Cuando una persona asegura estar poseída por el demonio ya que piensa cosas terribles y odia a todo el mundo, uno no encuentra dificultad para desmentirla y convencerla que un exorcismo no será la solución a sus problemas. Pero cuando una persona dice que está tomando antidepresivos porque tiene un desequilibrio cerebral, no hay mucho que decir al respecto.
Un ejemplo que ilustra perfectamente los avances científicos de la civilización occidental en psiquiatría es la película El Exorcista (William Friedkin, 1973), en donde la madre de la poseída la lleva al psiquiatra ante los primeros síntomas detectados:
“La niña dice groserías, se orina en las fiestas de mamá, levita y habla en lenguas”. Diagnóstico: hiperactividad. Tratamiento: Ritalín.
El paradigma científico sustituyendo al religioso. En lugar de agua bendita, una pastilla: el mundo no podría ser un mejor lugar. La diferencia entre salud y enfermedad mental es tan ambigua que en la actualidad es prácticamente imposible estar enteramente loco o enteramente cuerdo.
Si uno lee el DSM IV, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, la Biblia de los psiquiatras, uno puede identificarse con más de un diagnóstico sin ser necesariamente y por ejemplo, un hipocondríaco.
Un conjunto de síntomas sin claridad
Los trastornos que aparecen en el DSM IV son básicamente una colección de síntomas que agrupados llevan un nombre. No se define con claridad los diagnósticos y mucho menos puede decir cómo prevenir el “mal” o curarlo. La ciencia ha avanzado sólo en términos de “nombrar” y aminorar los síntomas.
La cura es un planteamiento pasado de moda, pero esto no impide que se sigan incluyendo más y más diagnósticos a la lista de “desordenes mentales”.
Para los hombres de ciencia tal hecho representa un avance, ya que se está especificando cada vez más el problema de estudio, un requisito del método científico. La sintomatología que caracteriza cada desorden cambia cada 10 años.
Se estudia algo que no se sabe qué es. Basta con preguntarle a un par de psiquiatras la definición de trastornos y después compararlas.
Para el método científico la premisa fundamental es que todo tiene una explicación, que la verdad existe y que por lo tanto la realidad puede ser definida, medida, estudiada y modificada.
Las ciencias exactas no piensan, no hablan y por eso son exactas.
Las matemáticas son perfectas porque son completamente abstractas y porque no tienen un soporte en el mundo real; pero lo humano tiene más que carne, vísceras y sangre, y aquí es donde la ciencia torció el rabo. La anormalidad es definida en términos estadísticos.
Si la mayoría ve algo, entonces existe: si la mayoría siente algo ante tal o cual evento, entonces eso es lo normal y esperado: si alguien se sale del patrón, entonces decimos “allí hay un loco”. La democracia, entonces, puede ser una cosa terrible.
Según el Dr. Irwin Savoanlik (UCLA), los desórdenes enlistados en el DSM y los dineros invertidos por el gobierno estadounidense para su investigación se han incrementado de la siguiente manera:
DSM I | 112 Desórdenes | 1952 | 3.3 millonesde dólares |
DSM II | 163 Desórdenes | 1968 | 128 millones
de dólares |
DSM III | 224 Desórdenes | 1980 | 187 millonesde dólares |
DSM IIIR | 253 Desórdenes | 1987 | 287 millonesde dólares |
DSM IV | 374 Desórdenes | 1995 | 612 millonesde dólares |
DSM V | En Revisión | 2012 | 1.420 millones de dólares |
Es muy difícil no estar representado en el DSM. De alguna manera todo el mundo cumple con los criterios suficientes para ser diagnosticado, y para cada clave del diagnóstico asignado, hay un medicamento que puede ser recetado.
Todo es enfermedad. Todo es desorden
¿Si todos estamos representados en el DSM entonces qué es la salud mental? ¿El que menos veces se encuentra en el Manual?
Sería más fácil pensar que los movimientos antipsiquiátricos de los 60 y 70 no existieron –así como algunos niegan el Holocausto, como algo que “jamás sucedió”. La vuelta al mecanicismo y a la biología como explicación de la realidad es fundamental para entender la postura actual de la psiquiatría.
La búsqueda de genes culpables es ahora su preocupación principal. Un gen perverso para la esquizofrenia y otro aún más malo para la paranoia. ¿Qué pasaría si se descubre por fin un gen relacionado con la esquizofrenia?
En el delirio psiquiátrico todo está en el cuerpo, y en él se reduce toda a causa para la conducta, restando al sujeto toda responsabilidad de sus actos. “Perdón, no soy yo, son mis genes”.
Predicción: Algún día la genética psiquiátrica será vista como hoy en día vemos la frenología.
El buscar en el cuerpo la causa de los desórdenes psíquicos deja entrever claramente una cosa: la psiquiatría no tiene la menor idea de cuál es la causa de dichos trastornos. Cuando uno pregunta el porqué alguien sufre de esquizofrenia la psiquiatría contesta: «porque alucina, delira, y está fuera de la realidad”. Pero, ¿por qué alucina, delira y está fuera de la realidad? “¡Ah!, porque es esquizofrénico”.
En la película “Réquiem por un Sueño” (Darren Aronofsky, 2000), la protagonista, enganchada con las anfetaminas, le platica a su hijo: «pues claro que me dio pastillas , es un doctor, por todos los cielos”. ¿A qué va uno al doctor si no es por una hostia que ahuyente todos los males?
Estimado Profesional del cuidado de la salud:
A partir de discusiones sostenidas con Health Canada, nos gustaría informar sobre la posibilidad de que los SSRI (inhibidores selectivos de serotonina) y otros antidepresivos pueden estar asociados con cambios emocionales y de conducta que incluyen el riesgo de autoagresión”.
Así empieza la carta que “Salud Canadá” le hizo llegar a todos los profesionales de la salud, advirtiéndolos sobre los efectos colaterales de medicamentos como Paxil, Celex, Zyban y Prozac; es decir, los antidepresivos más populares de la última década.
Los peligros de los medicamentos
Los síntomas que podrían presentarse en algunos casos al ingerir dichos medicamentos son: acatisia (incapacidad para mantenerse quieto), agitación, desinhibición, hostilidad, agresión, inestabilidad emocional y despersonalización, por lo que se les pide a los doctores un constante seguimiento de los pacientes por la posibilidad de suicidio relacionado no solo con la depresión sino con el uso y la interrupción abrupta de estos medicamentos.
A esta lista habría que sumarle los síntomas que sí reconocían los farmacéuticos hasta antes de dicha petición:
“náusea, dificultad para dormir, sueño, ansiedad, nerviosismo, debilidad, pérdida del apetito, temblores, boca seca, sudores, disminución del deseo sexual, impotencia”.
El problema de los síntomas colaterales es tan grave que de hecho existe uno que fue creado por los mismos medicamentos: la acatisia. Una especie de tortura interna que puede ir desde una simple ansiedad, hasta llegara a una sensación de terror y agitación extrema que se apodera del sujeto y lo pude llevar a cometer actos desesperados o violentos contra sí mismo o contra otros.
Es una especie de manía: el otro extremo de la depresión. El tratamiento para desaparecer este síntoma consiste en ajustar la dosis o en su defecto, suspender el medicamento. Entonces tenemos o un callejón sin salida, o un juego de palabras sádico.
Para aliviar la depresión se receta un fármaco; el medicamento puede provocar síntomas tan adversos para el que lo ingiere como llevarlo al suicidio u homicidio y la única manera de curar este nuevo síntoma es dejar el medicamento. Y empezar de nuevo.
Los números se manejan con mucha discreción, y las empresas farmacéuticas han sido acusadas de maquillar los resultados de sus investigaciones y minimizar el riesgo de suicidio en lo consumidores. La mayor controversia gira alrededor de los usuarios menores de edad, ya que al parecer son los que sufren con mayor gravedad los síntomas relacionados con intentos suicidas.
Tanto Glaxo, Smith y Kline (Paxil), como Elly Lilly (Prozac), han sido demandados en diversas ocasiones, culpándolos tanto de suicidios como de homicidios violentos.
Uno de los casos más controvertidos sucedió en junio de 2004, cuando el Procurador General y posterior Gobernador de Nueva York Eliot Spitzer presentó una demanda contra GS&K por supuestamente haber ocultado información de los resultados de sus estudios sobre los efectos colaterales de Paxil en niños y adolescentes.
Esto fue negado rotundamente por la empresa. “La razón de la demanda es garantizar que se facilitará a los médicos la información completa para que puedan tomar decisiones al recetar un médicamente”, dijo el entonces Spitzer y agregó:
“Creemos que los datos que tenemos indican con claridad que GS&K hizo una selección parcial de los resultados del medicamento y no ofreció a los médicos todos los datos de los que disponía”.
Al parecer la empresa solo dio a conocer uno de los cinco estudios realizados.
Otro de los casos más impactantes fue el de William Forsyth, que 11 días después de haber iniciado su tratamiento con Prozac, apuñaló a su esposa 15 veces con un cuchillo de cocina, para luego suicidarse. Para ese entonces Eli Lilly ya tenía más de 160 demandas en su contra.
Sin embargo nada de esto ha sido suficiente para sacar del mercado el famosos antidepresivo. La mayoría de los casos de demanda han terminado en un acuerdo monetario o no han procedido.
Miles y miles de millones
Estamos hablando de un medicamento que ha sido utilizado por más de 54 millones de pacientes en más de noventa países, y que vende hasta dos billones de dólares al año. Prozac es el antidepresivo más vendido en la historia de la psicofarmacología mundial. O por lo menos, eso es lo que presumen los creadores de la famosa droga de la felicidad en su página de Internet. Vale la pena echarle un ojo a este portal , es alucinante:
“Si dudas que la depresión puede ser el resultado de un desbalance químico, trata de recordar todas las veces que tratas psicofarmacología e de “salir de eso” sin la ayuda de un doctor y un tratamiento efectivo”.
Hay tres cosas muy interesantes en esa página. La primera es el hecho de asegurar que se trata de un desbalance químico, como si no existieran otro tipo de depresiones.
La segunda es que después de la lista de efectos secundarios dicen “pero la mayoría de los síntomas desaparecen después de algunas semanas de tomarlo y en la mayoría de los casos no son tan serios como para dejar de tomar PROZAC”.
Así con mayúsculas.
¿No pueden dormir o no se pueden despertar, no pueden comer, no quieren o no pueden tener sexo, se quieren arrojar por la ventana? Se les va a quitar después de unas semanas. Y por último citan a Confucio: “Nuestra mayor gloria no consiste en nunca caer, sino en alzarnos cada vez que caemos”.
Es decir, queda claro que Prozac no cura la depresión, solo quita los síntomas, “te eleva”, mientras la estés consumiendo.
“Nunca he sido más feliz que cuando tomaba Prozac”, me dijo una de mis amigas. Psicóloga, joven, bonita, con esposo, hijos y dinero, pero que siente que algo le falta todo el tiempo hasta que esta sensación la agobió completamente y fue al psiquiatra.
Jamás he conocido a alguien que vaya al psiquiatra y no salga con una receta en menos de 50 minutos de entrevista. Desbalance químico, por supuesto; no hay otra explicación.
Está claro que para la psiquiatría el hombre es un organismo al que le faltan y le sobran sustancias en el cuerpo. Todo tiene que ser instantáneo como una sopa y los factores psicológicos y sociales involucrados en una depresión salen de la jugada por incómodos.
Pero no se puede culpar de eso a los psiquiatras ni a los fabricantes de los medicamentos exclusivamente. Lo más difícil de la situación, es que los pacientes, los que sufren la depresión, son los que están encantados con este tratamiento de cuerpos enfermos. Su responsabilidad se reduce a eso, a cumplir con sus citas psiquiátricas y a tomar obedientemente sus medicamentos.
Claro que para algunos las drogas psiquiátricas funcionan de maravilla, pero hay que admitir que son menos que los pacientes que después de meses de tratamiento siguen deprimidos. ¿Y si el problema está en por otra parte? Y si la falta de pasión y amor a la vida vinieran de otro lugar?
Esta nostalgia, ¿es de verdad inexplicable?
Tal vez algunos puedan combatir el síntoma encontrando las causas: Llámese estilo de vida, expectativas poco realistas o infantiles, o una incapacidad cada vez más acentuada para relacionarse con los otros que además de todo es promovida como una imagen de éxito.
Tienes tu laptop, tu carro, tu tele, tu celular, estás lleno de cosas que son solamente tuyas, y eso te hace una persona exitosa: sin embargo, estás cada día más solo y tu incapacidad para compartir se incrementa con tu poder adquisitivo.
En 1998 el Doctor Loren Mosher renuncia a la Asociación Americana de Psiquiatría diciendo que después de 30 años de pertenecer a ella sentía que estaba renunciando a la Asociación Americana de Psicofarmacología y categóricamente los acusó de vendidos.
En una carta lúcida y fuerte hace una crítica a la psiquiatría moderna, a su forma de proceder y a sus compromisos políticos con los farmacéuticos, que finalmente invierten millones y millones en congresos, viajes, regalos y muestras médicas que comprometen la ética profesional de los psiquiatras.
Dice el Dr. Mosher.
“hay que ser realistas con respecto a la ciencia, la política y el dinero. Llamar a cada uno por su nombre”.
Algunos psiquiatras aseguran que además de perder su efectividad y volverse adictivos, los medicamentos para dormir reducen o previenen la fase de sueño necesaria para la salud mental.
Vivimos entonces en un mundo en donde millones de personas toman pastillas para no soñar. Por supuesto que evitan las pesadillas pero también los sueños y al parecer ante la desesperación de no poder dormir prefieren no soñar antes de arriesgarse a tener un encuentro con sus infiernos personales. Y aquí otra vez la historia se va a la basura. Los cincuenta años que Freud pasó escribiendo sobre la importancia de los sueños como la entrada más directa al inconsciente simplemente son ignorados, como si nunca se hubiera hablado de ello.
Pastillas para no soñar
Existen diferentes tipos de personas que recurren al apoyo psiquiátrico: las que lo hacen por sus propia voluntad, o los que son admitidos en los hospitales psiquiátricos en contra de su voluntad.
Estos últimos, al encontrase en estados de crisis que los incapacitan para tomar decisiones por sí mismos requieren que algún familiar se haga responsable de ellos y del tratamiento que reciben. Lawrence Stevens compara el tratamiento psiquiátrico forzado con la violación.
“En ambos casos los pantalones de la víctima son bajados. En ambos casos un tubo es insertado. En el caso de la violación el tubo es el pene. En el caso de lo que podría llamarse violación psiquiátrica, el tubo es la aguja hipodérmica. En ambos casos un fluido es inyectado en su cuerpo en contra de su voluntad. En la violación el fluido en el semen, en la violación psiquiátrica el fluido es alguna droga que deshabilita el cerebro”.
Es realmente conmovedora la despreocupación de los pacientes hacia los medicamentos que consumen. Las personas se escandalizan ante el uso de sustancias ilegales pero no dudan en utilizar esas mismas sustancias cuando son recetadas por un medico y se pueden comprar en una farmacia.
El público general sabe mucho más sobre los efectos secundarios de la cocaína o heroína que sobre el prozac o el atinan. Incluso los mismos médicos muchas veces ignoran la totalidad de los efectos que estas drogas pueden provocar en sus pacientes.
Hay casos de depresión tan graves que necesitan hospitalización, y uno de los métodos más recurrentes para tratar la depresión severa es con terapia electroconvulsiva. Además de lo aberrante del tratamiento, una vez más los efectos colaterales son dignos de crítica.
El científico español Ramiro González publicó un estudio en el que encontró que los pacientes que recibían terapia electroconvulsiva presentaban pérdida de la memoria a corto y largo plazo, alteraciones en la fluidez del lenguaje, en la flexibilidad mental y en la velocidad visomotora, síntomas que podrían afectar a los pacientes por el resto de su vida.
Curiosamente los psicofármacos más famosos son los antidepresivos, pero resulta que a pesar de todos los esfuerzos, cada día hay más y más gente deprimida. Lo siento señores, pero algo está muy mal y sus drogas no están funcionando. Si las drogas funcionaran, métodos tan sádicos y traumáticos para el paciente no serían necesarios.
Según la Organización Mundial de la Salud la depresión será la segunda enfermedad más común para el 2020. En México hay más de 10 millones de personas deprimidas, según la Encuesta Nacional de Salud Mental. Estamos hablando del 10% de la población. De ese tamaño está el problema.
En octubre de 2004 se publicó un estudio doble ciego con antidepresivo y psicoterapia breve en pacientes con depresión moderada, conducido por los doctores López Rodríguez, López Butrón y Vargas Téllez, en el cual se demostró que la psicoterapia tenía el mismo efecto que los antidepresivos administrados (en ese caso fluoxetina), sin embargo, los efectos de la terapia combinada (farmacológica y psicoterapéutica) eran mejores que cualquiera de los dos métodos por separado.
La psicoterapia tuvo los mismos resultados que el Prozac. Este estudio debería ser divulgado masivamente y yo lo encontré casi por accidente.
Se estudian muy poco los efectos de la psicoterapia por una simple razón: no hay quien patrocine estos estudios que atentan contra intereses multimillonarios.
¿Quién se beneficia de nuestra enfermedad?
Cada vez que compramos un médicamente también estamos votando en las cajas registradores de las farmacias. En el año 2000, Eli Lilly, la corporación que produce Prozac, donó 1.3 millones de dólares a la campaña electoral de los republicanos y 300,00 a demócratas. Los números y las proporciones se han guardado hasta el día de hoy.
Ante tal fracaso de la psiquiatría, ¿qué otras opciones tenemos? Uno escucha todo el tiempo que todos necesitamos psicoterapia. Yo me pregunto por qué y para qué. Practico el psicoanálisis y creo profundamente en los efectos del tratamiento psicoanalítico, pero eso no implica que crea que todos deben tomar psicoterapia. Primero que nada, descarto todo tipo de tratamiento psicológico en donde el otro le diga al paciente lo que debe de hacer con su vida, o qué es lo que está mal o bien.
Todos tuvieron padres una vez, y si ellos fracasaron, no veo por qué un psicólogo pueda hacerlo mejor. Es verdad que fuimos a la escuela, que nos educamos en psicología, pero eso no implica que sepamos qué es mejor para todos. Los psicólogos no pueden funcionar como profesores de moral ó ética.
El problema es que muchas de las corrientes funcionan de ese modo y lo peor es que las personas están felices buscando padres sustitutos por 500 pesos la hora.
Hace apenas unos años se publicitaba un analgésico que no necesitaba agua para tragarse, “dolgan flash”: si te duele algo, sacas tu pasta y la masticas ahí mismo. ¿qué está pasando para que tengan que inventar medicina que ni siquiera necesita agua para ser tragada? ¿Qué ha pasado con esta intolerancia al dolor y con esta impaciencia implícita en el acto de masticar analgésicos?
Donald Winnicott escribió en los años 50 que creerse la promesa del sistema solo puede conducirnos a la decepción. Padres de familia, psicólogos, maestros, psiquiatras, etc., promueven que “tú puedes ser el mejor”.
Pero en un sistema piramidal la lógica es que sólo unos cuantos van a estar arriba, y todos aquellos a los que se les prometió que también podrían ser exitosos, ricos, bellos y maravillosos van a estar haciendo intentos desesperados por llegar a la cima. Los sentimientos de fracaso y de decepción van a invadirlos completamente al no poder conseguirlo.
La historia de la locura
“Elige una vida, un empleo. Elige una carrera, una familia, una TV inmensa. Elige lavarropas, autos, CD y abrelatas eléctricos. Elige la buena salud y el colesterol bajo. Elige las hipotecas a interés fijo. Elige una primera casa.
Elige sentarte en el sofá a mirar programas estupidizantes, mientras comes comida chatarra. Elige pudrirte en un hogar miserable siendo una vergüenza para los miserables que has creado. Elige un futuro. Elige una vida”. (Irvine Welsh, en Trainspotting)
Solo agregaría: toma psicoterapia y antidepresivos y tendríamos la definición del hombre normal heredero del siglo XX al XXI.
La historia de la psiquiatría ha pasado de los demonios al cuerpo, después a la familia y a las relaciones sociales y ahora de regreso al cuerpo. Un cuerpo cada vez más fragmentado y separado del resto. La historia de la locura es la historia de la humanidad y la psiquiatría, desde sus inicios, se ha dedicado a clasificar a los hombres y a darles un calmante que los haga mas parecidos al resto.
El paradigma religioso falló en sus explicaciones sobre la realidad, pero el paradigma que venía a rescatarnos de la superstición tampoco puede contestar todas las preguntas y solucionar todos los problemas. Supongo que tendremos que aprender a vivir con ello hasta inventar algo nuevo. Mientras tanto, los hombres de ciencia seguirán produciendo drogas maravillosas y la gente se las seguirá tomando con o sin agua.
De lo único que podemos estar seguros es que los locos no nos fallarán, seguirán aquí, hoy y siempre recordándonos que algo está muy mal y que no habrá hostia psiquiátrica ni psicoterapia capaz de acabar con ellos.
Los locos funcionan como los pobres del capitalismo, todos tratamos de rescatarlos, pero no lo suficiente como para quedarnos sin pobres, porque entonces tampoco habría ricos. La salud mental solo está garantizada y sostenida por los locos.
Actualmente, la discusión no está centrada en la locura y la cordura. No hay sujetos, hay consumidores. No hay sociedad, hay target de mercado. No hay ciencia, hay publicidad y mercadotecnia. Al parecer queremos más drogas, queremos más diagnósticos psiquiátricos, queremos mas tratamientos rápidos y cortos.
Queremos felicidad empaquetada, que se pueda comprar. Queremos felicidad que se pueda tragar sin agua. Y todavía tenemos que preguntarnos porqué estamos tan deprimidos.
Como dice Harvey Pekar:
“Es su mundo,
yo solo vivo en él”.