Los Ángeles es la sede de la Cumbre de las Américas número 9, una serie de reuniones de los jefes de estado y de gobierno del hemisferio occidental que se inició en la ciudad de Miami en 1994.
Reunión de segunda categoría
La decisión del gobierno de Estados Unidos de no invitar a los presidentes de Venezuela, Cuba, Nicaragua, ha generado un desencuentro diplomático en la región que al parecer ha relegado a esta cumbre a una reunión de segunda categoría.
En las cumbres los lideres de los países deberían debatir políticas comunes, y comprometerse a emprender acciones coordinadas a nivel continental para hacer frente a los desafíos de la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico, la violencia, la corrupción, el desempleo. Son problemas que en gran medida impulsan la migración latinoamericana hacia Estados Unidos y que ningún muro, ni policía fronteriza logrará detener.
Estos retos incluyen a las poblaciones minoritarias, agobiadas por el racismo, el encarcelamiento masivo, las masacres perpetradas por terroristas blancos, el alto costo de la educación superior, la falta de viviendas accesibles y del seguro de salud.
El presidente de México Andrés Manuel López Obrador, en una posición inusual para un presidente latinoamericano, se atrevió a decirle al presidente de Estados Unidos Joe Biden, en una conversación telefónica que no asistiría a la cumbre si no participan todos los países de las Américas y que en su lugar enviaría a su canciller.
Los presidentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala, Perú, y el primer ministro de San Vincent y las Granadinas manifestaron su intención de no asistir, aunque Washington movilizo su diplomacia de la zanahoria ofreciendo recompensas para evitar el desaire y varios reconsideraron desde entonces su posición de no asistir.
La cumbre angelina
La cumbre angelina está lejos del brillo y la atracción que generó la VII Cumbre de Panamá en abril de 2015, donde Barack Obama estrechó la mano de Raúl Castro y anuncio una nueva era de relaciones diplomáticas entre los dos países.
“Luego de 50 años de una política que no había cambiado de parte de Estados Unidos, tuve la convicción de que era hora de probar algo nuevo, que era importante que nos relacionáramos más directamente con el gobierno cubano y el pueblo cubano. Y, por ende, creo que ahora estamos en posición de avanzar en un camino hacia el futuro y dejar atrás algunas de las circunstancias del pasado que hicieron que fuera tan difícil, a mi entender, que nuestros países se comunicaran”.
Durante esa misma cumbre el presidente Obama dialogó con el presidente de Venezuela Nicolas Maduro y le manifestó “que el gobierno de EE.UU. apoyaba el diálogo pacífico y que no tenía interés en amenazar a Venezuela, sino apoyar la democracia y la prosperidad, no solo en Venezuela sino en toda la región”.
Los hechos nos muestran que Obama no cumplió su promesa de dialogo diplomático respetuoso, como debería ser entre países soberanos. Durante su segundo gobierno terminó por sucumbir a la presión de los conservadores del partido demócrata y los halcones republicanos y aprobó una orden ejecutiva en la que declaro que “Venezuela representa una amenaza inusual a la seguridad de Estados Unidos”.
La huella de Trump
Trump durante su gobierno amplió las medidas punitivas y coercitivas hacia la economía de Venezuela y puso un freno a las relaciones diplomáticas con Cuba. Durante el último año de su mandato, su secretario de Defensa Mark Esper fue contrapeso a la demanda del expresidente de que se emprendieran “acciones militares contra Venezuela o se bloqueara a Cuba”.
Fue tanto el desprecio de Trump hacia América Latina que canceló a último momento su participación a la VIII Cumbre de las Américas celebrada en Lima, Perú en el 2018, y en su lugar envió a su vicepresidente Mike Pence. Fue el primer mandatario estadounidense en no asistir a esta cumbre continental.
El presidente Biden fue por ocho años vicepresidente de Barack Obama. Le acompañó en algunas de estas cumbres. Fue su hombre clave en la relación con el hemisferio. Ahora como presidente esta “distraído, ausente y desconectado de América Latina”. Ha relegado en la vicepresidenta Kamala Harris la relación, principalmente con México y América Central. Harris ha tratado sin éxito parar la creciente migración, y un paquete económico ambicioso de inversiones y ayuda social que promueve para Centroamérica se encuentra estancado en el Congreso.
Biden, muy lento
Biden ha sido muy lento en desmontar las políticas de aislamiento y de sanciones económicas hacia Cuba y Venezuela. Estas directivas no han logrado el objetivo de Washington de cambio de régimen, sino que por el contrario han distanciado mas a Estados Unidos de ambos países y del resto de la región. Mientras, China se ha convertido en un importante socio comercial no solo para Venezuela sino también para otras naciones de América Latina.
La Organización de Estados Americanos se ha vuelto disfuncional, la Secretaria General bajo la dirección político-ideológica de Luis Almagro le ha hecho un daño enorme al dialogo diplomático y limita seriamente el avance de una agenda común interamericana.
Si el Secretario General de la ONU Antonio Guterres se rigiera por el mismo sesgo de seguro ya habría estallado la Tercera Guerra Mundial.
Pero en la Asamblea General de la ONU dialogan y se encuentran todos los jefes de estado del mundo.
Una cumbre sin las Américas, como la cumbre de Los Ángeles, con la ausencia notable de varios jefes de estado, es una muestra de la necesidad de reformar y actualizar la OEA para que las cumbres respondan a las necesidades mas apremiantes de nuestros pueblos y dejen de ser solo un foro que hace ruido y nada más.