ARIZONA – Joe Arpaio lo entrenó bien: es cínico, sarcástico y orgulloso. Era su mano derecha y lo convirtió en su contrincante. Jerry Sheridan superó al maestro; tan así, que los derrotó en las elecciones primarias del Partido Republicano por la Oficina del Sheriff del Condado Maricopa. Lo que un día fue, quizá se repita. Se parecen mucho.
El polémico excomisario ya no es el hombre imponente de antes. Ya llegó a los 88. Los años no han sido generosos con él. Su cuerpo se encorvó, perdió peso, tiene la mirada vidriosa y los brazos sin fuerza. Su voz tiembla y carraspea muy seguido. El cuerpo lo traiciona, pero el carácter lo levanta. No se rinde; no cede… no se resigna.
Pareciera que a Arpaio ya no le bastan los recuerdos para afrontar el futuro, uno que -sin el poder- lo encoge. No es la vejez, es el olvido. El trabajo lo empoderaba, lo mantenía vivo, lo transformaba en una especie de Dorian Grey de la justicia. Demasiado poético y romantizado, quizá. Y lo perdió. Se aferra a lo que fue y no lo quiere soltar. Siente que sin él, escaparon la ley y el orden. Solo ansía en volver a imponer su mano dura. Pero lo traicionó el ego y, bueno, el tiempo.
Sheridan no es muy distinto. También representa la vieja escuela, esa de la época de oro de la Ciudad de las Carpas, los calzoncillos rosas y los uniformes de rayas. Se atrevió a enfrentar a su mentor, pero no puede zafarse de la sombra de Arpaio. Juntos recorrieron el condado de redada en redada, pero también se sentaron en el banquillo de los acusados. Los dos fueron cómplices y verdugos de abusos de poder y desacato… los dos se reencontraron en una polémica campaña política que se definió en las urnas. Arpaio perdió. Sheridan se alista para las elecciones generales.
Esta fue la última campaña de Arpaio. No tuvo otro remedio que aceptar que su vida política llegó a su fin. Todo lo que sube tiene que bajar y su caída comenzó desde 2016. Yo estaba ahí. Recuerdo la noche de las elecciones. El Partido Republicano organizó una gran fiesta de celebración. Donald Trump ganó la contienda por la presidencia… pero Joe Arpaio tuvo que aceptar la derrota frente a su oponente demócrata. Había shock en la mirada de muchos.
El temido y famoso comisario no se pudo recuperar. Poco después intentó volver a la política en un puesto federal. Perdió de nuevo. El 2020, el año de la pandemia, también fue el de “la tercera es la vencida” para su carrera… y el de otros políticos que usaron el extremismo para establecer sus carreras al “servicio público”. Se les acabó el periodo de gracia… y esto podría pasar también en esferas mayores.
Arizona está cambiando. Ya no es el estado republicano en el que el voto se daba por sentado. Tampoco es la entidad azul que le encantaría al Partido Demócrata. El hastío le llegó al votante: está cansado de partidos y dinosaurios. Los años no han sido en vano.