Dentro de dos bolsitas de plástico amarradas con cables a la última sonda que regresó a la superficie, venían los mensajes que cambiaron el curso de la historia. Previamente se habían escuchado dos golpeteos en esa misma sonda, lo que dio la primera señal de que podría haber vida allá abajo. En la jerga minera, dos golpes son señal de que hay vida por rescatar, pero hubo cautela porque pudieron haber sido rocas que chocaron contra la sonda.
Al abrir el primer papel se leyó claramente lo que todo Chile y el resto del mundo había deseado en lo más profundo del alma: “Estamos bien en el refugio los 33”. El segundo papel es una emotiva carta del minero de más edad, Mario Gómez, a su esposa, donde le expresa que están todos bien y le pide tener fe y confianza en el éxito del rescate.
La noticia se expandió en cosa de pocos minutos al resto de Chile y el planeta. El júbilo se apoderó de los familiares y rescatistas. Llantos de alegría, abrazos, gritos, manos agradeciendo al cielo, niños saltando y la prensa volcada en torno a los jefes rescatistas y las autoridades de gobierno para enterarse de los últimos pormenores.
Diecisiete días habían pasado desde el derrumbe que sepultó a los mineros. Todos los intentos para llegar hasta donde se creía que estaban atrapados habían fracasado y las esperanzas de sacarlos con vida e incluso de que estuvieran vivos prácticamente habían desaparecido. Lo de hoy sorprendió a todo el mundo, la sonda que hizo contacto tuvo que llegar hasta los 700 metros de profundidad, y hasta el lugar mismo donde se encuentra el último refugio acondicionado para situaciones de derrumbe.
Una sonda posterior logró captar imágenes de los mineros. Al avanzar la pequeña cámara hasta el fondo del tubo se vieron las luces encendidas de los cascos de los mineros y de pronto, desde la oscuridad, uno de ellos asomó su rostro cansado ante la atenta y conmocionada mirada de millones de telespectadores que lo vieron en directo. Son hombres muy rudos, acostumbrados a soportar las peores condiciones laborales y esta ha sido quizá la más dura prueba que han debido sortear. Un cerro completo se derrumbó sobre ellos y sin embargo siguen con vida y optimistas de ser rescatados. Se requiere por lo pronto hacerles llegar oxígeno, agua, alimentos y medicinas. Para ello hay que entubar las perforaciones y hacer complejos atornillamientos para que no se pierda el contacto.
A partir de hoy las circunstancias han cambiado. Sacarlos de allí es una tarea aparte, extraordinariamente compleja y peligrosa, pues el cerro está horadado y es muy inestable. Lo cálculos más optimistas de los expertos rescatistas señalan que no sería posible sacarlos de allí antes de tres meses y siempre que se logre perforar y hacer una chimenea de 66 centímetros de diámetro en ese mismo lugar. Simultáneamente se han empezado a hacer distintos sondajes dirigidos hacia donde están los mineros ante la posibilidad de que colapse el primero.
El gobierno de Sebastián Piñera, por su parte, ha aprovechado mediática y oportunistamente cada instancia, cada imagen, cada sonrisa y cada lágrima de los familiares y amigos de los mineros atrapados, para atrincherar su popularidad que venía cayendo en picada hasta el día de hoy. No se han escatimado recursos ni escrúpulos para apropiarse políticamente de los logros de los rescatistas, impidiéndole incluso al primer rescatista que encontró los mensajes que pudiera informar sobre su hallazgo a la prensa, para darle todo el crédito comunicacional al presidente de la República.
Lo importante hoy es la alegría de saber que los mineros están vivos. No existen precedentes históricos de un caso similar. A lo largo de Chile se han producido demostraciones espontáneas de alegría por parte de muchas personas que salen a las calles a abrazarse y a comentar los pormenores, mientras en las calles los automovilistas tocan sus bocinas alborozadas.