La cantidad de ataques contra periodistas sigue subiendo. En todos los continentes, se insulta, agrede, golpea, detiene, secuestra y finalmente asesina a nuestros colegas. A los trabajadores de los medios de comunicación.
En México, hubo 507 ataques en 2017. La mitad son atribuidos a funcionarios públicos, con al menos 8 muertos.
En Rusia hubo 54 ataques con un total de 13 asesinatos.
Seis en Irak; en Siria, ocho muertes.
El año pasado asesinaron en todo el mundo a al menos 65 periodistas, según Reporteros sin Fronteras. Por haber realizado su labor informativa.
Los periodistas están indefensos cuando gobiernos y países que antes velaban por la libertad de prensa, aunque fuese de palabra, se echan atrás. Cuando ignoran múltiples abusos y violencia. Cuando incluso participan en su encubrimiento o justificación.
Trump encabeza los ataques
En este país de libertad de prensa y expresión, Donald Trump insulta y denigra a los periodistas. En los rallies multitudinarios del presidente, éstos son amontonados en jaulas; el mandatario los llama “enemigos el pueblo” y provoca en un público fanático el odio y el resentimiento.
Los gobiernos tiránicos del mundo lo ven con beneplácito y se sienten a salvo de sanciones que en el pasado hubieran sufrido por sus propias acciones represivas.
La semana pasada, Jamal Khashoggi, columnista del Washington Post, fue torturado y asesinado después de entrar al consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía.
La reacción de la Administración fue de excusas, justificaciones veladas, intentos de desinformación y mentiras públicas. El presidente Trump trataba de excusar al gobierno saudita alegando que seguramente fue obra de un equipo de matones independientes y no de agentes del régimen. Hizo entender que el “rey” Salman negó la autoría del hecho “de una manera muy fuerte”. Hubo negociaciones entre turcos, sauditas y estadounidenses. Luego se dijo que sí, Jamal Khashoggi murió en el consulado y a manos oficiales, pero por un error, porque durante el interrogatorio se les fueron las manos.
El asesinato del periodista no fue aquí motivo de condena, alarma o sanciones.
La profesión riesgosa
Si así seguimos, Estados Unidos está en peligro de unirse al grupo de países donde la profesión periodística es riesgosa, las voces disidentes acalladas, y la información limitada y reemplazada por nuestro propio gobierno electo por una narrativa fantasiosa de la realidad.
Es triste cuando la prensa es el más importante obstáculo de los gobiernos antidemocráticos. Eso quiere decir que las instituciones democráticas se están retirando de su obligación constitucional. Estos son los partidos políticos, el Congreso, el tribunal supremo. No cumplen su deber de controlar y limitar al ejecutivo.