Tuve la suerte de viajar en dos oportunidades a Bolivia, en ambas ocasiones cruce por Villazón.
Una Bolivia pobre
La primera vez vi un país muy pobre, aunque mi Argentina también lo estaba. Crucé en enero de 2002 y había un montón de bolivianos regresando a su país, mientras todavía no teníamos claro qué presidente quedaría en el nuestro y estábamos más pobres que Bolivia. Ellos decían que «los gauchitos» la estaban pasando mal.
En La Paz leí unos diarios y luego, en Oruro, conocí el nombre de Evo Morales, el dirigente cocalero que cortaba las vías de tren para reclamar por los campesinos. En Argentina hacían lo mismo: piquetes y cacerolas, diciendo que la lucha es una sola.
La nueva Bolivia con Morales
Volví años más tarde, en 2010, para entonces ya el presidente boliviano era Evo Morales. El valor de la moneda del país había subido.
Villazón estaba igual que siempre: zona de frontera, casas de cambio, mucha gente y mercados por todos lados.
Al adentrarme en el país comencé a ver pueblitos que antes a duras penas tenían luz, ahora ya empezaban a estar organizados con salitas de salud nuevas, canchas de fútbol, escuelas y mucha iluminación.
Al llegar a La Paz, como siempre una ciudad inquieta y bulliciosa, me encontré con mucha más gente haciendo turismo, la ciudad muy linda y lo raro, por verlo por primera vez, mítines en las calles con gente de distintas etnias defenestrando a los quechuas y criticando al estado plurinacional por no contemplar la totalidad de las etnias (cosa que aclaro desconozco si es así, solo relato lo escuchado).
Volví de ese viaje con la sensación de que Evo era progreso, se veía una Bolivia pujante.
La desestabilización… y el golpe
Tiempo después hubo levantamientos de los bolivianos del Este, los de Santa Cruz. Vimos por televisión la violencia que se desató, las muestras de xenofobia y racismo.
Es que Bolivia tiene sobre sus hombros más años de dominación que nuestro país y la colonizacion deja su impronta por más que cambien los tiempos y las políticas.
Desconozco como se gesta hoy este golpe de Estado contra Evo Morales. Quizás haya habido y seguramente hubo muchos errores, pero me cuesta aceptar la idea de que cuestionen el voto popular. Esas maniobras no son casuales. Huelen a la CIA, a la MOSSAD, a las corporaciones económicas jugándose una carta grande después de ganar Vaca Muerta de la mano de Macri en Argentina.
Este golpe de Estado tiene ese tufillo de robar el gas boliviano, pero que parezca en nombre de la democracia. Y, sí, así funciona el colonialismo que hoy se llama neoliberalismo.
No puedo estar en contra de Evo Morales porque puso de pie a su país y recuperó la soberanía. Y eso último es lo único que las corporaciones económicas no soportan. Ellos creen en su dios que es el dinero, en las banderas de sus compañías, pero en lo que no creen, ni pueden creer, es en la soberanía política de las naciones.
¡Fuerza Evo! ¡Adelante Bolivia!
Con permiso del autor de su comentario publicado en Facebook el 9 de noviembre de 2019.