Spotify una empresa de servicios multimedia sueca fundada en 2006 se convirtió en la principal aplicación para la reproducción de música vía streaming utilizada por los principales artistas de todo el mundo.
En los últimos años se convirtió también en el mayor proveedor de pódcast de Estados Unidos. Uno de sus programas exclusivos y el más popular es el de Joe Rogan – “Joe Rogan Experience” – en el que éste, antiguo comentarista de lucha libre, cómico y actor, recientemente firmó un contrato de exclusividad con Spotify por 100 millones de dólares.
Fomentar la división y difundir posiciones extremistas parece ser un buen negocio, y Rogan se caracteriza ahora por alimentar teorías de conspiración sobre tratamientos y vacunas contra el COVID-19.
Y como transmite cuatro o cinco episodios cada semana, cada uno de tres o más horas, cada uno con una audiencia de 11 millones de escuchas, Rogan tiene un enorme poder de convocatoria.
La combinación de esto con la máquina de difusión de Spotify ayuda a impedir que la población se vacune, porte mascarillas, practique el distanciamiento social y en consecuencia que se salve de contraer el virus y posiblemente morir.
La propagación de mentiras y su consumo han sido comunes en quienes se identifican como republicanos o simpatizantes de Trump. Esto incluye el coronavirus y sus efectos.
De hecho, es la identificación partidaria, más que género, edad, lugar de residencia, educación o ingresos, lo que define la diferencia de opiniones respecto al COVID.
En una reciente encuesta, 65% de los republicanos anunciaron que siguen con su actividad normal pese al estallido de la variante ómicron. Solo 30% dan prioridad a la seguridad y la salud del público. Entre demócratas, las cifras son a la inversa.
Estos resultados sugieren que muchos estadounidenses han adoptado al menos algunas creencias irracionales sobre el COVID.
Es por eso que para volver a la senda de la normalidad, para evitar una conflagración política peor que la actual, es crucial combatir la difusión de mentiras.
En buena hora entonces, el cantante Neil Young hizo pública su demanda de que Spotify rechace a Rogan so pena de que él retire sus canciones.
Young buscó alertar contra “la amenaza que la desinformación de COVID en Spotify representaba para el mundo, particularmente para nuestros jóvenes que piensan que todo lo que escuchan en SPOTIFY es cierto”.
Pero Spotify lo ignoró, eligiendo el dinero por encima de la moralidad.
También había ignorado días atrás una carta abierta firmada por cientos de médicos y profesionales médicos según los cuales Rogan promueve «teorías de conspiración sin fundamento… particularmente sobre el COVID-19».
Sin embargo, cuando otros artistas, profesionales de la salud y medios se unieron, y millones repudiaron a la empresa en los medios sociales, se echó atrás. Ayer anunció que pondría en práctica un sistema para denunciar desinformación en su propio medio y guiar al escucha a fuentes fidedignas.
El mismo Rogan prometió poner más cuidado en la selección de sus huéspedes en el futuro.
Si bien Spotify no cedió a las demandas de quitar a Rogan, ni éste reconoció su propia responsabilidad, se puede considerar esto como una victoria de quien aborrece las mentiras tan impunemente difundidas en nuestro país y que tanto daño han estado causando.
Una victoria parcial, pequeña, pero significativa. Porque puede reproducirse.
También reconforta que múltiples artistas estaban dispuestos a renunciar a más de la mitad de sus ingresos por difusión para mantener un ideal de democracia y verdad.
Los medios que han contribuido por años al crecimiento del Trumpismo para cuidar sus ingresos deben tomar noticia de este desarrollo.
Recién recientemente, y ante el peligro de perder audiencia, empresas como Facebook tomaron en serio su obligación de cercenar la difusión de mentiras.
Porque al final de cuentas, los extremistas constituyen una minoría en nuestro seno, y lo seguirán siendo si demostramos unidad y decisión en los intentos de marginarlos.