La política económica de Trump: caos, paranoia y caprichos

La política económica del presidente Donald Trump y su administración puede caracterizarse como caótica, errática y dependiente de los caprichos del momento del mandatario.
Su principal premisa son los aumentos de aranceles a productos importados, que presenta como si fuesen una panacea para curar todos los males de la economía. Sin embargo, el presidente del Banco Federal Jerome Powell dijo la semana pasada que es «probable» que provoquen un incremento de la inflación, una desaceleración del crecimiento económico y un alza del desempleo si prosiguen, aunque de momento la economía en sí, aclaró, sigue sólida.
En solo cuatro meses de gobierno, Donald Trump indujo confusión e incertidumbre de la que está sufriendo el mundo entero.
La naturaleza caótica y destructiva del régimen económico se refleja en la llamada “guerra” comercial. Los aranceles declarados contra productos chinos comenzaron con 20%, luego 50%, llegaron a un insostenible 145% – que China respondió con su propio 125% contra productos estadounidenses – para luego derrumbarse a 30%, y suspenderse en 10% por 90 días para permitir negociaciones.
Y las negociaciones con 33 países dieron como resultado un solo acuerdo, con el Reino Unido.
México y Canadá sufrieron altos y bajos similares en el espacio de pocos días, sacudiendo su propia economía y estructura política.
El viernes pasado Trump anunció tarifas del 50% contra productos del mercado europeo; el domingo los “suspendió” sin explicaciones.
Desde ya, las medidas de Trump llevaron al caos en los mercados y empeoraron nuestro futuro económico. Pero cuando se echó atrás, fue celebrado por economistas e inversores.
La inestabilidad en las decisiones del Presidente, su capitulación frente a presiones y sus contradictorias declaraciones, le valieron el poco honorable mote de TACO – Trump Always Chickens Out, Trump siempre se acobarda. Pero irónicamente, es precisamente eso lo que disminuye en cierta manera el riesgo de una crisis global. Es decir: la crisis hubiera sido más predecible y de peores consecuencias si Trump hubiese insistido en las órdenes ejecutivas que luego atenuó o directamente eliminó.
Estas hesitaciones de Trump muestran más que nada su ignorancia en los temas que pretende conocer y su tendencia a adoptar las ideas de su último interlocutor.
El nerviosismo y temor en los mercados por el próximo gaffe del Presidente es palpable.
Los primeros albores del resultado ya están a la vista. El producto interno bruto (PIB) se contrajo por primera vez en dos años y la segunda desde 1982, como producto de sus quijotadas.
Empeora las cosas la agenda presupuestaria agresiva, llevada de la mano por su hasta ahora mano derecha Elon Musk, hoy su enemigo, y su agencia DOGE. Sin planificación ni control, han desaparecido agencias federales enteras, dejado a decenas de miles de profesionales sin trabajo y dañado seriamente el potencial de investigación científica del país.
Y si se llega a aprobar tal cual el presupuesto que votó la Cámara de Representantes y debate el Senado subirá verticalmente la deuda pública y bajarán los ingresos impositivos.
Tan claros son los errores de Trump que la Corte de Comercio Internacional – un juzgado federal de primera importancia – declaró todos los aranceles inconstitucionales por ser su imposición autoridad del Congreso. La decisión fue suspendida al día siguiente y por dos semanas por un Tribunal de Apelaciones. Veremos que deciden finalmente.
Como respuesta a ese revés judicial, Trump duplicó al día siguiente los aranceles de importación del acero y el aluminio extranjeros al 50%. Otra vez: sin sentido económico, sin seguimiento, solo consideraciones personales y un hambre infinito de poder.
Estamos viviendo tiempos críticos cuando una simple publicación de Trump en su propio medio social causa un revuelo desde la cúpula financiera hasta los hogares humildes.
Y mientras los magnates y sus aliados celebran, la confianza del consumidor ha caído drásticamente: los consumidores son pesimistas.
Es inevitable entonces concluir que el presidente Trump es un consumado artista de la apariencia y la relación pública, pero un mal negociador y peor conocedor en materia económica.
Lo más lamentable es que su catastrófico pase por el gobierno no dañará sus bolsillos y los de la capa de billonarios que lo apoya, pero perjudicarán el poder adquisitivo, la capacidad de ahorro y en última instancia los empleos de quienes menos tienen, entre ellos la mayoría de la comunidad latina, compuesta por trabajadores en todos los niveles.
El resultado de la política del Presidente puede desatar un azote para la economía, una recesión que signifique cierre de empresas, desocupación y aumento de precios al consumidor. Pero eso no es inevitable. Son las Cortes y el Congreso los capacitados para normalizar este proceso vertiginoso y cumplir con su deber constitucional. Hoy tiene la palabra el Senado.