De un tiempo hacia la fecha en México hemos escuchado el término «Nini», refiriéndose a aquellos jóvenes -y algunos que ya no lo son tanto- que ni trabajan ni estudian, y que andan como dicen, a la “buena de dios”, esperando que un milagro los cubra con su manto y les llegue lo que tanto desean, que ellos no saben exactamente qué es, pero que por favor sea lo menos cansado o estresante posible.
Llegué a pensar que este fenómeno se debía a lo despiadado de la crisis, pobreza, marginación, escasez de recursos entre la gente del pueblo y demás problemas sociales y económicos que estamos sufriendo, que causaron que estas criaturas no pudieran avanzar hacia su civilidad y utilidad.
Pero si bien probablemente haya casos como éstos, haciendo un análisis de unos cuantos Ninis que he conocido resulta que muchos de estos individuos son hijos e hijas (porque también las hay) de padres Sisis. Estos son los progenitores que toda la vida y por respuesta le dan a su hijito o hijita el sí. Con tal de que no sufras, si hijo, yo te doy dinero; si hijo, yo te hago la comida, te plancho, lavo, te llevo a la escuela, te justifico todas tus faltas, groserías, irresponsabilidades, falta de compromisos.
Con esta revelación mi visión se amplió aún más. Resulta que este rango de padres comparecen no solamente entre los de escasos recursos, las víctimas del sistema y de la crisis. También los hay y por puños entre los del otro lado: los pudientes, empresarios, de la high, elite o como gusten llamarle.
Igual, están contribuyendo a que crezca este segmento de Ninis incrustado en la sociedad mexicana al que aún no se le encuentra utilidad. No es que los Ninis de esta categoría no puedan hacer las cosas de manera diferente, sino que no lo quieren hacer, porque no se les enseño que hay que esforzarse para conseguir las cosas, o que los retos para irte formando en la vida no significan puramente “sufrimiento”.
Podemos ver el resultado de esa extrema permisividad y pasividad materializado en los que pensábamos eran el futuro del país. Y además de estos jóvenes desperdiciados en el limbo, más es mi desconcierto al encontrar otro puño menos tolerable de los que ya no son tan jóvenes, y que se la llevan pregonando que no hay trabajo mientras ven el futbol acostados en el sillón de su casa todo el fin de semana, y luego las novelas en la mañana y la tarde entre semana, mientras su mamá preocupada por su hijo apenas treintañero, no deja de comunicar su pena de que la sociedad es tan injusta por no darle trabajo a su hijo y él, que tanto se cansa de buscar, ¿será que falta que lo busquen en su casa para ofrecerle un empleo?
Como padres el ejemplo es el mejor de los legados que podemos dejar a los hijos. El de luchar para alcanzar las metas una a una, la capacitación para que brinquen obstáculos y se pongan de pie ante las caídas, la enseñanza de que cada cosa que se tiene tiene valor. Es hacerles entender que no existe el país de las maravillas, que la vida es difícil pero no tanto como para no poderla vivir como un humano provechoso e independiente.