirmó la esterilización obligatoria de los «no aptos», incluidos los intelectualmente discapacitados (1927).
- El Servicio de Salud en las décadas de 1960 y 1970 realizó esterilizaciones forzadas con estimaciones de cerca del 25% de las mujeres nativoamericanas.
- La esterilización de las mujeres afroamericanas también es considerablemente más alta que la tasa de mujeres euroamericanas.
Para una administración que se proclama a favor de la vida y que recibió la bendición de la mayoría de las mujeres blancas y votantes evangélicas en 2016, las acciones no parecen coincidir con sus creencias profesadas. Esta desconexión entre proclamas y actividades en esta administración no es nueva. El maltrato a los inmigrantes indocumentados, mujeres que cruzaron la frontera en busca de asilo ha sido pésimo.
Entre los principales abusos podemos indicar:
- Política de separación familiar forzada entre madre e hijos.
- Política de medición en cooperación con México para prevenir la solicitud legal de asilo.
- Impactantes niveles de abusos, incluido el sexual, a niños y niñas en los centros de detención.
- Deportación de padres y colocación de niños en familias de acogida.
La escalofriante denuncia de la esterilización forzada en Georgia viene cargada de preguntas: ¿qué más podría estar pasando en estos centros de detención? El gobierno es inflexible en su más puro desdén hacia las mujeres indígenas y de color, y está aplicando políticas directamente del manual de eugenesia y supremacía blanca para reprimir a la población.
En mi país de origen, Perú, en los años 90 se llevó a cabo una política de esterilizaciones forzadas y masivas bajo el mandato del entonces presidente y hoy reo convicto Alberto Fujimori.
Cerca de 350,000 mujeres y 25,000 hombres fueron esterilizados bajo el disfraz de «control de población». La mayoría de las víctimas fueron intervenidas a la fuerza y con engaños por doctores que eran obligados a llegar a cuotas mensuales de esterilizaciones. Este tipo de abuso hacia la población indígena de Perú duró una década. Las esterilizaciones tuvieron un efecto nocivo en las generaciones futuras de las poblaciones nativas y la cultura. El asesinato de indígenas sancionado por el estado deshumaniza aún más nuestra presencia en la sociedad.
El cuerpo de la mujer no debe estar sujeto al placer y la decisión del gobierno. Que alguien elimine una parte de tu cuerpo para evitar que tengas un hijo o hija y sin tu consentimiento, no es solo abuso de poder, representa la forma más pura de maldad.
Nos queda claro que usar el slogan «pro-vida» para capturar votos y seguidores en las campañas electorales es solo propaganda para gobiernos como los del Trump. Un gobierno pro-vida no esteriliza a las mujeres sin su consentimiento.
Para mis hermanas evangélicas que son pro-vida y que votaron por Trump en las elecciones presidenciales del 2016, conociendo estas denuncias realizadas por la actual administración les pregunto: ¿votarás por la reelección de Trump que no respeta la vida?