ARIZONA – Caro no sabe cómo hará para pagar la renta de mayo. Apenas le alcanzó para los gastos de abril y no tiene comida suficiente para llegar a fin de mes. Limpiaba casas y todos sus clientes “la descansaron” por el coronavirus. No le dieron finiquito, ¡ni cómo soñarlo! Pero tampoco le pagaron las últimas dos semanas de trabajo. Le están “jineteando” el dinero.
Indocumentada y desempleada
La mujer de casi 60 años está desempleada, es indocumentada y no tiene seguro médico; una muy mala combinación durante una pandemia. Ella paga impuestos pero no recibirá ningún cheque del gobierno. En su cuenta nadie depositará 1,200 dólares ni seguro de desempleo. En el sistema ella no existe. Sus cheques llegan con un nombre falso; sí, a ella y a otros 7 millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos. ¿Cómo se le hace para sobrevivir a una crisis con una identidad inventada?
Nunca ha pedido ayuda. Tiene más de dos décadas demostrándole a un país que ella puede, que ella merece estar aquí, que no tiene a qué volver a su México. Ha trabajado de más por menos con la mera esperanza de una reforma migratoria que no llega ni llegará pronto… pero ese “algún día” le mantenía la frente en alto y el orgullo firme. Pero la sorprendieron el coronavirus, la pobreza y el hambre.
10.5 millones de indocumentados
En Estados Unidos viven más de 10.5 millones de inmigrantes indocumentados, de acuerdo con Pew Research Center. Ellos representan el 17% de la fuerza laboral, una que está siendo arrasada por un virus que ha puesto en jaque a la economía mundial. Son los más vulnerables. Siguen haciendo el trabajo que nadie más quiere hacer; son los que salen al quite por necesidad, arriesgándose a un contagio o un arresto.
Indispensables
Mientras cientos de miles de estadounidenses hacen filas virtuales para pedir la ayuda gubernamental de desempleo, los indocumentados están ingeniándoselas para que no los corran, para trabajar más y convertirse en indispensables. No piden nada de a gratis. Confían que esta pandemia podría ser la oportunidad de demostrar que no le están quitando el trabajo a nadie. Están cambiando la narrativa con el sacrificio y el esfuerzo.
Esos, los que en muchas administraciones fueron considerados como “los indeseables”, no están en las redes sociales quejándose de aburrimiento. No están aislados ni en paro. Están cruzando fronteras, labrando campos, limpiando hospitales y enterrando muertos. Mantienen con vida a un país en cuarentena con respiración artificial. Son indispensables para el hoy y para que haya un mañana.
Para los “sin papeles”, los “irregulares”, la encerrona sería un lujo que no podrían darse. Como Caro, quien está acuartelada porque sabe que es más fácil aguantar el hambre que sobrevivir sin seguro médico a la pandemia. “Esto también pasará”, piensa, mientras imagina que le llaman para que vuelva a trabajar. Fantasea al verse salir con mascarilla y guantes, lista para salvar el mundo. Pero por hoy lo más valiente que puede hacer es quedarse en casa.