La «crueldad empresarial» argentina

Hemos naturalizado a tal punto la degradación cotidiana de nuestros derechos que ya nada nos sorprende. Ni que siga habiendo despidos masivos; ni que un metalúrgico gane 20 mil pesos al mes; ni que los chicos y chicas de un supermercado trabajen 16 horas seguidas; ni que los jubilados cobren un sueldo menor a un alquiler o los alquileres sean tan caros como un sueldo.

Tampoco nos sorprende ni nos subleva que, en medio de esta degradación sistemática a la que han sometido a la clase trabajadora argentina, los políticos y especuladores ganen cada vez más plata. Y, sobre todo, se vuelva a la vieja relación patrón-empleado anterior a 1946. Es decir, con todo el poder para el primero y ningún derecho para el segundo; pasando por alto a la Constitución Nacional; libro que sin dudas ha sido quemado “simbólicamente” en el Farenheit del último gobierno.

Todos estos pensamientos me vinieron de golpe a la cabeza el sábado cuando fui a trabajar a la “nueva redacción” de Puntal Villa María; una suerte de trastero en medio de un pasillo perteneciente a otra empresa de la ciudad.

Las nuevas oficinas

Nuestra “nueva redacción” (de alguna manera hay que decirle) tiene cinco metros de ancho por cinco de largo, unos mesones prefabricados de aglomerado y siete computadoras encimadas como en un cyber. Todo para un staff de unos 16 periodistas. Por si esto fuera poco, no tiene aire acondicionado ni calefacción, no tiene baño ni cocina. Y de hecho para ir al baño, hay que salir al pasillo, y caminar unos metros a “cielo abierto” hasta que uno se encuentra con un sanitario que, muy probablemente, no cumpliría con los requisitos mínimos en una modesta cancha de fútbol.

Descartado queda, por cierto, toda posibilidad de hacer un reportaje en la “nueva redacción”; por lo que los periodistas (imagino) deberemos ir a los bares de la ciudad con nuestros entrevistados; mecánica laboral que afectará sensiblemente nuestros bolsillos.

Por si esto fuera poco (y es lo que en realidad más me preocupa, amén de las barbaridades edilicias anteriormente comentadas) es que el diario ya no tenga una dirección física ni un cartel que indique su existencia. De hecho, las primeras veces que veníamos, los empleados nos teníamos que mandar mensajes de WhatsApp para que el otro saliera y nos indicara el camino.

Y por si fuera poco, los nuevos dueños del diario se han llevado en un camión de mudanzas todos los biblioratos con los diarios encarpetados desde los inicios del periódico en 1995 hasta la fecha.

La política de vaciamiento

Ese “vaciamiento”, como todos saben, es moneda corriente en los últimos tiempos. Y así, el actual triunvirato de empresarios de Río Cuarto que administranPuntal Villa María(Yuni-Baldoni- Gamond, este último, nieto del fundador del periódico) han decidido “enterrar en vida” a los trabajadores; invisibilizarlos a nivel social y simbólico posicionándolos en la precariedad absoluta.

¿Cuál es la finalidad de semejante modo de actuar? No lo sé pero me lo imagino (y lo que me imagino es tan cruel como lo demuestra la realidad): que empecemos a renunciar uno por uno y, de este modo, ahorrarse las indemnizaciones de un medio al que les costaría mucho más dar de baja. Maniobra tan siniestra en lo humano como ilegal en lo constitucional, pero que de momento cuenta con el aval absoluto del gobierno argentino.

No en vano hemos tenido que cubrir cada día lo que pasa en lugares como la Fábrica de Pólvoras de Villa María, con más de 70 despidos en pocos meses (y cuyo caso es de dominio público) sino que incluso lo hemos visto en otras empresas y reparticiones oficiales de la ciudad, y sobre cuyas realidades laborales no se nos permitió escribir.

Lo que hoy pasa en Puntal Villa Maríano escapa en absoluto a esa realidad nacional, provincial y local. Por el contrario. Pareciera ser la regla que confirma la crueldad de las nuevas políticas; el nuevo despotismo del empleador para con el empleado.

El contador Baldoni

Antes de escribir este texto, tuve oportunidad de intercambiar algunos mensajes, precisamente, con uno de los miembros del triunvirato, el contador Baldoni. Cuando le dije que su gestión era un absoluto fracaso por habernos sacado de una redacción “de verdad” y traernos “a un trastero” con el sólo objetivo de ahorrarse un alquiler, su respuesta fue: “Si tanto querés a la empresa, ¿por qué no donás tu sueldo para alquilar una casa?”

Eso fue lo que me dijo el “contador y dueño de una empresa” (ese es su título) a mí, “su empleado” (ese es el mío): un periodista que cobra 20 mil pesos por escribir 40 páginas al mes, trabajando sábados y domingos; lunes y martes y miércoles sin un horario definido, sino “a terminar”. Algo que cada día supera ampliamente las 8 horas establecidas y las 6 estipuladas para los trabajadores de prensa.

Al final, en uno de sus mensajes (los tengo a todos guardados) me dijo: “El problema de este país son los empleados. Amigáte con el sistema. No matés la gallina que te da los huevos, la vaca que te da la leche, la mano que te da de comer”. Quiso decir, exactamente, no reclamés por ningún derecho, no sea cosa que te pase algo peor y te quedés sin comida.

Lo que este contador no entiende (y por lo visto no entendió jamás) es que “la gallina que te de los huevos, la vaca que te da la leche y la mano que te da de comer” somos los trabajadores y no los dueños. Somos los empleados y no los empleadores. Si ellos son alguien en el mundo empresarial, es gracias a los obreros que producen en su nombre. Pero estos “paracaidistas de la prensa”, que dicho sea de paso jamás escribieron una línea, no sólo no entendieron de qué va la relación patrón-empleado. Tampoco entendieron lo que significa “tener un diario” y “hacer periodismo”.

Una concepción diferente del periódico

Una redacción, le dije al contador Baldoni, no son siete computadoras arrumbadas en un trastero. Una redacción es una casa. Y una casa no es sólo “un hecho edilicio” (aunque esto es muy importante). Es también es una pequeña comunidad de gente que tira para el mismo lado. En este caso, un grupo de periodistas, fotógrafos, recepcionistas y publicitarios que conviven cada día. Una redacción es un lugar en el cual uno se pasa diez o doce horas diarias. Es un lugar en el que el empleado debe sentirse cómodo, “como en una casa” y no como en un cyber precario al que sólo entramos 15 minutos a chequear un dato en internet.

Y, sobre todas las cosas, una redacción es su historia, su capital simbólico, sus biblioratos con 24 años ininterrumpidos de periodismo en la ciudad, su “marca” (iba a decir su “criterio editorial” pero a un contador eso sería hablarle de física cuántica o de la cuestón homérica según Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff). Y todo eso se han llevado del diario para que, evidentemente, ya no seamos una redacción sino un trastero. Para que ya no seamos una historia sino una precaria actualidad arrumbada en un pasillo.

¿A dónde va el dinero?

Sin embargo y para cerrar este artículo, no quiero dejar de señalar un hecho por demás curioso. Y es que, en los últimos números de Puntal Villa María, se pueden ver contratapas a todo color con publicidades del Municipio (el intendente abrazándose con la gente) o suplementos especiales enviados por la Agencia Córdoba Cultura por el Octavo Congreso de la Lengua junto a propagandas de la presidencia de la Nación. También es una realidad (el mismo triunvirato lo contó alguna vez y casi con orgullo) de las sucesivas reuniones mantenidas en Río Cuarto con el presidente Macri y el gobernador Schiaretti.

Me pregunto entonces qué dirían todos esos políticos si algún día los trajeran a visitar “nuestra redacción” villamariense. Si algún día les mostraran el sitio en que “se cuece el producto” por el que ellos pagan altísimas sumas oficiales de dinero. Si la plata de las publicidades de Nación, Provincia y Municipio “no le alcanza” al contador Baldoni para alquilarnos una redacción y tener que pedirme que la pague yo con un sueldo de 20 mil pesos, ¿para qué la usa entonces?

Difundir

Esta nota, por cierto, no saldrá publicada en ningún medio gráfico de la ciudad. Mucho menos en Puntal Villa María. Tampoco quiero involucrar en este reclamo a mis compañeros de redacción; muchos de los cuales (lo sé) no quieren “poner en juego sus puestos de trabajo”. Por eso les pido a todos los periodistas que la lean, para que la difundan en sus medios gráficos o redes. Para que se hagan eco de la situación laboral de un grupo de colegas; ese mismo que en la medida en que los “criterios editoriales” lo permitió, también se hizo eco de otras realidades de precarización laboral en la ciudad, la provincia y la Argentina.

Quisiera, por último, que esta nota llegase a manos de mi ex compañera, Mariana Mandakovic (trabajamos juntos en la revista “Aquí Vivimos” de Córdoba entre 2000 y 2002) y que es la actual presidenta del Cisrpén, en dicha ciudad. Desearía que me oriente sobre los reclamos que podemos y debemos iniciar ante esta situación a la que nos ha condenado la insidiosa decisión de tres empresarios. Esos que piensan que pueden decretar la “no existencia” de un grupo de trabajadores que efectivamente existe. (Algunos tienen veinte años de trabajo consecutivo, otros tienen apenas unos meses, y otros como yo, con idas y venidas, ya van para los siete años).

Mi pedido es para que estas situaciones no se sigan normalizando en el país. Para que no sigamos siendo hijos de la “crueldad empresarial” que ha vuelto a decidir por encima de los derechos laborales. Y, sobre todo, para que no nos pase como a la rana que, cuando la ponen en una olla de agua tibia y la calientan a fuego lento, luego no tiene reacción para saltar y se muere hervida.
Y hace rato que nosotros tenemos una hornalla debajo del corazón, incendiando cada día nuestra dignidad laboral y humana.

Escritor y periodista argentino (Córdoba, 1971). Ha publicado libros de relatos y poesía (“Los ojos de Sharon Tate”, “Príncipe Vlad”, “Crónicas del Sudeste”). Colabora para diversos medios gráficos e instituciones culturales.

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