LOS ÁNGELES, EE.UU. – Aunque el COVID-19 nos haya tomado por sorpresa y provocado un terremoto epidemiológico, económico y social, parece muy ingenuo hablar del surgimiento de una Nueva Sociedad en el mundo de la post-pandemia. O, como lo sugieren los más entusiasta, de un Nuevo Hombre.
No sé cuál es la definición de una “Nueva Sociedad” y muchos menos a qué se refieren cuando hablan del “Nuevo Hombre”. Lo que sí sé es que vivimos en una sociedad con una estructura económica y política que definimos como democrático-capitalista. Y, en mi opinión, estas instituciones, con coronavirus o sin coronavirus, seguirán allí después que empecemos a olvidarnos de la pandemia.
Cambios sustanciales pero de origen pre-pandemia
Nadie va a negar que, en medio de la crisis, estamos experimentado cambios sustanciales que redefinen nuestras experiencias. Pero una inspección más detallada de sectores como el comercio y las instituciones educativas, por ejemplo, sugiere que en realidad estamos ante fenómenos que ya venían desarrollándose con anterioridad al estallido de la pandemia.
El colapso de muchas pequeñas y medianas empresas, que ahora no pueden abrir sus puertas debido a la cuarentena, es parte de una tendencia en la que el comercio online (especialmente en la última década) ha estado aniquilando los sueños de “mom and pop stores” y desplazando a emprendimientos mucho más poderosos como los tradicionales centros comerciales y tiendas emblemáticas como J.C. Penney y Sears.
La misma situación se plantea con la experiencia de estudiantes que ahora deben continuar sus clases a través de computadoras y videoconferencias. En realidad, los jóvenes e instructores son parte de instituciones educativas que en los últimos años han estado tratando de integrar nuevas tecnologías en el curriculum con resultados variados, por cierto. La única diferencia es que, con la pandemia, estos cambios ya no son optativos, sino que se transforman en imprescindibles y con la necesidad imperiosa de ser implementados sin excusa o demora posible.
La Globalización y la Cuarta Revolución Industrial
Detrás de los bruscos acomodamientos que experimentan sectores como el comercio y la educación, están las fuerzas de la Globalización y la Cuarta Revolución Industrial que desde hace tiempo vienen penetrando todos los rincones del mundo. La invasión del COVID-19 no es el factor causal de lo que ocurre en el comercio y las escuelas, o en otras áreas de la sociedad, sino que un acelerador de los reacomodamientos y transformaciones económicas, sociales y políticas de la nueva tecnología cibernética y la globalización del capital y personas que comenzaron a fines del siglo XX y que continúan indetenibles.
Un nuevo paradigma
La Nueva Sociedad no puede surgir de la ideología desgastada de un sistema agotado y contradictorio que ya no responde a las nuevas necesidades históricas. Para crear un nuevo mundo económico y político se requiere el nacimiento de un nuevo paradigma como el que se estructuró alrededor de las ideas de la Ilustración y su materialización en las revoluciones democrático-burguesas del siglo XVII y XVIII en Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Un nuevo paradigma ideológico que quedó dramáticamente simbolizado en la sangrienta ejecución de María Antonieta y Luis XVI.
Solo con la destrucción de la monarquía absolutista y las instituciones que daban sustento al modo de producción feudal, se podían consolidar las nuevas relaciones de producción e instituciones políticas que dejarían atrás prácticas medievales y abrirían las puertas al capitalismo y la democracia contemporánea.
Ni guerras, ni pandemias, ni depresiones dieron luz a la Nueva Sociedad
Pero regresando al tema de la pandemia y retomando la pregunta de si estamos en el umbral de la Nueva Sociedad, vale la pena recordar que después de Gripe Española de 1918-20, que mató a 40 millones, no hubo ni cambio paradigmático ni revolución.
La Gran Guerra, que prometía el fin de todas las guerras, sepultó el sistema del imperialismo colonial y redefinió las relaciones internacionales, pero, a no confundirnos, el sistema capitalista sobrevivió intacto. Ni la guerra ni la pandemia posterior dieron luz al surgimiento de un nuevo mundo en Occidente.
Por el contrario, en la década de 1920, al menos en Estados Unidos, no solo se mantuvo el estatus quo, sino que hubo una profundización de las instituciones capitalistas con tres administraciones republicanas aislacionistas que emborracharon a la nación con el consumo de los nuevos electrodomésticos que la mecanización introdujo en el mercado, la alegría del jazz y la idolatría a Wall Street.
La Gran Depresión de los 30 tampoco abrió las puertas a la posibilidad de la Revolución Social que pregonaban algunos internacionalistas. Las reformas del New Deal y el surgimiento del modelo del Welfare State, fueron políticas de redistribución de la riqueza de Franklin Delano Roosevelt que trataron no solo de paliar los estragos sociales de la crisis económica más devastadora de la historia reciente, sino que estratégicamente buscaban coaptar el discurso del comunismo soviético que amenazaba a Europa y a Estados Unidos. En ese sentido, Roosevelt, contrario a las acusaciones de líderes republicanos que lo tildaban de socialista o comunista, fue quien rescató a las instituciones capitalistas estadounidenses.
Lo mismo se puede argumentar de la socialdemocracia, desde las variantes europeas a las experiencias latinoamericanas. Es un modelo económico-político que en su arquitectura esencial retiene el corazón y los pulmones del modo de producción capitalista. La diferencia es que no se manifiesta en su variante salvaje, sino que como un capitalismo con faz humanista. Y desde la caída del Muro de Berlín, cuando entre los escombros de ladrillos y cemento también cayeron hechas trizas tantas utopías, tal vez ese modelo socialdemócrata sea la única alternativa valedera y pragmática.
El Nuevo Hombre
¿Y todavía hay algunos que piensan atrevidamente que de esta hecatombe virósica puede surgir el Nuevo Hombre? La proposición suena como los ecos de una visión cuasi religiosa que ignora que los cambios de paradigma no surgen por una crisis sanitaria, sino que como consecuencia de nuevas tecnologías (Revolución de la Agricultura o la Revolución Industrial) o nuevas ideologías (Ilustración, marxismo) que a lo largo de las décadas y los siglos van transformando el tejido social, económico y político de la sociedad humana.
Cuando en una Milán aplastada por la pandemia los médicos se transforman en dioses que deciden quien vive y quien muere, cuando los cadáveres se amontonan en las calles de un Quito pobre y en Nueva York muestran fosas comunes para los cuerpos que ya no caben en las morgues y CNN nos habla de modelos que pronostican cientos, miles, millones de muertos, entonces llega ese abismo que asusta.
La gente reza, se arrepiente de sus pecados, promete altruismo, se emociona, llora, siente un espíritu de comunidad. Pero si la experiencia sirve de algo y nos remontamos a otras catástrofes pasadas, tal vez descubriremos que cuando se vea luz redentora al fin del túnel y se retorne a la normalidad y a esa vida de rutinas cotidianas, entonces lenta pero indefectiblemente también se regresará a los viejos hábitos. Hábitos, costumbres y prácticas que hemos internalizado y tenemos enraizados en nuestras conciencias, tras extensos procesos de socialización que involucran la complicidad de la familia, la escuela, los amigos, los medios de comunicación, que han dejado estampado a fuego una ideología que refleja los valores de la sociedad democrático-capitalista.
No, después de este virus, no hay un Nuevo Hombre posible. Para que surja el Nuevo Hombre se requiere la de-construcción del actual que, lamentablemente, sigue siendo un amante obsceno de la propiedad privada y la acumulación de la riqueza, consume innecesariamente destruyendo ecosistemas irremplazables, es individualista, competitivo, envidioso, agresivo.
Por otro lado, no cabe la menor duda de que hay luz al final del túnel. Pero pronto comprenderemos que es la misma luz que está detrás nuestro.