Cuando George Santos ganó las elecciones al Congreso por el 3er. Distrito de Nueva York el liderazgo del partido Republicano nacional ya estaba al tanto de que es un fraude.
No hicieron nada para que desista de su candidatura, ni para presentar un candidato honrado. Les era más importante ganar el escaño. Lo lograron.
Poco después las mentiras de Santos salieron a la luz gracias a la tarea investigativa de publicaciones periodísticas.
Este espacio es insuficiente para detallar las mentiras de George Santos.
Que tenía títulos universitarios de instituciones prestigiosas, cuando nunca fue a la universidad. Que su madre estaba en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, cuando estaba en Brasil. Que es judío, nieto de refugiados del Holocausto.
Durante años se hizo pasar por diferentes nombres.
Quizás la única verdad que dijo es que es hijo de inmigrantes brasileños y se considera latino.
Todo eso no le impidió, cuando perdió las elecciones al mismo escaño en 2020, clamar por fraude electoral. O llamar al presidente Biden “un mentiroso patológico”. Y secundar al expresidente Donald Trump en su propia mentira de fraude.
Más allá de mentiras sobre su biografía, está siendo investigado por quién pagó por su campaña electoral y cómo pasó en un año de no tener dinero a millonario; por una reciente acusación de abuso sexual, en el Congreso, a un aspirante al puesto de paje. Y por el supuesto robo de miles de dólares que recaudó en GoFundMe para salvar la vida del perro de terapia de un veterano de guerra homeless.
Lo investigan el gobierno federal, el estado de Nueva York, el condado de Nassau y las autoridades brasileñas.
No pasa un día sin que aparezcan más mentiras; sin embargo, sigue siendo congresista. El actual presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, le asignó membresía en dos comités, de los cuales él se retiró temporalmente.
Seis nuevos congresistas republicanos de Nueva York pidieron su renuncia. En vano: tiene el apoyo de los líderes republicanos de la Cámara: McCarthy, el de la mayoría Steve Scalise y de la congresista Elise Stefanik, cuarta republicana de mayor rango.
Por temor a perder el escaño -uno de cinco que les ha dado la mayoría- el partido Republicano sufre la vergüenza de preservarlo.
No se le ha impuesto ninguna sanción. Las denuncias formuladas -por demócratas- al Comité de Ética no han tenido consecuencias.
George Santos es lamentablemente un espejo del GOP de nuestros días, un partido en busca de principios morales que parece haber perdido.
Es un mal ejemplo para los jóvenes, que ven cómo hacer trampa es válido. Es una vergüenza para todos nosotros, un insulto a la institución y una continua humillación para Estados Unidos en el mundo.
Es responsabilidad de McCarthy, como líder del partido y de la Cámara, expulsar a Santos del Congreso. Eso es lo que quiere el 80% de los residentes de su distrito, 3ro. De Nueva York, y el partido Republicano de su estado.
Muchos de sus colegas en el Congreso lo ignoran como si eso lo hiciera desaparecer. Deben en cambio desvincularse de él y presionarlo incesantemente para que renuncie.
Porque George Santos no debería estar en el Congreso. Tiene que renunciar, y si no lo hace, tiene que ser inmediatamente sancionado por el Congreso y expulsado de su puesto. No sería la primera vez que eso suceda y no hay otro motivo más que el apego al poder para quienes todavía lo apoyan.