Por generaciones, nuestras familias y comunidades premiaron a aquellos hijos que obtuvieron un diploma universitario. Crecimos bajo el preconcepto de que la educación superior es la clave para el éxito en la vida laboral, cultural y social.
Pero desde hace ya décadas que eso ya no es cierto. Numerosas carreras donde se gradúan millones de estudiantes invirtiendo sus mejores años ya no tienen demanda en el mercado laboral. En consecuencia, sus salarios son bajos, las oportunidades escasas y las posibilidades de progreso mínimas.
Esto conduce a largos períodos de desempleo, dificultad para pagar las deudas estudiantiles y búsqueda de trabajo desordenada e infructuosa.
Mientras tanto, el costo de los aranceles universitarios sigue subiendo.
Esto hace que quienes logran profesiones con mejores ingresos vengan de familias más pudientes, y que la movilidad social sea más escasa.
Según una reciente encuesta de ZipRecruiter, casi la mitad de los egresados de la universidad lamentan su decisión de carrera. El 87% los periodistas, seguidos por quienes estudiaron sociología, artes liberales, comunicaciones, educación, ciencias políticas e inglés y estudios generales.
Esto contrasta con los egresados de computación, ingeniería, criminología, enfermería, salud y administración de empresas, que expresaron satisfacción con su elección.
Pero muchas de las carreras universitarias más comunes, como sociología o historia, frecuentemente no llevan a trabajos.
Es necesaria entonces una rectificación cultural que aliente a quienes no planifican un futuro académico. Por eso son importantes y positivas las decisiones de varios estados en ese sentido. En Pennsylvania el gobernador Josh Shapiro abrió el 92% de estos empleos -unos 65,000- a personas sin títulos universitarios. El de Maryland, Larry Hogan, eliminó los requisitos de un título universitario de cuatro años de miles de trabajos estatales. Utah hizo lo mismo el año pasado.
Una apertura similar se nota en el sector privado, que amplía su contratación con base a habilidades y no a diplomas. En IBM, por ejemplo, la mitad de sus ofertas de trabajo ya no requieren un título de cuatro años.
A los gobiernos también les toca invertir en el desarrollo de la educación para ocupaciones aceptadas en el mercado laboral, haciéndose cargo de los gastos y la orientación profesional.
Y también para una carrera universitaria, entonces, la decisión no puede reducirse a cuál universidad aceptó la solicitud o al monto de las becas; el futuro laboral es crucial. Y las alternativas ya no tienen por qué ser académicas. Existen muchas carreras profesionales que requieren solo un título de colegio comunitario (AA), que lleva dos años completar, o de secundarias vocacionales y cursos especializados y que tienen demanda y buenos ingresos.
Tomar conciencia de ello llevará a una vida más acorde con nuestros planes y sueños, de menos frustraciones y más satisfacción laboral.