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Iglesia Católica paga $8 millones en caso de abuso sexual

Iglesia católica paga $8 millones en caso de abuso sexual

La Iglesia Católica de Los Ángeles llegó a un acuerdo para pagar nada menos que $8 millones de dólares a una joven que fue víctima de abuso sexual por parte de Juan Iván Barajas, el entrenador y maestro de la escuela para señoritas San Gabriel Mission High School.

La suma es la más alta que haya desembolsado la iglesia local entre los muchos casos de abusos sexuales que la han impactado.

Lo extraordinario es que esto haya podido ocurrir a pesar de todas las medidas que el arzobispado ha implementado en los últimos años para prevenir este tipo de casos y aún cuando, en este caso específico, varias personas expresaron preocupación sobre la conducta de Barajas.

El caso

La oficina del director atlético de la escuela estaba en un sótano de la escuela que resultó el lugar ideal para el abuso de la estudiante. Para obstaculizar la vista de los curiosos y tener más privacidad, cubría las ventanas de la oficina con papeles.

En abril de 2016, Barajas ya mantenía relaciones sexuales con la adolescente en cuestión que, por entonces, tenía 15 años. Pero su esposa finalmente descubrió textos comprometedores en su teléfono celular que puso en evidencia la relación. Descontrolado, Barajas secuestró a la muchacha y se la llevó a Las Vegas en donde alcoholizada fue repetidamente abusada.

Después de cinco días del secuestro, un policía de Henderson, Nevada, divisó el Lexus de Barajas y lo arrestó. El entrenador se declaró culpable de los cargos de seducción sexual de una menor y fue condenado a 3 años de prisión en Nevada y a otros 3 en California.

El sistema no funcionó

Aunque la Iglesia Católica ha implementado toda una serie de protocolos para evitar abusos dentro de sus filas, este caso sugiere que no están funcionando como se esperaba. ¿Sino cómo se explica que hubo varias advertencias que no pudieron evitar que Barajas cometiera su crimen?

Un año antes de este caso, en agosto de 2015, llegaron dos cartas anónimas cuestionando la conducta de Barajas. Una de ellas estaba dirigida al monseñor Sal Pilato. La carta era bien clara. En parte decía: “…se lleva a las que le gustan a la oficina…”.  Pero nada.

Una madre se quejó porque Barajas trató de abrazar a su hija. Lo vieron con estudiantes en su carro. Y tampoco nada.

Además, otro entrenador de la escuela, Albert Ahedo, en una deposición judicial, declaró que le había informado al director de San Gabriel Mission que Barajas había llevado chicas a su oficina, en donde estaba solo, en por lo menos 50 ocasiones. Es más, en un caso, lo llegó a ver cuando salía de la oficina con una chica mientras los dos se arreglaban la ropa.

Lo único que hizo el arzobispado fue enviarle una carta de advertencia por estar solo con una menor en contravención de regulaciones de la institución. O sea, casi nada.

No se debe ignorar las señales

Si este caso sirve de ejemplo, la Iglesia Católica no ha encontrado la solución a los graves problemas que la vienen aquejando. En los últimos 15 años, esos problemas han resultado en tener que pagar $740 millones en compensaciones a víctimas de abuso sexual.

A menos que haya un cambio en la cultura interna de la institución que la aleje de los pactos de silencio mafioso que todavía parecen prevalecer, muchos seguirán ignorando las señales de peligro que tradicionalmente se manifiestan este tipo de casos.

No se puede ni debe ignorar conductas sospechosas simplemente porque se quiere proteger carreras de colegas o para proteger a la institución. De así hacerlo, somos cómplices de una inmoralidad que debería tener un serio costo. Porque de la misma manera que el abusador debe ser castigado, también se debería castigar a aquellos que encubren, que guardan silencio, que prefieren mirar para el otro lado cuando estas aberraciones ocurren. Especialmente cuando tienen lugar en el seno de una institución que se precia de ser un pilar moral de nuestra sociedad.

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