Los intelectuales y la infamia: el Nudo Gordiano de Muamar el Kadafi

Es difícil entender la oscura relación entre los intelectuales (científicos, escritores, filósofos, periodistas y todo tipo de artistas) y la infamia de las dictaduras, cualesquiera sean. Por supuesto, no hablo de todos los intelectuales, sino de aquellos que, por diversas razones, han establecido su compromiso con ideologías, intereses y doctrinas religiosas que desde hace muchísimos años son indefendibles.

 

Este tipo de intelectual (que por suerte no es la mayoría) ha echado a un lado lo que debe ser el verdadero compromiso, ese que va con la vida, como es el asunto de condenar todo tipo de injusticia, de violación a los derechos humanos; como es el hecho de manifestarse irreverente ante todo tipo de corrupción y de dictadura, sea de derecha o de izquierda; de luchar contra toda clase de represión, de discriminación o de prohibición de las libertades esenciales del ser humano.

En estos días, ¡al fin!, se está llevando a cabo un fenómeno nunca esperado por politólogos o expertos, o por estudiosos y analistas sociales (al menos, hasta ahora parece ser así), y es el de las rebeliones árabes, simplemente por la inmolación de un ciudadano de a pie en Túnez, el joven Mohamed Bouazizi, que como una mecha inesperada ha incendiado los corazones de esos pueblos de una manera tan grandiosa como impredecible. Así, en estos precisos momentos en que se escribe este editorial y que Palabra Abierta se prepara para publicar su número 12, los libios están dando una histórica lección de lo que es luchar por su libertad ante un tirano demente, vulgar y asesino como Muamar el Gadafi (cuántos aún como él no quedan…). Pero esto de dictador insano y homicida es ya historia sabida desde hace muchos años.

Por estas razones, lo que llama la atención es la conducta de una buena parte de esos intelectuales que no se pronuncian ante las masacres y estupideces que está realizando y esgrimiendo este añejo dictador; intelectuales que con su silencio lo que hacen es legitimar las posturas y declaraciones de algunos autócratas como Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales y Robert Mugabe, entre otros.

Gadafi es hoy en día una especie de Nudo Gordiano que enlaza los extremos de la derecha y de la izquierda; es decir, de los “líderes” capitalistas (gobernantes y ex gobernantes) que hipócritamente lo han apoyado desde hace muchos años y que, al parecer, van a seguir en silencio, o tratan si no de dar declaraciones moderadas y en el peor de los casos tardías, cuando los crímenes de lesa humanidad están tiñendo de rojo la tierra libia; pero así también otros “conductores” de izquierda —como los mencionados anteriormente— que, incluso, continúan respaldándolo; gobernantes de países totalitarios que aspiran a convertirse en eternos faraones modernos, y a los cuales tampoco se les señala por una gran parte de los medios “progresistas”. Este nudo —uniendo los extremos de la izquierda y la derecha mundiales— supuestamente se había hecho muy complejo, debido a las justificaciones que históricamente ha dado la conducta pendular de este fantoche de Gadafi que, en distintas etapas de sus 40 años en el poder se ha movido de un lado a otro, entre lo que es terrorismo, socialismo, islamismo y occidentalismo. Justificaciones que han servido a los intereses políticos (de una supuesta seguridad contra el espanto y el pánico que implantan diversos grupos islámicos) y económicos, por otro lado (por las inversiones y uso de su petróleo).

Este Nudo Gordiano, digo, que Alejandro Magno cortó con su espada en el año 333 a. C., después de cruzar el Helesponto y conquistar Frigia y enfrentarse entonces ante el dilema de cómo desatarlo, es lo que está haciendo ahora el pueblo libio con su avalancha a pecho descubierto contra el tirano y sus mercenarios, pero para conquistar no a otro pueblo como quería Alejandro, sino para obtener su libertad y dignidad de vida, y lo está haciendo con las armas más rudimentarias y un coraje que dice bien claro que se trata de la verdadera vida o de la belleza de una muerte heroica. Para ellos, como para los tunecinos y los egipcios, el miedo terminó. El nudo no hay que desatarlo, no, sino hay que cortarlo de una vez.

Asimismo, es indudable que el conjunto de los países árabes va a cambiar, como también va a girar el mundo en otra dirección, y esperamos que para bien, para que el proceso de una democracia más justa se vaya expandiendo por todos los ámbitos del orbe, y el hombre tenga una vida más acorde con sus mejores sueños..

Por consecuencia, hermosas e increíbles historias, poemas, cantos y ensayos saldrán de esta nueva gesta. La literatura y el arte, la ciencia, la tecnología, la historia, la filosofía y el pensamiento todo de una humanidad que, en realidad, ya está cansada de tanto ultraje, de tanto poder mal concebido, se irá imponiendo —siempre, claro, que la civilización y el mismo planeta no se destruyan en una devastadora guerra nuclear—; no obstante, esperamos que esto último no ocurra, y sí que se obtenga la vivencia de una realidad nueva, la cual parece comenzar a vislumbrarse, lentamente, claro, como diciéndonos que aún estamos en medio de una terrible oscuridad, pero que inevitablemente este siglo XXI es un proceso consustancial que dará paso al crepúsculo de un amanecer diferente.

Ojalá que este Nudo Gordiano que ha sido Gadafi, al cortarse definitivamente, sirva de ejemplo para que los intereses entrelazados que sustentan a otras dictaduras en contubernio con países capitalistas del Primer Mundo también se resquebrajen, o mejor, se desaten en paz, sin violencia y sin más martirio del que ya se ha vivido. Esto quizás sea una utopía, pero es lo que en esencia deseamos: que la lucha, en un futuro no muy lejano, sea creativa; una lucha entre la ciencia y la tecnología, la literatura y el arte, por ver entonces cuál de estas disciplinas mejoraría más la humanidad.

Manuel Gayol Mecías
Escritor y periodista cubano. Editor de la revista literaria online Palabra Abierta (http://palabrabierta.com). Graduado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana en 1979. Fue investigador literario del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas (1979-1989). Posteriormente trabajó como especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza, en La Habana, y además fue miembro del Consejo de redacción de la revista Vivarium, auspiciado por el Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana.
Ha publicado trabajos críticos, cuentos y poemas en diversas publicaciones periódicas de su país y del extranjero, y también ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1992.
En el año 2004 ganó el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, por El otro sueño de Sísifo.
Trabajó como editor en la revista Contacto, en 1994 y 1995. Desde 1996 y hasta 2008 fue editor de estilo (Copy Editor), editor de cambios (Shift Editor) y coeditor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California.
Actualmente, reside en la ciudad de Corona, California.

OBRAS PUBLICADAS: Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995).

3 comentarios

  1. Estimado Manuel. Me agradó tu artículo, entre otras razones por la moderación conque enfrentas un problema tan serio como es la batalla por la democracia que hoy se da en Libia y quien sabe donde mañana y lo más interesante resulta tu cuestionamiento de los intelectuales que lloran como niños asustados cuando se pisan los callos de sus héroes preferidos. ¿La sangre del pueblo que quiere democracia no merece la solidaridad?Conozco a alguien que dijo que por qué había silencio con respecto a Libia y ahora dice que los imperialistas quieren apoderarse de su petroleo. ¿Adónde está Esquivel, la señora Menchú y otros premios Nóbel de la Paz que no denuncian la masacre que está ocurriendo? ¿Por qué esa insensibilidad nacida de los extremos polítcos? Me parece muy acertada tu mención de que condenar la injusticia y abrirle paso a la democracia es cuestión de todos los seres honrados y de los gobienos que se precien de tal y también y mucho de la llamada intelectualidad. Ese nudo gorgiano del que hablas está aún ahogando al disidente, al rebelde. Ojalá que se corte definitivamente y este admirado dictador (de los Castro, Ortega, Chávez) desaparezca porque ellos son cómplices también porque saben desde sus posiciones despóticas y autoritarias que la hora de la verdad sacude el mundo y que la democracia es el futuro y no las hipócritas llamadas al respeto al derecho de cada país a tener su modelo para así justificar los crímenes del abuso en el poder. Gracias Manuel.

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